Hola mis amores.
Feliz inicio de semana.
Aparte de este falta un cap para cerrar esta segunda parte de la historia de la bestia y su bella.
Claramente es solo un libro, pero se divide al tener varias fases que explicare en el ultimo cap.
La ultima fase será publicada a la par con la historia de la princesa alemana y Lincoln, pues aunque son individuales y pertenecen a diferentes sagas de alguna manera conectan aunque se pueden leer por individual, pero como digo todo lo explicaré con mas detenimiento en la próxima actualización.
también recuerden que hay un grupo de whats para los que quieran unirse me escriben y con gusto los agrego.
No siendo mas por el momento.
A leer.
Les ama.
Jen <3
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BESTIA
La sentía.
Pese a la distancia la podia sentir.
Algo le decía que no lo necesitaba, pero lo quería ahí.
Ella podia sola, era fuerte, sabia defenderse, y solo era Black, pero de igual manera no quería dejarla sola.
No podia simplemente ignorar lo que su corazón, que estaba repiqueteando con fuerza en sus oídos, clamaba a gritos.
Eso ya lo había vivido.
La zozobra de no llegar a tiempo, de encontrársela perdida por completo, y todo gracias a él.
Porque era el blanco del sapo de Black, no solo por tener un par de cuentas pendientes.
Él era el principal responsable de lo que estaba ocurriendo, como en América, y eso lo jodia, puesto que, nunca había podido protegerla como se debía, haciéndola sentir como si no se lo mereciera cuando el daría lo que fuera por ella.
Teniendo un mínimo consuelo al entender que no estaba sola, pues Oliver se hallaba cerca cuidando sus pasos, pues era lo bastante importante para el hijo de puta de Edmund Harris, como para que dejase que algo trascendental le ocurriese que no fuera en sus manos.
Una declaración que le asqueó a la par que le tranquilizó.
Las manos le temblaban como la vez que la perdió, y era un milagro que no hubiese perdido el control del caballo que azuzaba sin descanso para que incrementara el ritmo del galope.
Sabía que Hans lo seguía, pero lo único que le importó ni bien salió de la embarcación fue en darle alcance, de llegar a ella sin importar las veces que se le escurriese como agua entre los dedos.
Esa no era la manera en la que se dirían ese adiós momentáneo.
En su cabeza no estaba la idea de dejarle de lado, ni mucho menos permitir que Black respirara un segundo más pensado que siquiera podia pensar en ella dos veces.
Ralph Keppel por fin sabría las consecuencias que acarreaba tocar alguien que no le pertenecía.
Ni bien divisó la propiedad sin esperar que el caballo se detuviese por completo saltó de la montura, y pareciendo que estuviese como en una especie de dejavú, apartando esas imágenes de su cabeza se dispuso a adentrarse a la propiedad notando que estaba al completo silenciosa.
Como si en esta no habitase un alma.
Los sirvientes brillaban por su ausencia.
Hasta sus pensamientos hacían eco por la estancia, mientras lo único que se escuchaba era el repiquetear de las botas sobre el mármol descuidado.
Sacó el arma que no lo desamparaba y entornando los ojos, mientras de reojo observaba como Hans lo imitaba con un movimiento de cabeza se pusieron de acuerdo para dividirse, y examinar la propiedad.
En ese momento eran aliados, ya cuando la encontrasen se verían verdaderamente las caras, porque aún se debían una plática.
Esa que incluía seriamente lo de tener la misma sangre.
La primera planta se hallaba limpia, por decirlo de alguna manera, pese a los papeles desperdigados por la propiedad y los muebles tirados por todas partes, al igual que las capas de polvo en los artefactos que no se podían desacomodar.
Arrugó la frente sospechando que aquello pudo haber sido una trampa del rubio que lo acompañaba para emboscarlo y eliminarlo, pero al escuchar unos alaridos dejó esa idea de lado sin bajar la guardia porque tenía cosas más importantes en que enfocarse cuando su integridad era lo último que le preocupaba.
Detectando que había venido de la parte superior, subió la escalinata de dos en dos, apartando en el proceso objetos tirados en el camino, hasta que dio con la estancia en específico que expedía un olor a putrefacción que lo hizo taparse la nariz mientras refrenaba el impulso de vaciar su estómago.
De inmediato se percató del bulto que se revolvía en el piso lleno de sangre que salía de muchas partes de su cuerpo, y al parecer seguía con vida porque aún no se había tocado un órgano importante.
Un par de metros más adelante Hans apreciaba lo mismo ligeramente irritado, pese a que su rostro desprovisto de emociones no revelaba nada.
De igual manera en ese momento tampoco le dio importancia a su próxima víctima, porque la rubia era la única que en esos instantes ocupaba todos sus pensamientos.
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Editado: 24.12.2023