BESTIA
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¿Qué era ese vacío que sentía en el pecho? ¿Ese hueco en el estómago que le ocasionaba una sensación vertiginosa?
Es que ni siquiera había sentido la bofetada que le había dado Eloísa, tras soltar lo que desde un inicio pretendió que obtuviera Bella de su persona.
El querer tomar parte de su lucha para deshacerse de ese obstáculo, que la apartaba de hacerla enteramente suya.
Había caído en sus encantos, eso era una verdad fehaciente.
En lo que mintió por imbécil fue en el verdadero motivo por el que estuvo pasándose cada norma impuesta para no verse envuelto en un dilema existencial.
Por lo que accedió a compartir su lecho, por el mismo que soltó formación de su vida por más insignificante que fuese, desde la vez que la sintió perdida en manos del Prusiano.
Porque de solo imaginarla con un fin como el de su madre, sencillamente el aire le faltaba. Pero no por verse reflejado en el niño asustadizo que no pudo defender a la mujer que le dio la vida, más bien pasó por su mente cada vacío que estaba llenando con su presencia, y advertirse sin ella en sus días lo enloqueció.
De solo especular no estar en ese juego de seducción le formó un nudo en su garganta, sobre todo, cuando estaba demasiado fresca su confesión de quererlo en su vida.
De lo importante que se había convertido para ella.
Todo eso se le había juntado, y lo más indicado era alejarse e hizo todo lo contrario.
Por eso ahí estaba.
Viendo su espalda intentando por primera vez huir de su presencia, no pudiendo seguirla por el simple hecho de que él ni siquiera sabía cómo asumir que su pesadilla estaba a pocos pasos, pese a que tenía como controlarla, porque le tomó por sorpresa a la vez que entendió que lo que lo movía no era su belleza externa, sino la que lo había alcanzado, esa que no era tangible.
Que solo él había avistado.
Aquella pureza que aun existía en un alma marchita, porque guardaba la esperanza de que algo valiera lo suficiente para luchar no por satisfacción, sino porque aún podía aspirar a un futuro.
Y él se lo desmoronó, porque era su esperanza.
Una que su ira contenida no supo manejar, y se desquitó con que la que ahora necesitaba de todo el apoyo que le pudiera dar.
Pero ¿Cómo hacerlo cuando desde un inicio tenían claro sus términos?
Los dos estaban sin saberlo sobrepasándose, y ahora que era consciente de su error tenía una lucha interna de hacer lo correcto, o dejarse llevar por lo que esa mujer se había convertido en tan poco tiempo.
...
Se pasó una mano por el cabello resoplando, mientras se mandaba la otra al pecho intentando calmar la sensación opresora que no lo dejaba respirar.
Notando en el proceso, que era examinado por las personas que no siguieron al par de damas que en esos momentos lo odiaban.
Solo importándole la rubia, que lo miró de una forma que lo desestabilizó como nunca en su vida.
—¿Qué haces aquí admirando mi estampa si tu trabajo es cuidarla? —Roger negó con una sonrisa amarga plasmada en sus labios, al ver que pretendía desquitarse con su persona al no querer asumir las consecuencias de sus actos.
—Es tu estropicio, no el mío —rebatió mientras lo miraba con desinterés —. No soy tan imbécil como para recoger los pedazos de una mujer que no quiso pertenecerme —quería golpearlo —. Desquítate con el hijo de puta que te tiene en este aprieto, y si no puedes hacerte cargo libérale para que otros podamos protegerle como desde un inicio nunca estuviste dispuesto a hacerlo.
No sabía una mierda.
No entendía una puta mierda.
—¡Cállate! —eso vino de la mujer que se quedó con ellos —. Nunca tendrás lo que se necesita para librarla de ese mal que la aqueja —parecía desesperada.
El tono de voz y su piel pálida se lo gritaban.
» Milord, no permita que regrese a el —si verlo venir lo tomó de las manos en un acto desesperado —. Es el único que tiene la capacidad de centrarle, ahora que está perdida y la salida que busca la dejará sin vida —se deshizo de su contacto, porque lo dicho solo hacía que la cabeza le trabajase a mil sin hallar una verdadera salida.
—Es mi deber mantenerle con vida —era un idiota que no quería aceptar que jamás la había visto como aquello desde que le conoció.
Esa rubia tenía ese efecto en él.
Ni con Luisa le pasó tamaña burrada.
Ahora comprendía a Allard.
Pensar con la polla desestabilizaba el mundo de una forma inimaginable.
—Ese es el problema Lord Albemarle —continuó la que seguramente en el pasado fue su doncella —, que usted hace demasiado tiempo dejó de ser un extraño en su existencia, y pasó a ser lo único que la mantenía con vida ¿O es que no nota siquiera como lo mira? —poco era lo que interactuaban desde que fueron separadas, pero la conocía desde siempre y su ama era la primera vez que mostraba interés de forma genuina a alguien.
Con sus pupilas brillando de adoración suprema, y era egoísta, pero al ser este lo que la mantenía respirando lo utilizaba como excusa para no permitir que se le acercase poniéndose como carnada.
Regresando a los brazos del hijo de puta que siempre se salía con la suya, cuando se trataba de marcarla como su propiedad.
» Así que puede que sea solo por honrar su palabra, pero no permita que le haga más daño —se rompió —. Es hora de que viva cuando ni siquiera la dejó ser una niña —un nudo más grande que el anterior se formó en su garganta.
—¿Quién es? —necesitaba saberlo.
Ahora más que nada precisaba pruebas.
Ya no quería que fuese una incógnita la identidad de esa belleza que rompía todos sus esquemas.
Era hora de dejar las caretas entre ellos.
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Editado: 24.12.2023