El Contrato de las Almas

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–Tengo hambre – dijo Gula abrazando su enorme barriga –¿Puedo comérmelo?– señalo a Sebastian qué colgaba suspendido por cadenas a cada uno de sus brazos.

–Aún no – sonrió Ira –nunca conocí un ángel sin alas– dijo pasando su mano por la espalda de Sebastian que estaba inconsciente.

–Pero tengo mucha hambre – suplico Gula 

–Comete a la chica, no la necesitaremos – Ira lanzo un ademan para que Gula se marchara.

Gula sonrió pasando su lengua por los labios, imaginando el sabor de la carne en sus fauces una sensación embriagante y seductora, no había nada mas satisfactorio para el que comer. Salió de la habitación que habían utilizado como calabozo, cadenas cortas con grilletes en sus extremos, el lúgubre olor a orina y heces al igual que varios pedazos de carne regados en el piso del cual las ratas se satisfacían, las paredes manchadas con toda clase excreción y la luz de un foco que se balanceaba de un filo alambre, Gula salió dando brincos de alegría, sujetando su barriga mientras la baba salpicaba el piso.

Ira se acercó al rostro de Sebastian tomándolo por el mentón, levanto el rostro hasta tenerlo frente al suyo –pronto este asqueroso mundo se sumirá en la oscuridad de donde pertenece y cada alma será nuestra–

– En tus sueños – dijo cansado Sebastian abriendo levemente los ojos acompañado de una pequeña sonrisa.



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En el texto hay: misterio, sobrenarutal, criaturas oscuras

Editado: 19.11.2022

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