—Elisabeth sabes bien que trabajo después de salir de la escuela, no tengo tiempo —le recordé a mi mejor amiga detrás del teléfono.
—Tú y tus trabajos… ¡no lo necesitas y lo sabes! —regaño Elizabeth exaltada por medio del teléfono. Lo despegue de mi oreja y suspire viendo mí alrededor. Mi habitación de paredes moradas, con mucho desorden de libros, ropas y demás estaba exigiéndome una limpieza, pero tenía a una introvertida hasta llegar al punto de ser exasperante mejor amiga, parloteando por el teléfono.
Mi amiga Elizabeth Williams, era ese tipo de chicas que andaba de fiesta en fiesta, y le gustaba la vida alegre, además de que tenía los recursos necesarios para darse sus antojos. Familia de un buen estatus, suertuda, eh. Pero a pesar de que mi familia tambien tenía buena posición económica, yo preferiría ser un plato aparte a esa vida loca, y cuando encontré esa maravillosa cafetería fue como reiniciar mi vida. Y el…
—Aló ¿Me estas escuchando Julia? —Inquirió Elizabeth sacándome de mis pensamientos.
Carraspeé mi garganta antes de contestar rápidamente, viendo mi reloj en la mesita de noche. Era temprano, aun así quería llegar a la cafetería de manera pausada y tranquila.
—Hablamos luego lisa —Y colgué, sabiendo que colgarle la llamada me traería problemas, pero prontamente debía estar en la cafetería, y al parecer lisa y sus berrinches por teléfono sonaban para largo.
Escogí mi vestuario típico de jeans, tenis y una camiseta blanca. Recogí mi moño en una anchoa y tome mi bolso con todas mis pertenecías para caminar directo a la cafetería.
La cafetería era aquella donde el cálido aroma de panes recién orneados y pasteles, cafés… ¡oh el café! Ese olor era estar en la gloria. Cuando conocido esa cafetería fue después de salir de la biblioteca, pasaba por el local cuando comenzó a llover y tuve que detenerme, entre al lugar por el olor me había atrapado y todavía lo sigue haciendo. Me encanta ese lugar, da paz… me siento tranquila.
Entro por la puerta de enfrente haciendo que la pequeña campanita haga su típico ruedo al entrar. Veo el local con mesas rojas y negras con balcones de manera. Voy al mostrador para entrar a la puerta que da a la parte trasera y encontrarme con mis compañeras y supervisora. Las saludo y sabiendo que hoy no me toca la caja, me coloco el mantel y salgo a fuera a esperar algún cliente.
A mi lado se posiciona Natalia, una rubia de ojos verdes amigables.
— ¿Cómo va la vida Julia? —Pregunta con una gran sonrisa.
—Ando respirando que por ahora es lo importante —Bromeo y ambas soltamos una pequeña risita cuando la campana de la entrada a la cafetería suena y por ella pasa Dustan, un giro negro de lana tapando la mayoría de su cabello, sus ojos azules topan un momento con nosotras y siento como mi respiración se corta. El hace un asentimiento de cabeza cuando pasa a nuestro lado, serio y sin expresión en su rostro para entrar y por la puerta que da a la parte de atrás.
—Creo que debes disimular mejor —burlo Natalia sacándome de mi embobecían por Dustan Eliot Waltter.
Abro y cierro la boca, después me giro para encararla y respiro entrecerrando los ojos viendo como ella me mira divertida.
—A veces las personas solemos crear especulaciones para nada lógicas —Es lo que me limito a decir antes de levantarme e irme a entender al primer grupo de clientes que entran a la cafetería.
Y así es como comienza mi tarde en el Cafetery Coffe Smiles.
«Debiste ver como esas chicas te miraban mientras les atendías a su mesa. Verdaderamente los celos me carcomían. Pero al parecer tú eras ajeno a todo, como de costumbre…
Dustan, Dustan, Dustan… ¿serás que finges no notarlas, verdad? No sé cómo sentirme al respecto de eso, si bien o mal, aunque por supuesto eso no hace que mis celos desaparezcan. Es ese algo que me sale solo, a lo natural.»
—Se la envió, o no se la envió —murmure mordiendo mi labio inferior mientras estaba sentada con mi libreta en manos. No sé qué ganaría enviándola, posiblemente fuera un gesto loco, vergonzoso y denigrante. Las posibilidades de que esto que estoy planeando me salga mal…—. No, no se la enviare —decidí, después de unos minutos torturando mi mente, cerré la libreta y la entre en la cajonera del escritorio. Me fui a mi cama, sabiendo que mañana seria otro día viendo al despistado e desinteresado de Dustan en la escuela.