BESTIA
ʚ•☪•ɞ
(Philadelphia – Estados unidos)
Julio de 1800...
Comprender, conocer.
El sentir que viene ligado con el querer.
El odio que regresa sus pasos, retrocediendo a lo que fue en un inicio.
Ese sentimiento que floreció tras las vivencias compartidas.
Que otorgó más que palabras, hasta el punto de terminar de derribar sus muros ante una sola persona... ella.
Ninguna dama con la que había retozado hasta el momento toco su cuerpo, ni siquiera apreciado por debajo de las velas.
Estimulaba los sentidos de estas, a tal punto de dejar de lado esa apreciación de palpar, pero con Luisa siempre fue una sumisión irreversible y colosal.
Le dio el poder de destruirlo, teniéndolo en sus manos al completo y ella sólo le pródigo caricias en los lugares que le lastimaron.
Dejando la huella de haberlo sanado.
Ya no dolían en su mente.
Ni siquiera recordaba que aconteció para ser creadas.
Fue su antídoto, pese al veneno.
La magia de su esencia.
Ocasionando que lo único que le martirizase por el momento fuese su rechazo.
Sin ser precisamente su negativa, al no querer recibir lo que él ofrecía a medias.
La parte de su corazón que le pertenecía.
Lo que le azoró en sí, fue el comprender después de confesar parte de lo que ocultaba por ella, pareciendo la venganza que necesitaba para quedar a mano, que no debió, aunque fuese necesario dejarse cegar por su rabia; más sin considerar que la estratega nata siempre primaba dándole prioridad a la razón.
Fue engañado con palabras, cuando su Isa nunca le falto, solo otorgándole algo silencioso que no comprendió, hasta que Alexandre se descubrió como el culpable de su desazón.
Había ocultado la verdad por su amor, por el producto de este.
Lo que se podía analizar de manera superficial.
Pero si rememoraba su mirada cargada de tanto cuando estuvieron a solas, como aceptó su roce sin reservas y aquel beso sin apartarse, pese a que para ella no significaba lo mismo, fue lo que le otorgó la certeza de lo que ya conocía...
Él... Sebastien... Toda su entidad en general, hacia parte de ese selecto grupo.
También le resguardó, pretendiendo que no perdiese más de lo que ya le habían arrebatado.
Lo poco que le quedaba de la mujer que lo trajo al mundo, y así imposibilitándolo para cobrar una afrenta sobre quien le privó del placer de aniquilar a la mala entraña que la creación consideraba su progenitor.
Porque portaba su sangre, y pese a todo era tan leal a su ser, que esos actos los apreciaba como propios, así que... En contra de su voluntad dejar de lado la venganza en ese aspecto, aunque le supuso un trago amargo, le corto por lo sano.
Anteponiendo los principios y... el corazón.
Ese último antojándosele cada tanto una maldición.
Al igual que su conciencia, porque tampoco podía perdonarse revelar sus miedos, privarla de sus secretos.
Enceguecido por la rabia y los celos, permitió que estos obrasen, obteniendo así que el alma de Luisa se desprendiese y no reaccionase como él lo anhelo.
Prefiriendo otra bofetada material, porque ante su entidad poner la otra mejilla no le suponía un problema, en cambio su ausencia de acción aparte del grito desolador plantó en su pecho un resquemor que se ensanchó con las palabras que le dedicó en aquel salón delante de personas alternas a su relación, dejando grabadas la indignación oculta que lo sobrepasó, y sin darle tiempo a enmendar su error, desapareció sin dejar rastros de su dirección.
Obligándolo a emigrar después de aquella recepción en su honor que disfrazaba la primera intención, que lo condujo a residir en América para abandonar y no revivir por un tiempo lo acontecido en Londres, Francia y el territorio español, aunque poner kilómetros de mar no fue la solución, ya que desde que se instaló el muy reconocido Averno se ubicó como su único lugar de distracción.
Ocultando con excusas de averiguación para sus propósitos, que cabía aclarar no eran falacias, pero portando oculta otra intención.
Dejando así al descubierto, aquello que hasta el momento había pasado desapercibido para su entendimiento.
Su adquirido y nuevo masoquismo.
Pues de alguna manera ese lugar le hacía sentirse cerca de lo prohibido, y la meretriz que se forjó de verdadera mano derecha le alguna retorcida manera le conmemoraba a su presencia...
Se estaba enloqueciendo.
Luisa era única.
Genuinamente compleja.
Ninguna podría semejarla siquiera.
Así que Eloísa solo calentaba su cama desde hacía unas semanas, queriendo creer que, por mero placer, pero lo cierto es que era para materializar los anhelos que fueron imposibilitados al tornarse como inalcanzables por fuerzas sobre naturalezas que no conseguían dilucidar sus ideas, dejando a su pensar en jaque.
Hasta el punto de recurrir de manera asidua a sus favores cada que amenazaba con colapsar, pues se juntaba con el incordio que poseía en la residencia que departía con su supuesta Condesa, ya que su cimiento ya no se observaba bajo la puesta al sol.
Siempre en su dirección.
Tornándose ese como uno de esos días.
Aquella noche, que se volvió en madrugada.
Haciéndosele algo tarde para regresar a su vivienda, pues el cuerpo de esa experimentaba castaña se le reveló como un desfogue placentero.
Tanto que prodigarle besos y exigencias que seguía con presteza, tenía como resultado lo más sobresaliente en su coexistir para apaciguar su atribulado cavilar, pese a que su corazón no volviese desde ese te amo no aceptado a palpitar con su regularidad habitual.
Aunque no era el único que ganaba.
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Editado: 24.12.2023