Después del sueño me dispuse a salir de la cama y comenzar a hacer cosas productivas, había despertado de mal humor, me mire en el espejo, las ojeras se veían aún.
Mire con tristeza mi reflejó y solté un pequeño suspiro, me metí a la ducha y después de un baño largó y relajante salí, mi cabello echo un completó desastre, podía compararlo con el gran desorden que tenía en mi mente fácilmente.
Caminé hasta el closet, saqué una camisa blanca de mangas cortas y un short beige, y unos tenis blancos.
Una ves que me vestí fuí al baño a tratar de peinarme.
El olor a café una ves más inundó toda la casa... Café y... Era un aroma diferente y no, no era vainilla.
Me detuve un momento y me quedé quieto tratando de recordar olores, buscando en todos mis recuerdos algo similar, porque el olor se me hacía muy familiar. Hasta que entre bóvedas llenas de polvo encontré el recuerdo, hace bastante tiempo.
Canela...
Café y canela, fruncí el ceño tras recordar que había tenido una discusión con la señora Patrizia y que la había corrido de la casa, y también que estaba apunto de llevarse a Fiore, salí del baño.
Fiore, salí casi corriendo del baño, seguramente la señora Patrizia había vuelto y se la había llevado.
Abrí la puerta de mi habitación, el olor era más intenso, podía afirmar que toda la casa olía a canela y que posiblemente afuera en la calle el aroma podía seguir persiviendose.
Cerré la puerta detrás de mi y corrí por el pasillo en busca del olor, bajé escaleras y el olor fue incrementando, no me fastidio, al contrario hizo que me diera hambre.
Abrí la puerta de la cocina con un empujón, el café en la mesa ya listo y justo a lado un bollo de canela esponjoso.
Fruncí el ceño y busque por todos lados ¿Quién?
Fiore, estaba bien, seguía en su maceta y estaba reluciente, eso me dejó aliviado.
Me acerque a la mesa, toquetee el bollo, era suave y aún estaba caliente.
—¡Buongiorno!
La voz detrás alegré y casi cantando en un tonito hizo que me voltear rápidamente, llevé una mano a mi pecho, podía escuchar los latidos de mi corazón, solté una maldición en voz bajá.
—Con estos sustos a este paso terminé muriendo de un paró cardíaco.—Solté en un susurró.
Seguía ahí, sus ojeras eran mucho más notorias, pero a diferencia ahora lo que pude notar es que había un leve color rojo, como su hubiera llorado, pero sus ojos no estaban hinchados.
Sus labios ya no lucian secos pero su piel seguía luciendo pálida.
Una mini sonrisa se dibujó en sus labios, fue algo que me causo ternura, miró el café y el bollo de canela detrás de mi y después me miró de nuevo.
La miré de pies a cabeza, su vestido era blanco, pero ahora con bordados y tenía un lazo color gris en su cintura.
—Emm ¿Tú-?
—¿El Café? ¿Qué tal?
Me voltee para poder tomar la taza, volví a mirarla, ella se centró en la taza de café que era sostenida en mis manos, pude ver el nerviosismo pasar por sus ojos negros, juntó sus manos y espero a que yo tomará.
Di un pequeño sorbo esperando a que me quemará la lengua, pero no fue así, estaba perfecto, el azúcar y café eran los adecuados y justos.
Ella siguió esperando mi respuesta, dí otro sorbo.
—Esta...bien.
Se puso un mini segundo de puntitas y su sonrisa se volvió en una grande.
Ahora podía ver perfectamente las manchas de su vestido, la mayoría eran cafés y también había harina en algunas partes de su cabello.
Caminó hasta le mesa y señaló el bollo de canela.
—¿Y ese que tal?
Dejé la taza de café en la mesa y tome el plato con el bollo de canela, di un mordisco, la canela era visible pero no tanto, estaba dulce pero era soportable, era tan suave, hizo que me pusiera de puntitas de me balanzara adelante y hacía atrás, era sin duda uno de los mejores que había probado.
La abuela solía hacer bollos de canela, era una de las principales razones por las que me gustaba ir a su casa, siempre para el postre había bollos de canela y los comía sin parar, hasta explotar.
Sonreí y asentí saboreando, volví a dar otro mordisco, era casi idénticos a los que hacía ella.
Levanté la mirada, me encontré con una gran sonrisa.
—Esta delicioso.
Después de terminar de darle un último mordisco caminé hasta la vajilla, puse el plato y taza y tomé un vaso de cristal, eché agua y mire a Fiore.
—Buongiorno, Fiore.
Eché el agua con mucho cuidado de no sacar la tierra y en cuento me giré, ya se encontraba ella sonriendo, mirando a Fiore.
En cuento vió que la observa se alejó y volvió a su posición inicial, cerca de la puerta.
—Oye...
Ella ladeó la cabeza.
—Hace poco...hablé con tú mamá, ya le dije que estaba despedida, en verdad agradezco que hayas estado limpiando e incluso haciendo café...
Seguía viéndome con confusión, su ceño estaba levemente arrugado.
—Tampoco se que tipo de trató tenían con mi abuelo, si les dió dinero de anticipación, pueden quedarselo, pero en verdad, quiero estar solo en la casa.
Ella negó con la cabeza, y entrecerró los ojos.
Ese silencio incómodo apareció por la cocina, dejé el vaso en la vajilla.
—Emm, voy a salir, tengo cosas que hacer, muchas gracias por tú servicio, ya no es necesario que vuelvas mañana e incluso puedes irte hoy y otra vez muchas gracias.
Su rostro era absoluta confusión, yo le dí una mini sonrisa y salí de la cocina, subí por mi cartera y las llaves de mi auto y fuí a hacer papeleos.
...
El frío hizo que me despertará, abrí los ojos con pereza y solté un quejido, la cabeza me dolía.
Me di la vuelta encontrándome con una chica rubia, cuyo nombre no recuerdo. Dormía tan tranquila, estaba enredada entré sábanas. Sin duda la mejor de las tres que había conocido en las últimas semanas.
Pero esa no era la única presencia que sentía, aplaste un poco las sábanas que estorbaran mi vista y justo en la puerta me encontré con ella, su ojeras seguían viéndose igual de horribles o incluso más.