El Contrato de las Almas

Capitulo IV

Una tras otra caía las gotas de sangre atraídas por la gravedad, no habían dejado de fluir desde hace varios días brotando de las heridas de Sebastian y Géminis. 

La noción del tiempo se había perdido hace mucho, apenas sentían sus cuerpos suspendidos a unos metros del suelo, sujetos de los brazos extendidos a cada lado por cadenas a unos pilares junto a los muchos más que formaban la base circular donde se cernía una cúpula de piedra que se elevaba varios cientos de metros, iluminada en su interior por la luz que entraba por las pequeñas ventanas de piedra tallada.

Géminis miraba al piso, perdido en sus pensamientos apenas había expresado sentimiento o emoción alguna ni aun cuando los otros ángeles lo habían flagelado.

Sebastian dormía como si aquello fuera cosa de nada para él, pero Géminis sabía que de los dos él sufría más al no tener sus alas.

El sonido de la tos, sacaron de sus pensamientos a Géminis que miraba el charco de sangre que se había formado a sus pies, Sebastian se despertaba de su profundo sueño. Ambos estaban colocados a unos metros alado del otro, siguiendo el patrón circular de la cúpula.

–¿Qué tienes?–. dijo Sebastian estirando sus piernas y después su cuello. 

–Lo siento, por mi culpa estamos aquí–

–¿Qué dices?– sonrió Sebastian –aunque hubiéramos cumplido nuestra misión igual hubiéramos terminado aquí–

–¿Por qué lo haces?– Géminis levantó la mirada hacia Sebastian 

–Eres mi mejor amigo mmm en realidad el único que tengo desde aquel día– levanto la mirada a la cúpula encima de sus cabezas –además te hice una promesa y sabes que la cumpliré sea como sea, esto no es nada, apenas puedo sentir mi cuerpo, así que no duele– bromeo con una sonrisa que decía que todo estaba bien.

Hubo silencio, Géminis veía a su amigo con su cuerpo lleno de incontables heridas y cortadas de las cuales nacían hilos de sangre que se juntaban en su viaje atraídos por la gravedad hasta terminar en la punta de los dedos de los pies.

Géminis en cambio sentía que su cuerpo le quemaba, que cada centímetro de su ser era marcado con hierro al rojo vivo. Él ya se había curado casi en su totalidad, pero aún seguía bajo el castigo de que su cuerpo quemará, a veces el dolor era insoportable deseaba arrancarse las alas para que el dolor acabará.

–¿Te encuentras bien? – dijo Sebastian mientras recorría las alas de Géminis eran enormes median más de dos metros cada una y se mantenían extendidas por los ganchos que las atravesaban.

Géminis no respondió.

–Me encontré con la chica hace un par de días– dijo Sebastian mirando el charco de su propia sangre –no sabe nada, en realidad es solo una casualidad, aun no entiendo que fue lo que viste en ella pero debemos alejarnos por su propio bien, ya ha visto muchas cosas.–

–¿Por qué lo hiciste? – se enojó Géminis 

–No te preocupes como te dije solo sabe lo necesario, no sabe lo que somos en realidad –

–Eso ya no importa, debemos encontrarlos pronto dejarnos de juegos y saber qué es lo que traman. Si sabemos que harán podré encontrarla y acabar de una vez con esa mujer–

–Tranquilo te prometí que te ayudaría a cumplir tu venganza y lo haremos– Sebastian bostezo, estaba cansado seguía perdiendo sangre a cada instante. –Creo que dormiré un poco más, me gusta soñar que estoy en otro lugar– bostezo más fuerte –despiértame cuando nos bajen, la última vez caí de cara y me rompí la nariz y créeme no existe runa qué repare narices ¿Irónico no?– un bostezo más largo interrumpió su palabrería –¡Carcelero!– grito  –¡Me pica la nariz!– se desmayó al terminar.

Sebastian colgaba con la cabeza agachada su cabello cubría parte de su cara. Un leve movimiento de su pecho mostraba su lenta respiración, Géminis se tranquilizo al notar ese pequeño detalle.

El silencio lleno nuevamente el lugar, interrumpido por el sonido de las gotas de sangre chocando contra el suelo una tras otra.



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En el texto hay: misterio, sobrenarutal, criaturas oscuras

Editado: 19.11.2022

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