Céline fue la primera en notar el comportamiento extraño que tenia Mi-yeong.
Durante el entrenamiento de esa mañana, Mi-yeong cometió errores que nunca antes había cometido. Movimientos torpes, cálculos equivocados. Ella, que siempre había sido impecable, que nunca dejaba un detalle al azar, ahora recibía constantes correcciones de la maestra. Céline apretó los labios, molesta y confundida a la vez.
—No es normal… —murmuró, mientras ajustaba la cuerda de su ballesta.
—¿Qué cosa? —preguntó Soo-min, que practicaba a su lado con la espada corta.
—Mi-yeong. Está fallando en lo básico. La maestra la ha reprendido varias veces. ¿Alguna vez habías visto eso?
Soo-min ladeó la cabeza, pensativo.
—No lo había notado. Quizá solo está cansada.
Céline bufó, clavándole la mirada.
—¿Cansada? Ella siempre ha sido perfecta. Más que yo. Siempre. Y ahora… algo está mal.
Justo entonces, vieron a Mi-yeong dejar el campo de práctica, con paso firme pero los ojos clavados en el suelo. Céline frunció el ceño.
—¿Lo ves? Te lo dije.
Ambas se miraron y decidieron seguirla.
La alcanzaron a mitad del pasillo.
—¿A dónde vas? —preguntó Céline con frialdad.
Mi-yeong se tensó, pero respondió de inmediato:
—Voy a despejarme un poco. Volveré rápido.
Soo-min parpadeó.
—¿Despejarte? Pero siempre entrenas más tiempo que nosotras…
Céline cruzó los brazos.
—Te lo dije —susurró a Soo-min, sin apartar la vista de ella.
Mi-yeong sostuvo la mirada de Céline con firmeza, demasiado firme, como si la hubiese ensayado.
—Estaré bien. Solo un momento.
Ambas la vieron alejarse. La desconfianza creció en el pecho de Céline como una espina.
Mi-yeong caminaba con pasos rápidos, intentando acallar el ruido de su propia cabeza.
“Estoy fallando demasiado. La maestra lo nota. Céline lo nota. No puedo permitir que me interroguen. No ahora.”
Por eso se había obligado a salir. A respirar. A fingir calma.
Pero en medio de la calle, algo llamó su atención. Un hombre, a lo lejos. Su porte, su mirada… por un instante creyó reconocerlo.
Su corazón se aceleró.
“¿Es posible? ¿Un demonio en forma humana?”
Su mano buscó de inmediato un cuchillo arrojadizo. Se acercó con cautela, y justo cuando lo alcanzó, lo giró con violencia para clavar la hoja.
—¡…!
El hombre gritó sorprendido, pero no era quien pensaba. Solo un transeúnte. Mi-yeong retrocedió, guardando el arma con rapidez. El error le quemó por dentro.
“¿Qué me pasa? ¿Desde cuándo busco con desesperación a un demonio? Se supone que los odiamos… ¿o es que en realidad… lo busco por otra razón?”
Sacudió la cabeza.
“No. Solo quiero terminar con esto. Lo que siento es inconformidad. Solo eso.”
Entonces, una voz la cortó como un filo:
—Mi-yeong… —serpenteó desde la oscuridad, cargada de veneno y burla.
Ella se detuvo en seco, apretando con fuerza el mango de su guadaña lunar. La silueta del demonio estaba apenas iluminada por una lámpara temblorosa al final del pasaje.
El corazón de ella dio un vuelco.
—¿Cómo sabes mi nombre? —exigió, con la hoja de la guadaña apuntando hacia la sombra.
El demonio rio bajo, una carcajada que parecía rebotar en las paredes húmedas.
—¿Acaso olvidas que tus amigas te llaman a gritos cada vez que corres a auxiliarlas? No es tan difícil escuchar… —su tono se volvió juguetón—. Y debo admitir que me gusta cómo suena en mi boca.
—No uses mi nombre —escupió Mi-yeong con furia contenida.
—¿Por qué no? —preguntó él, ladeando la cabeza, sin salir aún de la oscuridad—. Es descortés de mi parte que yo sepa cómo llamarte, pero tú no tengas ni idea de cómo nombrarme.
Ella lo sostuvo con la mirada, firme.
—No necesito tu nombre. Solo necesito tu cabeza.
El demonio rio otra vez, más alto esta vez, como si la amenaza lo divirtiera.
—Tan fría, tan disciplinada… ¿O es solo una máscara para ocultar lo que de verdad piensas cuando me recuerdas en tus noches sin sueño?
El aire se cortó con esa frase. Mi-yeong apretó los dientes.
—¡Sal de las sombras y pelea como corresponde!
—¿Pelea? —su tono se volvió casi melódico—. ¿O lo que quieres es otra cosa?
El silencio posterior pesó demasiado. Mi-yeong lo rompió con un grito:
—¡No hables como si me conocieras!
El demonio avanzó un paso, dejando ver apenas el contorno de su sonrisa.
—Te conozco más de lo que imaginas. Te obsesiona encontrarme, aunque lo disfraces de “venganza”. Pero tranquila… no te lo reprocho. Después de todo, también yo he estado esperándote.
Ella levantó su guadaña, lista para atacar.
—No volverás a escapar esta vez.
El demonio inclinó la cabeza, como si su altivez fuera un desafío.
—¿Escapar? —sus labios se curvaron en una sonrisa insolente—. No lo llames así. Digamos mejor que… prefiero reservar este encuentro. La próxima vez, Mi-yeong, hablaremos más largo.
Su figura se desvaneció lentamente en la penumbra, como humo arrastrado por el viento.
Mi-yeong se quedó jadeando, los nudillos blancos de tanto apretar su arma. No se dio cuenta de que, al fondo del callejón, Céline y Soo-min habían visto y escuchado todo.
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Editado: 12.09.2025