El Cuaderno de Albert

Café

El tono de llamada de mi teléfono hizo que comenzara a retorcerme sobre mi cama, logré tomarlo con los ojos cerrados aún y contesté picando la pantalla con mi dedos.

—¿Hola?
—¿Luan? Dios ¡Sigues dormido!

La voz enfadada de mi madre hizo que  abriera los ojos de golpe, por instinto despegue el teléfono de mi oreja y mire la hota 10:30a.m.

Me puse de pie y busque mi bóxer, una ves que lo encontré comencé a ponérmelos.

—Estaba bastante cansado, me quedé dormido.
—¡Pero si llegaste en la tarde!

Mire a la chica que se encontraba acostada en la cama, su cabello rojizo estaba alborotado, palpe la sabanas de la cama y  comencé a buscar por toda la habitación su ropa interior y lo que traía puesto la noche anterior.

—Si, pero me puse a desempacar, acomodar mis cosas y se me hizo tarde.

Una ves que tenía la ropa de la chica, me acerqué a ella, comencé acariciar su brazo, puse el altavoz a mi mamá y tire el teléfono en la cama.

Enrollé mis dedos en los algunos mechones de su cabello, ella comenzó a moverme un poco, hasta que finalmente despertó.

—¿Piensas que te voy a creer?

Sus ojos se clavaron en mi, era hermosa, no lo voy a negar, llamo mi atención en cuánto llegue al bar anoche.

Comenzó acariciar mi brazo y a tratar de pegarse a mi cuerpo, pero fuí más rápido y le dí su ropa.

—Vístete.

Susurré señalando su ropa, ella hizo una mueca, pero terminó haciendo caso.

—¡¿Luan?!
—Si, mamá, me quedé jugando videojuegos, se me hizo tarde.
—Con que me enteré que has salido a uno de esos horribles lugares, te mató ¿Me escuchaste?

Me senté en la cama, viendo como la chica se vestía, lo hacían tan sensual y lo hacía al propósito también. Agite la cabeza y miré hacía otro lado, en específico una estantería vieja.

—Si, si, pero en verdad no he salido. No he tenido ni un poco de tiempo. Además como me crees capaz de salir, es un nuevo lugar que no conozco,

Cuando terminó de vestirse la ayudé a buscar sus zapatos, se los entregué, bajamos las escaleras. Posiblemente le hubiera pedido que se quedará, pero realmente tenía cosas que hacer y la compañía ahora no la necesitaba.

Había sido un milagro que yo allá dormido con ella, tal vez fue la cantidad de alcohol y entre otras sustancias que ingerí. Además era el primer día y si, me había gustado, pero seguramente había mejores.

Le abrí la puerta de la casa, besé sus labios, tapando la bocina del celular para que mi madre no escuchará, una ves que se fue pude concentrarme mejor, revolví mi cabello.

Y ahí estaba el olor intenso a café nuevamente invadió a la casa.

—¿Y la flor?
—Emm, está bien, llegué justo a tiempo, estaba apunto de marchitarse.

Caminé hasta la cocina, empujé la puerta, el olor a café lleno mis pulmones, la cafetera ya estaba apagada, y había una taza en dónde salía el pequeño vapor, algunas tazas ya estaban limpias, acomodas y otras que aún seguían sucias.

—Que bien ¿El jardín? Que tal.

Tomé un vaso, la llené de agua y mire a la flor, sus hojas habían amanecido más vivas, pero seguía viéndose frágil.

Está ves eché el agua con cuidado, apiadándome de ella.

—Bien, está bien, también estaba casi marchitándose.

Me asomé por la ventana, ahora las flores se veían vivas, mucho mejor que ayer.

—Ahora... Todo está bien.

Me acerqué a la taza de café, lo tomé, dude antes de darle un sorbo, pero mi cuerpo y garganta me lo pedían tanto, así que tome un sorbo, estaba al punto y como me gustaba. Pero no lo seguí tomando.

—¿Mamá?
—¿Si?
—¿Sabes si en la casa viene alguien que haga el aseó?

Pregunté mirando el piso resplandeciente y la vajilla salpicada de agua, alguien recientemente había lavado.

—Humm, tu abuelo menciono una ves que le ayudaba una señora, su nombre era... Patrizia, pero por qué lo me había comentado el abuelo era que ella ya no trabajaba en el lugar, estaba bastante viejecita, se había puesto mal  y entonces era su hija la que trabajaba, pero no sé si siga yendo.
—Te pregunté, porque ayer que llegué, la casa estaba limpia, ninguna capa de polvo, había un olor a café, pero al parecer al señora Patrizia o su hija no saben cómo lavar trastes o al menos tazas, encontré la mesa llena de tazas de café, un asco, hoy la gran mayoría han sido limpiadas. Y bueno, hoy también hay café.

Puse la taza de café en la vajilla.

—Posiblemente es ella que está ahí ¿Ya revisaste todo el lugar?
—No, aún no. Pero ¿La hija como cuántos años tiene?

Pregunté jugando con un tenedor, hubo unos segundos de silencio del otro lado.

—¿Por qué?
—Mamá, es para saber si es la persona que estamos buscando, que tal si la que viene es otra persona.
—Tu abuelo había mencionado que era joven, solo eso.

Yo asentí y comencé a tirar todo el café que estaba en la mesa por la vajilla.

—Bien, entonces cualquier cosa te aviso, iré a ver qué encuentro.
—Si, adiós. ¡Y por favor no salgas a tomar alcohol! Un nuevo lugar, puede ser peligroso, aún no conoces muy bien. 
—Gracias, mamá, yo también te quiero.

Colgué el teléfono, y comencé a caminar por la puerta que estaba dentro de la cocina, era la alacena, cerré la puerta y comencé a explorar la casa, en busca de la persona.

No había explorado nada de la casa, había llegado y directo a una habitación.

Entré a la biblioteca, también lucía limpia y acomodada por letras. Encontré el cuarto de lavado.

Y también un salón, en dónde estaba todo despejado y era algo amplió. Había cuadros de paisajes, un tocadiscos, estanterías con libros, un mapa que marcaba lugares con alfileres de colores.

Y entonces por un momento me imaginé a los abuelos ahí, bailando por el salón, leyendo o marcando los lugares en los que había ido. Siendo felices. Eso pegaba mucho con ellos. 

Subí a la parte de arriba, un gran pasillo con cuadros bastante viejos. Paredes blancas, el piso de madera y no olía a polvo, todo era limpieza



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En el texto hay: misterio, amorenitalia, marluan

Editado: 05.08.2024

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