Como si se tratase de un sueño, Liliane despertó en medio de la carretera donde conoció al tipo del traje y sombrero negro y recibió de sus manos como obsequio el cuaderno mágico. No era de noche, pero las nubes negras y la neblina pintaban el paisaje lúgubre. Tampoco llovía, pero llevaba puesta una gabardina de cuero café y sombrero del mismo color.
Examina detenidamente los alrededores, mientras el bosque parece cobrar vida. Las ramas de los árboles crujen y el viento emite un silbido agudo y chirriante, que parece cargado de dolor. Como la carretera lucía siniestramente desolada, supuso que era una invitación para dar el primer paso. Y con ello, el comienzo de una nueva pesadilla.
— ¡Qué patética, señorita Herráez! —señala de repente una voz misteriosa, pero conocida, que tan solo con escucharla le caló hasta los huesos, de horror—.
Se arma de valor y prosigue de frente, ignorando la voz. Al tercer paso siente sus pies pegados al pavimento. Dirige su mirada al suelo y lo corrobora: el pavimento se ha convertido en una mezcla pegajosa que la fuerza a hundirse. Busca desesperadamente algo donde sujetarse, pero está sola. Lo único que le queda por hacer es gritar con todas sus fuerzas, mantener el equilibrio o esperar que aquella voz misteriosa vuelva a hacerse presente.
Nadie acude a su rescate y siente como el fin de su existencia se acerca inexorablemente.
— Mamá, papá, los amo... —dice mientras se funde en un charco de lodo aderezado con sus lágrimas—. Ryan, amor mío... Melanie... Los veré en el más allá.
Tiene el cuerpo enterrado hasta los hombros y mientras el cuello comienza a formar parte de la tierra siente la presión en sus pulmones y la dificultad de proveerse de oxígeno. Convierte las manos en puños y golpea la mezcla pegajosa en un intento por alargar la agonía, pero es en vano. Empieza a atragantarse y a perder la consciencia. También desea que en esta ocasión el sufrimiento cese de una vez todas y para siempre.
— Todavía no es la hora —replica nuevamente la voz conocida, mientras ejerce un tirón que la desprende de la tierra como una tubérculo en época de cosecha—.
Cae pesada y temblorosamente al costado de la carretera donde la hierba forma un colchón frondoso y delicado. Abre la boca como un pez fuera del agua para recuperar el aliento y logra enfocarse en el personaje que tiene al frente, aunque la imagen aún no sea nítida.
— ¡No creí que volviéramos a vernos tan pronto! ¿Cuánto transcurrió desde ese día? Tres semanas. Un mes.
Liliane recupera el sentido de la vista y repara en quien tiene en delante: es Él. El tipo del traje y sombrero negro en persona.
— Pues no han sido precisamente unas vacaciones en Orlando... —responde la joven con voz ronca y entrecortada—.
— Pues a diferencia de otros mortales, tú posees un instrumento capaz de conceder tus más profundos deseos. ¿Acaso no has podido sacarle el máximo provecho?
— Digamos que resultó más difícil de lo que esperaba...
Liliane se reincorpora con dificultad y echa un suspira. Lleva la gabardina destrozada, los brazos llenos de rasguños superficiales y el sombrero en mal estado.
— Supuse que te comerías el mundo... Para eso era el cuaderno, ¿no?
— Pues te has equivocado amigo. La verdad es que el mundo se ha servido de mí para preparar su banquete más suculento. Primero Enrique nos abandona y luego mi madre es una maldita hipócrita... Ryan permanece internado en una clínica de mierda y para rematar Melanie descansa en paz. ¿Se puede pedir algo más siniestro?
— Eres hermosa, popular y sexy, como lo deseaste... ¿Acaso no te parece suficiente?
— ¡Mentiste! Me dijiste que el cuaderno haría realidad todos mis deseos, por más tontos y ridículos que éstos sean...
El tipo cambia de expresión entonces: su mirada ahora se vuelve más sombría de lo acostumbrado y en sus ojos se encienden círculos de fuego. Aquellas palabras lograron calar en sus entrañas.
Chasquea los dedos de repente y hace aparecer el cuaderno mágico. Está perfectamente conservado, como el día que se lo entregó. Señala la portada con un dedo envuelto en llamas y pregunta:
— ¿Acaso no has leído lo que se escribe aquí? Dice claramente Lili. ¡Lili! ¿Entiendes? No Enrique, Soledad, Deborah, Ryan, Scarlett o Melanie. ¡LILI!
— Me engañaste...
— No jovencita, no. Te engañaste tú misma. O, mejor dicho, no prestaste atención detenidamente a mis instrucciones.
Editado: 04.12.2019