—El juez tuvo en cuenta la reciente pérdida del embarazo y la limpieza en el historial de María, que fue detenida por «causa probable», ante lo cual, firmó su libertad restringiendo, eso sí, su alejamiento de la ciudad hasta que el crimen sea esclarecido —detalló el abogado a los primos, que aguardaban impacientes la salida de la chica—. Hoy es treinta y uno —continuó, dirigiéndose a Bruno— por lo que solamente trabaja una guardias en Tribunales, no creo que me den mucha bola...
—Pero, ¿en enero no es la feria judicial? —preguntó Lorenzo, afligido.
—Sí, sí, pero igual atienden. De otra forma, pero atienden —lo tranquilizó el doctor y, volviéndose al policía, continuó—: El lunes mismo voy a interponer un escrito por el tema del bebé y del hospital, para que se adjunte a la causa de los hallazgos en la casa.
—Gracias —repuso Bruno desviando su vista hacia el pasillo, por donde una demacrada María se acercaba en silla de ruedas, acompañada de un enfermero. Lorenzo corrió hacia ella y se fundieron en un cálido y necesitado abrazo.
—¿Ustedes se encargarán de la chica? —preguntó el letrado.
—Sssssi —Bruno se preguntó dónde los llevaría. La casa estaba bajo restricción policial y a esas horas, cerca de las diez de la mañana, estarían completando la faena de extraer los bloques de yeso encontrados—. No te preocupes, yo me encargo —aseguró al recordar que aún tenía consigo las llaves del departamento de Campos—. Vos ocupate de que todo termine lo antes posible y pasame por whatsapp tu número de cuenta así te hago la transferencia.
—Te lo voy a agradecer muchísimo —sonrió el abogado para despedirse luego con un apretón de manos.
Bruno se rascó la cabeza. Sus ahorros irían a parar, con la velocidad de un click, a la cuenta del facultativo. Otro año sin vacaciones, pensó, resoplando. Espero que valga la pena.
*
El resto del día se les hizo raro. Estaban en el departamento de un desconocido, con casi nada de ropa y con una María aturdida aún por los últimos acontecimientos. Bruno había hablado con su comisario quien, luego de explicarle la situación en la que se hallaba, le dio el permiso para extender su licencia. Lorenzo, por su parte, habló con don Emilio por la misma razón; recordó entonces, que éste le había ofrecido alguna vez los servicios de su hijo abogado. Pero resultó que el muchacho estaba en Europa, disfrutando de una retrasada luna de miel tras haberse casado seis meses atrás. El chico suspiró, le hubiera gustado aliviarle los gastos a su primo. Y ojalá algún día pudiera darle a María una decente luna de miel.
—No te preocupes, Lorenzo. Ya mejorará todo —manifestó su primo tocándole el hombro—. Lo importante es que ni vos ni tu mujer tengan problemas legales y que si ese hospital anda en algo raro, paguen todos los implicados.
—¿Encontraron mi celular? —preguntó María, que acababa de levantarse. Ambos muchachos giraron al mismo tiempo hacia ella.
—Sí —dijo Bruno—, se lo llevé a un amigo para que extraiga todo lo que hay. Hasta lo que ya se ha borrado.
—¿Estás bien? —preguntó Lorenzo acercándose.
—No... —respondió la chica, temblando—. Fue Dinorah... Me quiso matar...
—¡¿Cómo va a querer matarte, María?! ¡Era tu amiga!
—¿Me podés contar lo que pasó? —preguntó Bruno con algo más de calma que su primo.
—Fue a la cocina a hacer mate... me miraba con desconfianza, como si me tuviera miedo... le pregunté por qué... Yo quería saber por qué y desde cuándo era tan amiga de los Ochoa... entonces levantó un cuchillo...el que usamos para la carne y comenzó a acercarse...no dijo nada, solo se empezó a acercar...y...yo...yo levanté la pala... y entonces apareció la sombra...
—¡Uf, María! —protestó Lorenzo—. ¡Otra vez con la puta sombra!
—Dejala seguir —replicó Bruno levantando la mano—. ¿Qué pasó?
—¡No le des manija con esas boludeces, Bruno! —insistió su primo.
—¡Callate, Lorenzo! Seguí, María, ¿qué pasó después?
—La som-la sombra la agarró por la cintura, la levantó y la tiró por la ventana, ella quedó sobre el marco y el vidrio cayó... Y enton...entonces la sombra me indicó que siguiera cavando... y llegó Raquel y gritó...y no...no me acuerdo más...
—¿Raquel estuvo en la casa?
—Sí.
*
Por la tarde los dos muchachos salieron a comprar algunos alimentos. Era día festivo por lo que, en pocas horas, no encontrarían nada abierto.
Prepararon una cena simple y cuando aún faltaba una hora para que el ruido de la calle les anunciara que el dos mil diecisiete había comenzado, el teléfono de Bruno vibró.
Era su amigo, el técnico, que ya había logrado extraer información del celular de María.
—Te lo envío al mail ¿Te acordás la clave?
—Sí.
Abrió la laptop de Campos e inició sesión. El correo tardó varios minutos en entrar; la espera se hizo tensa.
Al abrirlo, enmudecieron. María llevó su mano a la boca, sollozando. En la pantalla aparecían las fotografías de un bebé recién nacido.
—¡Es Beltrán! —gimió la muchacha—. ¡Está vivo y alguien lo tiene!
Lorenzo la abrazó con lágrimas en los ojos mientras Bruno continuaba descifrando los mensajes encriptados bajo las imágenes. De pronto señaló algo.
—Este es el número del que proceden las fotografías.
—Yo no tengo memoria para los números de celulares —murmuró Lorenzo.
—El de Dinorah terminaba en setenta y seis...igual que ese... —agregó María con los ojos llorosos, muy abiertos.
—Ya lo averiguaremos. —Bruno le agradeció a su amigo el trabajo y descargó la información en un pendrive que llevaría al día siguiente a la comisaría.
Les costó muchísimo dormir, pero una luz de esperanza latía en sus corazones cuando los fuegos artificiales y los cohetes anunciaron el comienzo del nuevo año. Lorenzo y María se abrazaron muy fuerte, se llenaron de besos; mientras el primo, sonriente, asintió con la cabeza, y bebió hasta el fondo, su vaso de cerveza.
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Editado: 01.12.2022