¿Qué he hecho, acaso no era yo quién rogaba por su cariño? El transcurrir de los años no he hecho más que reñirle por su falta de amor, deseando una y otra vez su amabilidad, quizás me acostumbre a ello, resultándome extraño o hasta incómodo, su...su toque.
He venido a despedirme, a agradecerle por todo lo que ha hecho por mí. Mi acción fue imperdonable porque ha creado una mayor brecha entre nosotros, no planeo hacer lo mismo cuando entre a esa oficina.
Sin embargo eso no justifica sus malas acciones.
Aún sabiendo que no tengo cura a pesar de aceptar mi realidad, insiste en investigar, saliendo, dejándome abandonada aquí, sin afecto y vacía. Tratándome igual que los pacientes, siguiendo sus reglas sin falta por muchos años, me aprisiona con castigos, no me da libertad, exigo, hablo para que se me de alguna libertad y él me la niega.
Ni siquiera las personas de mi hogar se acercan a mí por saber quién soy y hija de quien soy.
Quiero decirle gracias por todo, quiero decirle que nunca he sido tan feliz cómo estas últimas semanas, que quiero que me muestre sus últimos momentos conmigo siendo lo que nunca fue, cariñoso.
Apuntando mis sentimientos en la última tarjeta sobre mi escritorio donde tengo todas las tarjetas juntas, nublando mi mirada al ver el montón de notas y lo que me ha costado llegar hasta aquí, cerrando de ellos y sentir la calidez de las gotas derramar mis mejillas, pallpando las punzadas de mi corazón y erguir mi espalda, sollozando con dolor.
Suspiro levemente, pasando mis palmas por mi rostro y borrar toda señal de tristeza, no, quiero que me recuerde feliz, con una sonrisa.
Necesito ser valiente.
Me ánimo a ponerme sobre mis pies y me dirijo a la puerta de mi padre, toco varias veces la madera de este al llegar y él abre sin esperar. Trago duro y abro mis brazos hacia él, rodeando su cuerpo, buscando su aroma para recordarla, al igual que su voz, sin embargo esta sensación antigua recobra fuerzas, frunciendo el ceño confusa por la desesperación que carcome mis huesos.
¡Basta!
-Dasha, ¿Qué haces?-La incomodidad es palpable en su tono e intenta alejarme sosteniendo mis hombros, pero yo afianzo mi abrazo, buscando tanto de ese vacio y deseo de tantos años, un poco de amor de su parte, borrando toda sensación aparte de esta, decepcionada al notar que es todo lo contrario.-Por favor, ya no eres una niña.
Formo puños en mis manos, nublando mi mirada negando con mi cabeza con rabia el deseo desgarrador de separarme de él.
¡¿Diablos por qué?!
-Sólo...quiero, un abrazo.-Susurro con la voz.
Mientes...
-¿Qué sucede contigo?-Molesto, de todas las emociones que esperaba de él, esa es la última.
Me alejo, temblando y tomando de mis cabellos extasiada, negando repetidas veces, ¿Qué ha sido eso? ¿Por qué, por qué esta actuando así cuando debe ser todo lo contrario? Necesito su amor, su cariño, diablos lo quiero y sus palabras me desgarran cómo miles de cuchilladas, pero cuando me acerco, me asqueo tanto que es insportable su aroma hacia mí.
Se nubla mi mirada y le quito las fuerzas de mis manos, rendida.
Jamás espere algo bueno saliendo de él, ni de mí misma, pero siendo esta la última vez, al menos, al menos espere que sí.
-¡El afecto de un padre hacia su hija!-Exclamo siendo la primera vez que le levanto tanto la voz.-¿Es tanto pedir que hagas tu papel de padre en mi vida? Me quitas todo, me quitas mi libertad, me quitas a la única persona que me amo y quiso, me quitas el sentido de vivir. ¿A cambio de qué?-La respiración se vuelve dificultosa por todo ese odio acumulado.-Vivir más para estar encerrada e infeliz junto a un hombre que no se comporta cómo mi padre.
Impacta su palma contra mi rostro y se gira por completo mi rostro, abriendo perpleja mis parpados palpando el ardor que se consume justamente esa zona, intensificando todo mi rostro, tocando esa parte levemente adolorida.
-¡He sacrificado toda mi vida por ti, te acepte a pesar de perder a la mujer de mi vida!
Eso jamás lo justificará, jamás.
-¡Pues me perderás a mi también!-Exclamo corriendo a la dirección contraria, a la azotea, llevando conmigo varias miradas curiosas por la acalorada discusión que de seguro se escucho desde afuera.
-¡Dasha!-Escucho su voz lejana, mientras corro con más fuerza para llegar a la azotea sin que pueda verme y abro de esta, ya siendo de noche, cerrando con todas las llaves posibles. Retrocediendo con las lágrimas en mi vista y ese nudo inevitable de mi garganta, mientras sollozo con furor.
Esa presión ejercida de mi corazón, sintiendo cómo se hunde con el pasar de los segundos y ese remordimiento, dejando de lado todas la cosas que me ha causado para pedirle un poco de afecto, olvidando el hecho que me ha restringido de la libertad, del amor, por un poco de afecto.
Mendigando, suplicando de un corazón vacío que fue cegado por el dolor, la amargura de su pasado que nunca pudo superar, sino lo recuerda cómo si fuera parte de su presente, una y otra vez.
¿Acaso no merezco ser feliz? Quiero que él sea feliz, que siga con su vida, pero no quiero aferrarme a un futuro que no existe, a un futuro donde no estaré yo, sino él estando solo.
Me he puesto a pensar mucho que yo posiblemente he sido la causante de su investigación exhaustiva al punto de negarse a conocer a alguien, siendo su objetivo principal, olvidando su vida personal, recordando el pasado porque yo le recuerdo al pasado.
Yo le recuerdo a mi madre.
Gimo presionando mi pecho.