El corazón del ángel

Capitulo 18; Sol y luna

Y hay amor prohibido hasta entre los astros celestes: La diosa Luna y el ancestro Sol, condenados a nunca encontrarse, se fugan de cuando en vez y retando al mismo destino, salen para verse frente a frente.

Este acontecimiento jamás pasa desapercibido, eclipsan una danza sublime y se funden en un solo ser. En el perfecto acto de amor.

 

 

 

Bella (POV)

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—¡¿Y tú la dejaste sola todo ese tiempo?! —el grito alarmado de Gabriel me hizo dar un respingo. Su mirada estaba acusando a Raz, éste solo lo miraba con enfado.

 

—No me grites, Gabriel —le gruñó en respuesta— Estoy justo aquí.

 

—¿Recuerdas la misión de curar a los niños de una aldea prehistórica en África que habían sido víctimas de posesiones demoniacas que les habían provocado tripanosomiasis en la piel? —Le pregunté a Gabriel, él solamente asintió.

 

Rafael comenzó a toser para ocultar la risa que le amenazaba con salir, Raz y yo solo mirábamos en dirección a mi padre esperando que pensara en lo estúpido que eso sonaba.

 

Carlisle tenía una mirada divertida que trataba de esconder, él sabía que esa enfermedad estaba relacionada con el sueño, no brotaba en la piel. Gabriel lo pensó unos momentos hasta que finalmente soltó un jadeo de sorpresa.

Bastantes años después, por fin se dio cuenta que había sido un engaño.

 

—Cuando Rafael sacó a Bella de los entrenamientos, no le tomé mucha importancia —dijo Raz encogiéndose de hombros. —A veces lo hacía porque tú la llamabas o cosas así. Pero me alarmé cuando pasaron días y no había rastro de ella. —me miró intensamente, yo sentí la vergüenza comenzar a asomarse en mi rostro— Así que busque a mi padre y lo confronté.

 

»Al principio se rehusó —Raz fulminó a Rafael. — Pero terminó diciéndome todo —sonrió victorioso— Cómo era de esperarse, fui a por ella. —negó agachando la cabeza— Imagina el infarto que me dio al verla rodeada de neófitos.

 

»Dijo que estaba bien y que quería hacerlo sola, me ordenó que volviera a casa —me dio un leve empujón, yo le sonreí mostrando mis dientes—Como si la fuera a dejar —sus ojos azules me miraron provocando que algo se moviera en mi interior— Me quede vigilándola.

 

—A ti no te conocía—Jasper le habló con enfado— y de repente te apareces queriendo matarnos a todos para poder llevártela —bufó— Casi se me vuelve a parar el corazón.

 

Raz y yo sonreímos divertidos mientras nos encogíamos de hombros.

 

—De vez en cuando Jasper me premiaba por mi enorme esfuerzo —dije con voz neutra— Me daba la libertad de perderme por unas semanas. —chasqueé la lengua— Conseguía dinero para mí y con un juramento de que iba a regresar, me dejaba irme a donde yo quisiera.

 

—Obviamente Raz aprovechaba esos momentos para ir conmigo, ponernos al día de las situaciones y simplemente pasar un buen rato. Dos adolescentes recorriendo el país. —Le sonreí, acuné su mejilla con mi mano, él cerró los ojos y se inclinó más hacia mis dedos.

 

—Te estas desviando del tema —la rudeza de la voz de Edward me alejó de un salto— ¿Por qué eso es importante?

 

—Está celoso —Jasper me dijo en su mente. Sonreí con malicia —Sigue hablando o es capaz de atacar a Raz.

 

—Porque lo es —le dije tratando que mi voz saliera filosa— Es muy importante mencionarlo.

 

Le di una mirada de pocos amigos— En una de esas salidas, algo paso… —respiré para mantenerme tranquila. —Algo que desencadenó muchos problemas.

 

—Viene la parte difícil —Raz, Zack, Jasper, Rafael, mi madre y yo dijimos al unísono. Sólo nosotros conocíamos lo que iba a contar.

 

A mis espaldas, Raz se tensó y me rodeo con sus brazos. Jazz se separó de su esposa y se colocó al fondo, en un lugar donde nos podía monitorear a todos. Rafael se cruzó de brazos analizando a su alrededor, listo a cualquier movimiento. Y mi hermano se acomodó junto a mi madre, puso una mano en su hombro y mantuvo la vista sobre mí.

Los demás se notaron confundidos por los movimientos de ellos, pero no mencionaron nada. Me sorprende que los Cullen estén verdaderamente callados.

 

—En 1905, Jasper me dejó irme pos dos semanas, Raz y yo organizamos nuestras pequeñas vacaciones, cómo siempre. —mi voz empezó a temblar de sólo recordar las cosas. —Decidimos ir a chicago, habíamos escuchado que acababan de construir un enorme edificio y queríamos verlo.

 

—Pasamos unos días en la ciudad, —tomé un trago a la botella en mis manos— La vida ahí era, interesante. —me reí de mi propio chiste. —Mientras dábamos un paseo por la ciudad, llegamos a un vecindario. Era bonito, pertenecía a la clase media-alta de la ciudad. Sus casas parecían amplias y cada una tenía un pequeño jardín en la parte trasera.

 

—Debíamos atravesar ese vecindario para poder llegar al Teatro —entrecerré los ojos trazando un mapa en mi mente— Cuando íbamos pasando escuchamos un fuerte golpe y la reacción de un niño llorando.

 

—Al inicio no le tomamos mucha importancia, —Raz continuó—Pudo haber sido un pequeño accidente, un tropiezo, algo se había caído. No lo sé —sentí que se encogía de hombros —Pero el llanto del niño no cesaba, y aparte demostraba que  estaba sintiendo bastante dolor.

 

—Lo buscamos, seguimos el sonido de su llanto hasta unas casas más delante, —dije con un aire nostálgico— Parecía que estaba solo en la preciosa pero sencilla casa.

 

—Recuerdo que había un gran árbol, en una de sus ramas colgaba un improvisado columpio que tenía una cuerda rota. —sacudí mi cabeza para despejarme— Más adelante, en la hierba del jardín, estaba un niño que parecía tener 4 años, abrazaba su cuerpo con sus manitas y seguía llorando inconsolable.




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