El Deceso de Nuestro Arranque

*37*

Han pasado días desde el suceso con el señor Connor y no han aparecido pistas, ni siquiera Wesley. Como si lo dicho, hubiera sido planeado pero negado por mi padre. Al desconfiar de mí, puede esperarse cualquier rechazo, aunque el hijo del presidente quiera estar aquí, mi padre le negaría sin dudar.

 

Ahora he sido vigilada con más atención que en el pasado, las empleadas me siguen la vista a donde vaya y le comentan a mi padre. Cuando como, ahora lo hago sola por el miedo que alguien se meta en problemas por mi culpa, aparte que nadie desea acercarse a mí.

 

Mi padre ya ni se molesta en verme, no lo he visto en días y me niega cuando quiero visitarlo. Sé que sigue enfadado por el error que cometí, pero que me mantenga aquí cómo prisionera sin poder ni siquiera tener una conversación con el único que podría acercarme, me pone mal.

 

El rechazo, sus miradas acusadoras y el constante acoso de saber qué hago. Y donde estoy, no, eso es más que una prisionera, al menos los presos pueden conversar con otros presos.

 

No sé que les comento mi padre, pero no me suena a algo bueno por lo que dicen tan sólo sus miradas de repudio; Porque para esas personas, mi padre es el mejor de todos, quien fundo este lugar y le da la bienvenida a estos ancianos con enfermedades.

 

No obstante, no puedo pensar lo mismo, ahora no.

 

Mi mano tiembla, mientras tomo con delicadeza el vaso de agua. Sin embargo, la siento demasiado pesado, me fijo en los dedos de mis manos tan blancos, como el color del papel y delgados, más delgados que la última vez que los vi, como finos palillos.

 

Y cuando me fijo en mi mano, una silueta como de una sombra se mueve por debajo de ellos, me sobresalto y me paro de un sólo sobre el suelo, tirando la silla detrás mío. Cuando hago ese acto tan abrupto, un dolor fuerte ataca por detrás de mi cabeza y soy incapaz de sostenerme a mi misma, siendo atraída al suelo, tan inmediato como la piedra en el aire, pero mi cuerpo como pluma en el suelo.

 

Las personas que me ignoraban se reúnen alrededor mío asustados y preocupados. Auxiliando y llamando ayuda, mientras mi vista se torna cansada y me desmayaré en cualquier momento sólo por querer beber agua. Siendo sincera, no he comida en días y sólo el sabor del agua me causa nauseas, ya no esta en mis posibilidades alimentarme con normalidad.

 

No es que no quiera, tan sólo...no puedo.

 

Dejo reposar mi rostro a un lado, cerrando de a poco mis ojos, aunque una mancha roja destella en mi vista. Como esta se extiende y sobresale en mi manga larga, justo en mi muñeca. Me congelo ante las miradas acusadoras y espantadas ante la escena, robando todo color de mi rostro.

 

La ansiedad suprime mi respiracíon irregular y la desesperación palpita mi piel, por escapar.

 

Con todas mis fuerzas, intento aproximar mi otra mano para ocultar de manera estúpida mi herida que había prometido dejarla bien protegida, pero seguro se abrieron las vendas al caer al suelo de manera abrupta.

 

Soy tan estúpida.

 

Aunque un sujeto que jamás había visto en mi vida, me azota la mano y chillo del dolor, elevando mi manga larga completamente y las cicatrices, todas ellas son expuestas en público junto a la marca hecha recientemente, nublando mi mirada sin reparo ante la devastadora sensación de humillación.

 

Las expresiones de asco, junto a las de terror inundan mi mente, junto a sus murmullos que aplastan con fervor mi corazón.

 

-¡NO!-Exclamo, sin poder hacer nada porque no tengo las suficientes fuerzas para salir corriendo, ni siquiera puedo mover bien una sola extremidad. El tono del dolor, rencor, odio y humillación juntos; Sólo provocan que no los quiera cerca, ¡A nadie!-¡Largo, largo joder, LARGO!

 

Con mi respiración acelerada y las punzadas irritantes en mis ojos, me perjudican la vista, nublada de lágrimas. Sin embargo, un sujeto a lo lejos aparta a las personas, poco a poco, viniendo hacia mí, sin poder ver su rostro por lo borroso en mis iris, jadeando entristecida.

 

-Apártense.-Exige molesto, con una bata blanca, me indica que es un médico. No obstante, su rostro me deja sin aliento, tragando duro y mis mejillas arder ante la aparición inesperada de él. Reconociendo de inmediato quién es, por su piel morena y sus cabellos negros, junto a su mirada asiática verdosa.

 

No puede ser, el señor Connor me dijo que sería un compañero más, no un médico.

 

Sin mi previo permiso, se pone en cuclillas, pasando sus manos a los costados de mi cuerpo, cargándome como si se tratará de un bebé entre sus brazos, sin esfuerzo alguno, como sino pesara nada. Caminando en los pasillos y me corazón se tranquiliza al ver que no hay más personas, ya no me están viendo de esa manera, ya no me juzgan.

 

Ya no...me juzgan.

 

-¿Tucker?-Cuestiono al momento de ver que no hay nadie vigilandonos, porque él aquí es un empleado más, suponen que él se encargará de controlarme. 

 

Nos interna en una habitación de medicina, mientras busca con rapidez los medicamentos necesarios para mi herida, cayendo al suelo algunos entre la caja que no son para mí, desesperado. Su silencio es torturador, no quiero ser ignorada por él también. Se pone enfrente mío y de primero se encarga de desinfectar. 

 

Me quejo por el ardor y cierro mis ojos con fuerza contenida.

 

Los abro al ver que echa unas cuantas cosas y al terminar, envuelve mi muñeca. Nunca pensé que él sabía medicina, supongo que para ser compañero de Hades en todos esos sucesos fuertes, su deber es saber sobre medicina.

 

-¡Tucker!-Exclamo cuando él reacciona y me ve a los ojos de pronto, como si hubiera activado un botón para que reaccionaré al instante.




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