El Deceso de Nuestro Arranque

*45*

Salto sobre él apuntando a su cuello, sin embargo él interpone mi camino sosteniendo mi muñeca, son suficiente fuerza para que exclame del dolor al sentir sus dedos insertados en mi heridas de mis vendas, notando que se tiñen de rojo al profundizar sin piedad.

 

-¡AHHH!-Grito afligida por el dolor latente surgiendo ahí, pero no me rindo, tomando de otro extremo un adorno de vidrio y lo reviendo en su cabeza, produciendo miles de pedazos que cortan nuestras pieles levemente y se tambalea hacia atrás soltando mi muñeca.

 

Aturdido, aprovecho corriendo hacia él e insertar la jeringa en su cuello, no sin antes sentir su puño en mi rostro, sin darme la oportunidad de insertar el líquido en su cuerpo, cayendo de espaldas de golpe y gimiendo encurvada por el sufrimiento de mi cuerpo débil ante una acción tan brutal.

 

Viendo cómo se saca la jeringa y la tira a otro extremo con suficiente fuerza, cómo para hacerla pedazos y el líquido se pierda en el suelo, fracasando mi plan por completo. Jadeando con sumo temor y mis lágrimas se acumulen ante la derrota, formando mis manos en puños, las terribles punzadas de que este puede ser mi fin.

 

-Lo hago por tu bien, ¿Crees que vivirías bien afuera? No quiero que te vuelvas a quitar la vida, ¡Entiende que es por tu bien!-Exclama furioso, mientras respira agitadamente.

 

-Lo hice por ti, lo hice por estar aquí, nada me promete ser feliz afuera, pero me asegura no desear la muerte cada segundo.

 

Lo odio tanto, lo repudio, siento tantas cosas negativas, que le deseo lo peor.

 

-Eres tan prepotente cómo tu madre, tan terca,-Responde pasando de un lado a otro, sonriendo de pronto, que estremece mi piel. Fijando su vista en mi cuerpo de nuevo, lamiendo su labio inferior al barrer sus ojos por mis piernas hasta mi rostro, produciendo temor y sobre todo, miedo.-al igual de hermosa, tan radiante cómo ella lo fue.

 

No ha cambiado, jamás lo hizo, por eso ponía distancia, por eso mismo me quiere viva y cerca de él sin tener parejas, porque no me ve a mí, ve mi madre en mí.

 

Un terrible nudo se atasca en mi garganta cada vez que crece.

 

Retrocedo arrastrando mis piernas hacia atrás, temblando mis extremidades con miedo, carcomiendo mis huesos, cómo un cangrejo pronto a su muerte, sabiendo de ante mano lo que pasará porque lo ha vivido antes o lo ha visto.

 

Sus pasos rechinan en la vieja madera mientras acorta nuestra distancia y jalo de mi ropa que sólo de una pieza, médica, que apenas logran tapar mis piernas desnudas, repletas de cicatrices cómo mis brazos vendados. Dejando salir las lágrimas contenidas, intimidada ante su presencia y capto en el suelo una aguja cuando presiono por accidente mi dedo en ella, sintiendo dolor y sujetándome de ella, escondiéndola en mi palma.

 

-¿Alguna vez me viste cómo tu hija?-Pregunto para ganar tiempo y él frunce el ceño divertido.

 

Ni siquiera lo medita.

 

-Fuiste la causa de su muerte. Fuiste la desgracia para mi vida y tienes que ser idéntica a ella para recordarme todos los días lo que no pude lograr y salvar.-Deja escapar una lágrima, serio, totalmente frío e inexpresivo.-Lo que te hice hace años, ¡Tu lo provocaste!

 

-¡¿Tocarme contra mi voluntad, mi propio padre?!-No puedo creer que me este echando la culpa, que me deteste por nacer, sin evitar soltar las lágrimas retenidas en mis parpados dejando fluir el nudo de mi garganta, inundada de tristeza, al mendigar amor de alguien que nunca sintió lo mismo que yo.

 

-Sufriste un accidente.-Sisea, jadeando del impacto.-Por eso no recuerdas nada, por eso mismo fueron sueños y te recuerdas sin saber porqué lo hacías. Te pinte una falsedad para que fueras feliz y salieras adelante, porque la muerte de tu madre no fue en vano, no para que te quitarás la vida.

 

-¿Qué accidente?-El hilo en mi voz es con temor.

 

Suspira, perdiendo su vista en otro punto, con una expresión melancólica.

 

-Te querías quitar la vida Dasha.-Se estremece mi cuerpo por completo, aturdida.-Saltaste del balcón y sufriste una terrible caída que casi cobró tu muerte.

 

Las imágenes de mi persona, en la punta más alta del edificio, justamente con ese vestido blanco recorre mi memoria, filtrando el dolor absoluto al apuñalar mi pecho sin piedad, la muerte deseada con fervor.

 

-...

 

Las emociones, las noticias y los recuerdos, todo aquello justo dentro de mí es una bomba que no se sabe cuándo puede explotar, en silencio, confusa de lo que soy y lo que fui, sin conocerme realmente.

 

-Por eso te pinte un mundo falso, para que no cometieras el mismo error.-Explica.-Sin embargo ese Mars, se enteró de todo y quise asegurarme de ser yo quien te lo confesará y no él.

 

-Eres un enfermo.-Murmuro nublada de la mirada.

 

Se inclina, posando sus glúteos sobre sus pantorrillas, fijando su mirada en mí a pocos metros, lo suficiente para atacarlo, sin embargo me detengo un momento para admirar su rostro, para mirar su perfil y cada pequeño detalle para no olvidarlo, fluyendo lágrimas de mis parpados y mi pecho hundirse, tan decepcionada de esta realidad, prefiriendo la fantasía.

 

-Hubiera preferido irme pensando que me ignorabas porque eras frío, pero que te preocupaba por ser tu hija, porque me amabas aunque no lo pudieras expresar.-Murmuro delineando las palabras con sumo cuidado.-La realidad hace que prefiera ser huérfana que ser parte de tu vida.

 

Mis palabras ni siquiera causan reacción en él, seguramente esperando esa respuesta.

 

-Jamás te vi cómo mi hija.-Pasa su palma por mi pierna desnuda ascendiendo y tiemblo respirando agitada del miedo, pataleando espantada.-Y no saldrás de aquí, nunca.




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