El deseo que nunca esperé

La Fiesta

Ya me estaba arrepintiendo y ni siquiera habíamos salido del aparcamiento.

-¿A qué hora es la fiesta?-pregunté por la prisa de sacarme del trabajo mientras veía el concurrido tráfico de Milán.

-Empieza a las 8-respondió seria mirando el reloj del salpicadero y el transito delante de nosotras.

-¿Y por qué tanta prisa?-pregunté enfadándome por sacarme del trabajo tan temprano, seguramente, me lo descontarían del sueldo.

-Es que es en Chianti-dijo nerviosa.

-¿Y eso dónde queda?-pregunté haciéndome un mapa mental de los sitios que habíamos conocido y ninguno era ese.

-Al sur de Florencia.

-¿Vamos a ir en tren bala?-pregunté pensando en lo incómodo que eran esos viajes.

-No, vamos a ir en el avión de papá-estaba completamente nerviosa-, ¡pero no te puedes negar ya me lo prometiste! Y no puedes romper tus promesas-añadió rápidamente, colocando su mano entre nosotras mientras miraba la luz del semáforo.

Realmente, me lo estaba poniendo difícil.

-¿Puedo bañarme primero?-dije viendo mi cabello en el espejo del copiloto.

Hoy dimos el último parcial y estaba demasiado cansada anoche para bañarme. Mala suerte, hoy iba a ir de fiesta y sentía mi propio sudor.

-No te preocupes, vamos a mi casa-tenía una sonrisa digna de un anuncio de Colgate.

Aceleró el hermoso deportivo cuando salimos del centro, y llegamos a su pequeño palacio en minutos. A pesar de ser mi amiga, tengo que decir que conduce como una loca.

Su madre esperaba con un traje de Versace en el sofá, tomando té con su perro y tres amigas más. Saludamos cortésmente y Fabi me llevó a su habitación corriendo. Me empujó al baño y me dijo que me diera prisa.

Su baño era del tamaño de mi departamento, y su ducha tenía miles de botones para los diferentes chorros de agua. Por suerte, todos tenían dibujitos. Seleccioné la temperatura que hacía un ruidito en señal de aumento en el panel de control, y me bañé con un champú que probablemente costaba un tercio de mi sueldo y un jabón que costaba la mitad, pero olían a felicidad líquida y dejaron mi piel y cabello, tan suaves como la seda.

Cuando cerré y salí de la ducha, Fabi me asustó abriendo la puerta del baño y me lanzó una toalla.

-¡Vamos, Melissa! ¡Aún tengo que arreglarte!-dijo ya con base de maquillaje y un conturing sin extender, con medio cuerpo en el baño y medio en su cuarto.

Yo no tenía tantas ganas de ir a la fiesta, y me tomaba mi tiempo.

-¡Ponte la crema rosa en el cuerpo!-gritó desde el otro lado de la puerta, después de cerrar.

Busqué en el tocador, frente al espejo, pero había como 5 botellas rosadas. Me puse un poco de todas y salí oliendo a floristería. Me reí por no ser capaz de leer las etiquetas, que horrible era no atreverme a hablar italiano...

-Si necesitas depilarte, en el segundo cajón está la depiladora, no te preocupes, acabo de cambiar las cuchillas, y queda decente como para un bikini-me gritaba muy apurada.

-¿Bikini?-pregunté desde el baño-¿No era una reunión?

-Sí, pero hay piscina y hay que estar preparadas para todo-dijo riéndose.

Me dio escalofríos pensar en su "para todo", pero tampoco quería ser una estirada que no congenia con nadie como hacía siempre. Parecía la madre de Fabi, en vez de su amiga; así que, en vez de ser una amargada, me decidí a conocer a nueva gente y me depilé todo el vello indeseable de mi cuerpo.

Cogí la loción que estaba cerca de la afeitadora y casi lloro del ardor. Pero todo pasó sin abochornarme con un grito ridículo. ¡Yo soy fuerte!

-Te compré un bikini, está en esa fundita-dijo señalando encima de su cama una bolsa de Victoria's Secret.

-¿Qué pasa aquí?-dije sujetando mi toalla más fuerte.

Había una señora arreglando sus manos y sus pies, un hombre tintando las raíces de su cabello y otra chica maquillándola.

-No te preocupes por Santy, es gay-para confirmarlo, me saludó moviendo sus dedos bajo su barbilla en señal de saludo.

Sólo cogí la funda y me encerré en el baño lo más rápido que pude, aún tenía pudor y me avergonzaba cambiarme delante de la gente.

Me puse el bikini y me sorprendió que fuera de mi talla. Era rojo vino, muy sexy, demasiado sexy para mi gusto y lo lanzado de los amigos de Fabiola.

Ya con el bikini era más fácil salir a su habitación llena de gente, pero aún así me tapé como pude con mis brazos.

-Te queda divino-dijo muy contenta Fabi- no hay nada que hacer con tu piel-dijo desaprobando mi blancura-, pero te ves divina.

-¿Y qué me voy a poner si no tengo tu talla?-estaba asustada de su posible respuesta.

-Ese conjunto de allí-dijo señalando otra bolsa.

-Esto parece ropa interior-me quejé mientras sacaba una faldita plisada y un top, sentada en su monumental cama King Size.

-¡Claro que no!-se quejó Fabiola- tú vas a ir de Ana Ivanovic y yo de Maria Sharapova-dijo sonriendo.




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