El Contrato de las Almas

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Raquel apoyaba la cabeza en el hombro de Sara, se perdía en sus ideas y pensamiento algo no cuadraba aquí, tenía la sensación de que algo no andaba bien pero no sabía que era, hasta ahora todo ha sido un caos lleno de descubrimientos sobre un mundo oculto en el nuestro y que la historias que le habían contado de pequeña eran verdad incluida los mitos de otras culturas –qué más podría ser verdad – se dijo a si misma 

Sara dormía seguía cansada apenas pudo dormir un poco con Raquel esa noche ella debía de pasar por la peor parte, descubrir que es parte de algo que jamás había escuchado pero que estuvo siempre en su vida debía de ser un golpe muy grande y repentino.

Su cabello cubría parte de su rostro, parecía que soñaba en uno de sus mundos o estaría sumergida en una de sus muchas ideas.

Raquel recordó el día cuando Sara le había comentado que antes de terminar de estudiar quería cambiar de imagen, un corte muy diferente un estilo que hiciera qué todos notaran de ella, pero jamás entendió porque quería hacer eso. 

–Según los últimos reportes– se escuchó por los parlantes del autobús –se informa que el detective que investigaba el caso de homicidios, ha desaparecido. No se tiene paradero alguno y no existe relación con el asesino según informó el departamento de policía, junto con él se inició la búsqueda de otro policía qué lo acompañaba –

Raquel sintió una corriente helada recorrer su espalda y esparcirse por todo su cuerpo reflejaba el miedo que sentía al escuchar la noticia.

–No, no es posible que estén muertos, jamás fue mi intención – susurro asustada

–¿Tu intención? – dijo Sara despertando lentamente –¿Qué no fue tu intención? – 

Raquel titubeo, no estaba segura si la carta que había enviado al detective fue la causante de su desaparición.

–Tengo que decirte algo – dijo apenas  

El bus se detuvo, habían llegado a su destino, Sara levanto el rostro y vio a Sebastian con una lanza tan alta como él, Sebastian también las había visto, levanto la mano saludándolas para después acentuar un ademan de apresurar el paso y bajar del autobús.

–¿Dime que pasa? – Sara se centró en Raquel después de pedir a Sebastian que las esperase

Raquel también vio Sebastian 

–No es nada, aun no confío en Sebastian eso es todo y no quería arruinarlo, pero confío en ti y tus instintos, pero esta vez el mío dice que debo desconfiar –

–No te preocupes yo también desconfío de él, no he podido sentir lo que el siente y también me hace dudar de que podríamos estar bien, pero ya estamos aquí y quiero escuchar lo que tenga que decirnos, yo me siento asustada con todo lo que ha pasado y con lo que he descubierto por eso estoy aquí contigo, confío en ti más que nadie y si al final de esto no logramos confiar en él nos iremos y buscaremos ayuda –

Raquel se sintió un poco mejor, Sara la apoyaría fuera lo que fuera. Bajaron del autobús. Sebastian vestía unos jeans azules, una camiseta negra con un cuello en V cargaba en su brazo derecho una gabardina negra mientras sostenía con su mano izquierda la inmensa lanza.

–¿Por qué la lanza? – señalo Raquel un poco enojada 

–La última vez casi nos matan por no tenerla, pero no se preocupen ahora estarán a salvo – levanto la lanza sin esfuerzo alguno como si fuese de papel, hasta que lo acento en el piso lo que provocó que el cemento debajo de ella se hundiera un poco.

Raquel miro a los ojos de Sebastian, él sintió miedo 

–Tu amiga me ve como si deseara qué mi alma se quemará en el infierno – le susurro a Sara

–Déjala ella es así, además de que no confía en ti–

–Emm bueno, pero en serio esos ojos me ven hasta el alma – Sebastian tembló un poco del miedo.

–Vas a cargar todo el camino con eso – Apunto Raquel con la mirada 

–Si, pero si quieres, puedo guardarla– 

Sara y Raquel se miraron pensando que lo que había dicho era una broma 

–Sus miradas me dicen que no me creen, pues mirad un trucaso de magia – Sebastian se recogió las mangas inexistentes de sus brazos, coloco la lanza frente a él lo levantó un par de centímetros y golpeó el mango contra el suelo dos veces.

La lanza empezó a retraerse encajando su propio cuerpo en sí misma, se abría y se sobreponía sin aumentar su grosor, al final quedaba la punta de la lanza y una empuñadura no menos de 30 centímetros de largo.

–Pues bien, vámonos – dijo ante el asombro de ambas

–y tú amigo ¿Dónde está? – interrumpió Raquel en el aire del primer paso de Sebastian 

–Pues él no es para estas cosas, y no quiso venir, sabes cómo es esto de cazar y cuidar a la humanidad– sonaba ególatra

–¿No sabes dónde está? verdad –corto Raquel la larga palabrería que acostumbraba Sebastian

–pues, pues…– acerco sus dedos índices como el gesto de un niño pequeño –no, la verdad no sé dónde esta – paso la mano por su cabeza a modo de disculpa.

Tomaron uno de los autobuses que llevaban al centro de la ciudad –tardaremos varios minutos en llegar– explico Sebastian.



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En el texto hay: misterio, sobrenarutal, criaturas oscuras

Editado: 19.11.2022

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