-Y luego cruzé el césped cuando estaban jugando los chicos, y uno de ellos lanzó el balón y de todas las direcciones en donde pudieron caer.... Me dio a mi. – James.
No pude evitar reírme a carcajadas de tan sólo imaginarme esa situación, James siendo golpeado por un balón.
Esta mañana había sido igual que las demás, levantarme tarde, llegar tarde; Les había contado a las gemelas del tipo que escuche en la biblioteca mientras desayunábamos en la mañana y ellas le habían restado importancia, sabían que yo no caería ante ese chico, menos cuando ya me había enterado de su plan.
Estaba en la cafetería con las gemelas a ambos lados de mi quienes me miraban con diversión.
—¿Es James, no es cierto? — yo solo me limite a asentir con un leve movimiento de cabeza.
-JAJAJ ¿no te lastimaste?– Madi.
-No, sólo me golpe la cabeza - James.
No pude evitar rodar los ojos divertida, James y su optimismo.
Camine a clase de literatura cuando el timbre indicando que el receso había acabado; sonó. Las clases de literatura eran horribles y no es porque no me gustara la materia, si no por el hecho de tener que soportar una hora entera a la profesora Joy y sus relatos de como su gato se escapó de su casa, pues con una dueña como ella ¿Quién no se escaparía?
Ayer ese fue el tema de la clase, la anciana y su gato el que ama vivir sin escuchar los relatos de la señora, como todos nosotros en clase.
¿Cómo puede sobrevivir ese gato el vivir con ella?
—¿Puedo sentarme? — Había estado divagando con el gato de la señora Joy que no me di cuenta la hora en la que me había sentado en mi lugar.
Desde ayer este era mi lugar, porque no me gusta compartir asiento con alguien más, es como si compartieras tu comida, nadie comparte su comida.
Su voz se me hizo conocida, pero no le tome importancia. Seguí viendo fijamente al pizarrón frente a mí como si éste fuera lo más interesante en el mundo.
—Da igual— contesté mientras mis pensamientos divagaban una vez más, pensando en el futuro desenlace de la serie que había empezado la noche anterior.
—De malhumor por las mañanas, ¿eh?— Volvió a hablar el chico de la voz seductora una vez que tomo asiento a mi lado. Y esta vez estaba más que claro el porque su voz se me había hecho conocida. Era el idiota de la biblioteca.
—No te incumbe mis cambios de humor— respondí con una sonrisa cínica en mi rostro.
Hizo una mueca rara con sus perfectos labios color rosa. Lo tenía cerca así que pude apreciar lo que aquel día en la biblioteca no pude, sus ojos eran la descripción de atrayente, un par de perfectos verdes aceitunas con una aureola color ámbar a su alrededor, simplemente no podrías apartar fácilmente la mirada de ese par de orbes seductores. Sus cejas eran pobladas y color negro, su cabello era lacio y de color castaño, su cuerpo era delgado, pero se podía notar su trabajado abdomen por encima de su camisa blanca, su piel era pálida y tenia una sonrisa arrogante pintada en su angelical rostro.
—Vamos, solo quiero hablar con mi nueva compañera de asiento— dijo con la cara más inocente que nadie le creería. Si estuviera en un detector de mentiras, este ya hubiera explotado.
—Tú y yo sabemos que es lo que quieres, así que no trates de conversar conmigo— Trate de ignorarlo sacando mi cuaderno y un lapicero, abriendo la libreta y anotando en una hoja en blanco la fecha de hoy para cuando la clase comenzara.
—¿Qué es lo que quiero, según tú?— pregunto con voz seductora, algo muy normal en él. Puso ambos brazos en la mesa, y apoyo su cabeza en su mano izquierda, prestando total atención a mi rostro.
—Ganar esa apuesta — El rostro de tranquilidad que tenía, había desaparecido, su confianza se había ido por la tubería más cercana y mis labios formaron una sonrisa arrogante. Antes de que pudiera decir algo yo continúe.
—Se que tu amigo y tú hicieron una apuesta. Chica nueva de primer año, hormonas alborotadas, presa fácil para romperle sus lindas y cursis esperanzas— rodé los ojos con fastidio, él idiota que tenía enfrente, cruzó ambos brazos en su pecho, provocando que sus bíceps pudieran ser notados en su debilucho cuerpo— chico popular y mujeriego de un curso mayor, ¿Esperabas que yo fuera tu presa? Estas equivocado, yo que tú me buscaría a otra. Yo jamás cumpliría tu apuesta, no podrás, es mejor rendirte, en las apuestas de ese tipo, uno sale lastimado, y puedo asegurarte que no seré yo.—
—¿Porque tan segura?— preguntó con sorna. Su sonrisa confiada volvió a su apuesto rostro.
—Yo no caigo en las trampas de personas como tú que hacen apuestas sólo por diversión, yo no terminaré en tu cama, no terminaré enamorada de ti, y mucho menos terminaré con un corazón roto, porque si sigues con esto, el único corazón roto, será el tuyo— Termine mi perfecto discurso y le hice una reverencia al chico para luego salir de mi lugar y cambiarme a otro.
Bien, puse al playboy en su lugar.
Herí su ego, y un hombre con el ego herido es peor que una mujer en su periodo.
Así que doy por seguro, que no volverá a molestar.