Mientras Sophia y Gabriel exploraban la ciudad de Everwood, una sinfonía de risas infantiles y el reconfortante aroma de castañas asadas llenaban el aire gélido. Pasearon por las calles iluminadas por luces vibrantes, deteniéndose para admirar los escaparates decorados y los adornos de las fachadas de las casas.
El encanto de Everwood comenzó a envolver a Gabriel, tocando su corazón de una manera que no esperaba. La nieve bajo sus pies destellaba como pequeños diamantes, reflejando las luces festivas. Sophia, con su alegría contagiosa, le mostró el significado detrás de cada tradición navideña, y Gabriel, a cambio, compartió historias intrigantes de sus viajes por todo el mundo.
La noche los guio hasta la plaza central de la ciudad, donde un árbol de Navidad majestuoso se erguía, iluminada por miles de luces de colores. Las risas de niños jugando en la pista de patinaje resonaban a su alrededor, y el olor a chocolate caliente flotaba en el aire.
—Everwood es un lugar mágico en esta época del año. Parece que la propia ciudad está envuelta en un abrazo cálido de Navidad— comentó Sophia, observando a las personas alrededor.
Gabriel asintió, con los ojos fijos, en el árbol iluminado. —Nunca pensé que pudiera encontrar tanta belleza en un solo lugar.—
La atmósfera festiva no era lo único que comenzaba a calentar sus corazones. La conexión entre Sophia y Gabriel se volvía más profunda con cada paso, como si estuvieran bailando al ritmo suave de la nieve que caía a su alrededor.
Al llegar a la plaza, se encontraron con una exposición de esculturas de hielo que captó la atención de Gabriel. Figuras graciosas, animales estilizados y escenarios encantadores esculpidos en hielo se erguían como obras de arte efímeras bajo las estrellas.
Gabriel, inspirado por esa visión fugaz, propuso una idea impulsiva. —¿Y si creamos nuestra propia escultura de hielo? —
Sophia sonrió, contagiada por el entusiasmo de Gabriel. Con guantes y bufandas se aventuraron a dar forma al hielo en algo único. Las risas resonaban en la plaza mientras sus manos frías esculpían una historia improbable en cada detalle de la escultura.
—Soy escultor de hielo —Confiesa él, recibiendo una mirada sorprendida de parte de Sophia.
—Ahora entiendo por qué tu escultura cobra vida propia. En tus manos está la magia para eso —Comenta ella, fascinada por la escultura que Gabriel está creando.
—Gabriel Noël Adams. Ese es mi verdadero nombre.
Al escuchar esta confesión, Sophia descubre que está frente al renombrado «El Señor Magnífico», como fue apodado debido a sus increíbles esculturas de hielo. Ahora entendía un poco ese aire misterioso a su alrededor, ya que, a pesar de ser famoso, nunca vio una foto de él en las noticias sin la máscara que le cubría el rostro. En las pocas apariciones que vio, siempre estaba enmascarado.
—¿Por qué Everwood? —Pregunta Sophia.
—Porque siempre escuché hablar de la magia de esta ciudad y decidí venir a conocerla personalmente.
—¿Y crees en la magia? —Pregunta nuevamente Sophia
—Más de lo que imaginas. Y siento que aquí encontraré algo muy especial que calentará mi corazón y dará vida a mi arte.
—Y yo siento que esta Navidad será completamente diferente a las anteriores —Comenta ella, finalizando su escultura de hielo.
Mientras que trabajaban juntos, algo mágico sucedía. Sophia se dio cuenta de que las barreras que Gabriel mantenía empezaban a derretirse, al igual que el hielo bajo sus manos. Él compartió historias más personales, revelando sueños y temores que llevaba consigo.
La noche avanzaba, pero el tiempo parecía estar suspendido mientras Sophia y Gabriel creaban no solo una escultura de hielo, sino un recuerdo especial que quedaría grabado en sus corazones. A la luz de la luna y bajo la aurora de la ciudad mágica, Everwood presenciaba el inicio de una historia de amor, una historia que florecía como las estrellas destellantes en la noche de Navidad.
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Editado: 06.02.2024