FELIZ NAVIDAD
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BESTIA
Babette Palace.
Febrero de 1809…
—¿Esto es…? —no pudo terminar la frase porque el asentimiento de la persona que tenía al frente lo silenció.
—El pago por tus servicios prestados, y la liberación de tus responsabilidades —espetó el hombre mayor sin dejarlo terminar.
—No me refiero a eso —entendía perfectamente lo que decían los papeles, cuando el trato con Aurora habia sido precisamente ese.
El ayudar y exponerse en algo que no le competía aguantando a Edmund Harris, si con eso obtenía el tenerlo para ella.
—El pago por tus servicios —arrugó el ceño enfrentando sus peculiares ojos verdes con los inhumanos marrones que lo admiraban con respeto, pues le estaba repitiendo lo anterior como si fuese corto de entendederas —. Espero que no hayas pensado que esa tromba que tienes por esposa le hará de mujer abnegada cuando tiene porte de comerse el mundo entero si le apetece —rió entre dientes ante los papeles que daban por sentada una propiedad en uno de los barrios más respetados de América.
Lo vio levantarse dispuesto a retirarse, porque era momento de abordar un barco para solucionar todo el desastre que habia dejado en España tras desmantelar una banda delictiva comandada por el mismo, al no tener más opción si quería que la vida de sus hijos prevaleciera por encima de todo lo que lo rodeaba.
Imitó su actuar, extendiendo la mano para que la despedida fuese la de dos caballeros que se apreciaban pese a los desencuentros, y las batallas que disputaron asi en su momento no fuesen aliados.
—Gracias —dijo tras carraspear —. En su momento no lo supe ver, pero ejerciste el papel de un padre cuando solo me tenías que ver como un lacayo —no lo dejó ensuciarse las manos solo para que vengara una memoria que no era perfecta, y también cometió múltiples errores.
Su madre no era una santa, y por sus decisiones Hans habia pagado convirtiéndose en el ser carente de afecto o algo que lo alterase, pese a que tenía a su lado a una persona que le profesaba lealtad eterna.
—Un padre no obliga a su hijo a lastimar a su propia sangre —dijo negando al no poder aceptar sus palabras, porque de alguna manera, utilizando el desespero que sentía por justicia consiguió que le hiciese daño a Freya.
Dejándole una herida irreversible que nunca se sanará del todo.
—Pude haber dicho que no —fue su decisión.
—Y yo no utilizarte cuando era un chiquillo inexperto que estabas tan perdido, que jugar contigo y tus emociones fue más fácil que quitarle un dulce a un niño —le soltó la mano para ponerla en su hombro —, pero si lamentarnos arreglara algo, créeme que sería el primero en darme golpes de pecho —por eso Francisco Javier de Borja, Conde de Belalcázar nunca se arrepentía de sus acciones.
Era como había salido todo, y las consecuencias las afrontaba con la frente en alto.
» Por eso deja de pensar en los hubiera y disfruta de la familia que esa mujer te está obsequiando —asintió con una sonrisa de medio lado —. Te mereces todo lo que tienes, porque nadie obtiene tanto como el que no desea nada —exactamente —. Deja tu faceta de lobo de Albemarle y comienza a ser solo Sebastien, por lo menos en privado —no aguantó más, y rodeando el mueble quedó a un palmo de distancia del ajedrecista, y sin esperar a que reaccionase lo atrajo a su cuerpo para abrazarlo, tomándolo por sorpresa al principio, pero tras unos segundos fue de correspondido —. Te estaré eternamente agradecido por cuidar a mi reina consentida, y eso es algo que ni con mi vida te podré pagar —se separaron —. Aurora está libre de toda culpa por darle muerte a un par del reino —no era un secreto para la corona que su propia hermana le quitó la vida, sin embargo, al trabajar para el espía más respetado de Alemania sin saberlo, le dio una inmunidad que la dejó libre de toda culpa siendo expuestos de a poco las arbitrariedades del Conde de Warrington, abriéndose una investigación, en la que cada fechoría estaba siendo dejada sobre la mesa ensuciando el título, pendiendo de un hilo y a punto de ser extinto —. Al igual que tu hermano y Oliver —eso ya lo sabía, por lo menos lo del rubio —. Ese muchacho tiene los cojones que le faltaron a Godric Keppel para ser considerado un verdadero hombre, y por eso mismo se merece una segunda oportunidad —pese a su comportamiento e instintos asesinos era una verdad gritada a voces —. Salúdame a tu esposa —porque se casaron ni bien salieron del castillo de Beaumont, y dio a luz a un sano varón.
—Te haremos una visita antes de establecernos en América —con eso y una inclinación de cabeza se fue dejándolo con los papeles en las manos, mientras se tocaba la alianza con una sonrisa plasmada en los labios.
Teniendo la necesidad de verle, de cerciorarse de que fuese verdad, porque una parte de él siempre viviría con el miedo de perderla.
Pero, como siempre que lo embargaba el pánico la encontraba en la habitación, en ese momento amamantando al pequeño, mirándolo como si tampoco pudiese creer que existiese un ser tan perfecto.
Se tomó un momento para recostarse en la puerta tras cerrarla mirando con adoración el perfecto cuadro que componía esa imagen gloriosa, tratando de recobrar el aliento, pero cada segundo era más difícil respirar con tanto sentimiento.
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Editado: 24.12.2023