Capítulo VI
Lord Fernando VIII
El desembarco
Se encontraban comiendo la ensalada en el banquete real los nobles cuando una noticia les perturbó, un heraldo entró apresuradamente en la Sala Real, anunciando que se había avistado personas en las playas del Mar del Norte descender de un barco blanco con velas rojas, con un dragón amarillo en la proa. Eran una tropa de caballeros armados, portando brillantes armaduras de placas en diversos colores. Antigua guardia de un olvidado y arcaico príncipe de las Nobles y Altas Casas de Galia y Vikingas, portaban el estandarte de la rutilante flor del Sol Dorado y dos leones dorados en posición de ataque. La Archiduquesa Marylin reconoció en aquel instante la descripción de esos esplendorosos pendones, pues eran bastantes parecidos al vetusto Blasón de la Rosa Argenta de Lady Marylin, con la diferencia, de que la insignia que usaba Guillermo era más parecida a un girasol de oro; así la Duquesa Marylin, sobresaltada, se paró en sus pies y le advirtió al Rey Interino Felipe I.
Marylin - Es mi hermano menor, Guillaume para los galos, Vilhelm de Normanni para los vikingos, también llamado “El Caballero Sol” para sus enemigos, Guillermo Salomón para los nobles ínter-pares de mi casa, William para sus hombres, “Príncipe Fernando VIII” para la casa oscura del Anti-imperio, apodado “Suleiman” para el Reino Magnifico de Malki-Tzedek cuando decidió mi hermano separarse del anti-imperio siendo vencido por las tropas del Imperio. Es de igual forma hermano de leche del virrey Lord Tom I. Hace muchos años que le perdí la pista. No entiendo cómo es que llegó a estas lejanas tierras ni mucho menos sus propósitos, no deben ser nada buenos siendo sincera, pues aún la furia de haber sido vencido por Malki-Tzedek debe estar en su sangre, prometió vengarse de la casa de los McHael cuando supo de la caída del Castillo del Dragón. Aunque desterrado de la casa de Bad-ness, aún tiene los mismos ideales de tal reino y busca sin cesar que le reasignen a su puesto, pues él sería el heredero al trono y corona de Bad-ness, aunque yo soy mayor en edad que él no me es posible tener tal heredad mientras existan varones en mi familia, así es la ley del Anti-imperio, por el contrario, mi hermano puede acceder a ese derecho si lo reclama.
El Noble y radiante “Caballero Sol” portaba una armadura dorada que brillaba resplandeciente a voluntad, según narraban las leyendas, pero era más por el reflejo del Sol. Por ello su apodo y renombre. Cuyo lema de su Casa era:
“Sol lucet ómnibus”.
Su coraza tenía inscripciones nórdicas, una falda de loriga que sostenía su gran cinturón con una hebilla de Sol radiante en forma de flor de margarita, largas botas doradas que le llegaban hasta las rodillas y una capa pequeña del mismo color pues estaba tejida con hilos de oros.
Su yelmo simple sin inscripciones que le cubría hasta las mejillas, pero dejaba ver su pequeña barba rubia recortada a la misma altura, haciéndola parecer rectangular, “cabeza redonda” era el estilo.
Era mucho más alto que la mayoría de quienes conformaban su aguerrido batallón acorazado, con la altura idónea como “El Antagón”, sin embargo, no rebasaba el tamaño de su noble hermana. Convocaba con una voz ronca, que se hacía oír aún en la más cruenta batalla cual ruido en caverna y sus ojos de color miel en forma de soles (pues tenía heterocromía central completa), su piel blanca como la nieve fresca. Sus cabellos eran rubios pues aun la nieve de los años no tocaba ninguno de ellos, que solo asomaba su melena lacia y dorada debajo de su casco de oro; también usaba como arma su espada de una mano, manufacturada por herreros enanos de otro tiempo, antiguos siervos del reino maligno de hoja filosa dorada y de oro macizo la empuñadura manufacturada por los férreos enanos, que fueron esclavos de su padre, con un sol como símbolo en el guardamano.
Guillermo Salomón o “Fernando VIII” tenía una personalidad verdaderamente avasallante, su carisma impresionaba a sus propios seguidores a quienes siempre hacía reír con sus ocurrencias y bromas que hacía de vez en cuando. Era una persona que se hacía querer, pero en ese entonces cargaba una culpa por no haber estado presente cuando cayó el Castillo del Dragón a manos de Lord Mikael I, no pudiendo defender a su madre, ni a sus hermanos, hermanas, hermanastros y hermanastras que se encontraban en aquel lugar. Vivía creyendo que había sido su culpa aquel suceso y su padre Bad-ness también le hacía creer eso cuando podía, incluso al desterrarlo. Empero Fernando VIII supuso que, si destruía la casa de Mikael, su padre le quitaría el destierro y seria nuevamente bien recibido en su Casa.
Aquellos que le vieron combatir decían que era como ver a un león dorado atacar a su presa, nunca falló un golpe de espada hasta ese día, cuando le observaron anclar su dañado y pequeño navío. El cual había sido varado por la corriente del Mar Azul en el extremo norte del territorio, en la península de los Faros.
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Editado: 21.01.2019