El corazón del playboy |#1|

Capitulo veintisiete

 

Cuando dije que nada podría salir mal, estaba tan malditamente equivocada, todo podía salir mal si tenías que asistir a una fiesta con un traje de baño.

No es que tuviera poca autoestima y el hecho de tener que usar traje de baños me causara escalofríos, aunque si me causaba escalofríos, pero no era porque tuviera baja autoestima, si no, porque no me sentía cómoda usando poca ropa con cientos de desconocidos a mi alrededor.

– Vamos Madi, no seas aguafiestas – reprochó Charlotte con un mohín en sus labios, Chelse le propino un codazo – para nada disimulado – en el abdomen a su hermana.

– Si Madi no quiere usarlo, no podemos obligarla – dijo encogiéndose de hombros mientras tiraba al carrito detrás de ella, varios trajes de baño de distintos colores para llevárselo al probador.

– Saben que es algo ilógico llevar trajes de baño cuando estamos en pleno invierno.

Las gemelas se miraron entre si para posteriormente observar los trajes de baño que habían metido al carrito de compras.

– Pero esta pronosticado buen tiempo para esta noche, no habrá frío – balbuceó Chelse sin quitar su vista de las prendas que yacían en el carrito.

Aunque tuviera un buen punto y la pronta llegada de la primera estaba a la vuelta de la esquina y eso nos garantizaría algunos días sin frío, aún así me negaba a usar traje de baño.

– Vamos Madi, aunque sea uno que no muestre mucha piel – siguió insistiendo Charlotte a lo que volví a suspirar dándome por rendida.

– Esta bien. Me llevare este – dije tomando un pareo de playa color turquesa. Las gemelas asintieron emocionadas.

– No debes de ponerte muy quisquillosa con eso, de todas formas Allan Pemberton no irá – dijo Charlotte con desinterés.

– ¿Él no irá? – pregunté con curiosidad.

– Allan Pemberton no acostumbra a ir a fiestas.

Bien. Eso estaba perfecto. Sería un día mas en el que podía negar rotundamente los sentimientos que amenazaban por desbordarse. Solo tenía que mantenerlos al margen en lo que aclaraba todo a mi alrededor. Tenía que aceptar que Allan Pemberton solo era Allan Pemberton y el único lugar al que él podía escalar en mi vida, era el de una genuina amistada, nada mas. Ni mas, ni menos, no podía haber otra relación mas que esa. Bah, a quien engaño, era un completo desastre en estos momentos. No podía ordenar mis pensamientos ya que Allan Pemberton no podía salir ni siquiera un momento de ahí.

Ahora solo rogaba para que éste día pasara demasiado rápido.

– No crean que se me ha olvidado que me vendieron hace un par de días – reproché mientras me quitaba las prendas que traía para probarme el pareo que había escogido.

Ya que estábamos en diferentes probadores, no podía ver sus reacciones nerviosas que de seguro estaban haciendo.

– Sobre todo tu Charlotte, te has esforzado en decirme que Allan Pemberton es una mala persona – seguí reclamando ante su silenció.

– Aún no lo acepto del todo – la oí balbucear nerviosa. – Pero no creo que vaya hacerte nada, se a pegado a ti como un chicle en un zapato y se niega a despegarse por nada del mundo. Ya sabes, no creo en esas cosas de que el amor lo puede todo, pero él no parece ser un mal chico.

Sonreí para mis adentros al escucharla. Allan podía ser un tipo exasperante en algunas ocasiones, pero yo tampoco creía que él fuera un mal chico.

 

 

 

                                                                                        …

 

 

 

Al llegar a la fiesta, supuse que eran alrededor de las seis de la tarde al ver que el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. Afortunadamente para todos, el clima era aceptable para una fiesta de playa, no había tanto frío como los días pasados y tampoco había un calor exagerado.

A penas pise la arena, las gemelas Brooks se apresuraron a irse corriendo de mi lado para disfrutar de la animada música que provenía de las bocinas que algunos estudiantes habían traído de sus casas. Bufé resentida al verlas entre el cúmulo de estudiantes moviéndose como si fueran unas serpientes y el mundo estuviera por acabarse mañana.

Resople nuevamente al verlas. Me habían convencido por largas horas para hacerme venir solo para que después fueran a dejarme completamente sola en la fiesta donde parecía que habían mas estudiantes que los que normalmente asistían a la escuela.

Lo que si debía de agradecer por haber venido con ellas, era el banquete de bocadillos que había en la gran mesa de plástico color blanca que se encontraba a lado de la improvisada pista de baile. Había sándwich, banderillas, rebanadas de distintas frutas y algunas golosinas.

Así que mientras que todos parecían estar ensimismados con frotar entre sí sus cuerpos sudorosos, yo aproveché la oportunidad para tomar un plato y servirme cuanta comida fuera necesaria mientras disfrutaba viendo a los chicos de mi facultad hacer el ridículo, sentada en la arena frente a ellos.

Extendí la toalla color lila que Chelse había traído consigo para después dejarme caer encima de ella, mirando el espectáculo para después contar las horas que faltaban para poder irme de una vez.

 

 

Me lleve otra rodaja de kiwi a la boca mirando con aburrición a las personas que bailaban y reían frente a mi, las gemelas se habían dignado a venir a verme después de unos minutos interminables de baile, solo para decirme que fuera con ellas, a lo que claramente me negué y a ellas pareció importarles poco mi falta de diversión y se fueron nuevamente a lo suyo después de que los chicos lograron encender la fogata.

Dejé salir un suspiro agotado, estaba comenzando a irritarme la idea de estar aquí sentada en completa soledad esperando a mis primas como si fuera una estatua.

– Si ibas a estar así en una fiesta de playa, te hubieras quedado en casa.

La voz risueña y ronca a mis espaldas no era de ninguna persona desconocida, en cambio, era la voz que taladraba en mi cabeza cada vez que pensaba en él.




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