(Bella POV)
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.Mi menté se volvió un torrente de pensamientos que le daban mil vueltas a la situación. Esto sólo podría significar que se nos agotaba el tiempo, sí Elizabeth había venido a buscarme sólo me decía que todo lo que había hecho para mantener a mi hijo a salvo, ahora ya no importaba.
Mis ojos seguían fijos en Edward, sus ojos dorados me regresaban una mirada llena de confusión, miedo y duda. Su postura era rígida, rostro trataba de mostrarse en calma, pero, siendo honesta, no sé quién de los dos está más pálido.
Sentí una suave brisa sobre mi rostro, mis ojos captaron a Zack, estaba tratando de echarme aire con las manos, detrás de él, mi madre no quitaba su mirada preocupada y asustada de mi rostro.
—Respira —a lo lejos escuchaba la voz de mi hermano en mi mente, pero simplemente estaba bloqueada. Algo dentro de mí me quemaba la garganta y no me dejaba respirar.
—¿Qué… —me aclaré la garganta— ¿Qué pasó? —hable con mi voz entrecortada. Zack se sentó en la escalera junto a mí y se jaloneo el cabello.
—Estaba molestando a Rafael para que me diera un poco del bourbon que trajo a escondidas de Esme, pero Raz se puso de su lado y comenzamos a discutir—rodeé los ojos, eso no me interesaba— Alguien trató de abrir la puerta —la voz de mi hermano era monótona— Carlisle trató de acercarse, pensando que habían llegado ustedes, pero la mole de músculos lo detuvo. —sonreí por el apodo de Emmett.
»Los vampiros parecían querer saltar sobre algo, pero nosotros no veíamos nada— se quejó con un puchero— Alguien comenzó a llamarte —señaló la puerta.— De repente Elizabeth estaba ahí, bastante alterada.
»Raz fue el primero en reconocerla, trató de calmarla pero no dejaba de repetir tu nombre y que te necesitaba —puso una mano sobre mi rodilla— Entonces sin decirnos nada él y Rafael fueron con ella.
—No dijo qué sucedió —podía notar la preocupación en la voz de mi madre. Yo sólo negué con la mirada en mis zapatos, el terror que sentía no se había pasado y no voy a estar tranquila hasta no saber a detalle lo que pasó. Mi hermano me dio un suave apretón con la mano que tenía en mi pierna y nos quedamos en silencio.
Sí Elizabeth se había arriesgado a aparecerse en medio de una mansión llena de seres sobrenaturales, y sobretodo sí había dejado que Edward la viera… un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Nuestro trato fue comunicarnos solo lo estrictamente necesario, así evitábamos sospechas y problemas hasta que todo esto pasara y yo pudiera ir por mi hijo.
—¿Cómo has estado, Charlie? —Carlisle le preguntó para desviar un poco de la tensión que se sentía en el airé. No recordaba que Charlie y Jasper seguían en la puerta.
—He estado mejor —respondió mordaz. Sus pisadas me indicaron que había entrado al salón, y el respingo que dio cuando se vio rodeado de los Cullen casi me saca una sonrisa, casi.
—¿Es diferente la vida aquí? ¿O me equivoco? —Carlisle le preguntó con una sonrisa nerviosa. Sé que tratar con Charlie no es lo más sencillo del mundo.
—Ya me acostumbré —lo miré de reojo, su mirada café iba de un lado a otro, como si quisiera cuidarse la espalda.— Llevo demasiado tiempo en la Terra.
—Charlie también es un ángel.—les expliqué a los vampiros. Los hermanos Cullen lo miraron aún más sorprendidos de lo que ya se encontraban.
—Somos bastantes los que estamos esparcidos por estos rumbos —me mofé sin humor.
—Mí misión es regular lo que sucede de este lado del planeta —dijo Charlie —Debía poder ganarme la confianza de los humanos para que no sospecharan.
—Un jefe de policía de un pueblo fantasma —Zack lo miró burlón.
—Nunca sospecharon —Charlie sonó orgulloso.
Nos sumimos en un silencio más relajado, pero seguía ese algo que nos hacía sentir incomodos.
—Bella —la voz de Edward me llamó. Giré mi rostro en su dirección. Había recuperado la compostura y me miraba con cautela. —Puedes… yo… necesito saber… —balbuceo un poco.
De la nada estaba arrodillado frente a mí, dudó un poco pero finalmente se animó a colocar sus frías manos sobre las mías. La familiar corriente eléctrica recorrió mis brazos, mis labios se curvearon en una sonrisa y mis ojos miraron esos obres dorados que me volvían loca.
—¿Cómo es posible? —me preguntó suplicante. —Mi madre murió hace más de 100 años— su rostro se crispó con dolor— Yo vi su acta de defunción. —sus labios temblaban mientras hablaba— Y ahora aparece aquí, frente a mí.
Lo miré sintiendo un nudo en la garganta.
—Tú también tienes un acta de defunción —susurré. Retrocedió un poco al captar mis palabras. —Pero, la diferencia es —tomé aire— Elizabeth sí está muerta.
—Pues yo la vi muy viva —la burla de Emmett se escuchó desde el fondo del living. Desvié mi mirada de Edward hacia Rosalie para agradecerle el golpe que le dio a su marido.
—Lo que vieron fue su alma —miré a Edward con cautela. —Cuando un humano muere, lo único que queda es su alma. Para siempre.
—Todos los que alguna vez fueron humanos —hablé despacio— tienen un alma.
Edward me miraba muy serio. Conozco a la perfección sus ideas sobre el alma, por eso quise dejarle en claro que él aún tenía una. Decidí dejarlo que procesara esa información, sobre todo necesitaba que la aceptara.
Puse mi atención en los demás hermanos Cullen, sus perfectos rostros estaban llenos de confusión, miedo, sorpresa, asombro, incredulidad, angustia, preocupación, y aunque me negara, sus miradas eran de amor.
Solté un suspiro demasiado exagerado. Son mi familia, y se merecen la verdad.