El deseo que nunca esperé

Arnoldo

Mi nuevo amigo me llevó de la mano hasta la sala.

-Necesito un trago más si me vas a hacer bailar esa cosa-dije un poco dudosa mientras miraba a mi alrededor con vergüenza.

Que me llevara de la mano me parecía demasiado para un desconocido, aunque tampoco deseabab soltarlo...

-Creo que yo también- respondió sonriendo llevándome a la barra.

Pidió algo al camarero demasiado rápido para entender, creo entendí tequila... y no me equivoqué, nos entregaron unos vasitos de shot.

-Pensé que era habías pedido un cóctel-dije algo asustada.

-Sólo es un shot, no te vas a embriagar- respondió dándome un cuarto de limón.

-Está bien... ¡Salute!- me metí la sal en la boca, me tomé el tequila y mordí el limón.

-¡No!-me dijo Arnoldo dramáticamente- No es así. Es sal, limón y tequila. No sal, tequila y limón-miró al camarero-. Altri due, per favore.

-¡No! ¡Es sal, tequila y limón!-creo que ya estaba ligeramente mareada y sólo habían sido dos vasos de cerveza, aunque muy grandes- Si lo haces como tú dices, le quitas todo el sabor al tequila.

-Va bene, yo tomo como tú dices y tú lo tomas como yo digo-el camarero puso los shots delante de nosotros-. Si yo siento que sabe mejor de tu manera, tú ganas, y viceversa.

-¿Qué gano?

-Estoy tan seguro que vincerò, que si pierdo, haré un spogliarello.

-¿Qué es eso?-no le entendía con su italanglis.

-No importa-su sonrisa era muy bonita a pesar de la pintura.

Se comió la sal, el tequila y el limón, y se quedó degustando mirando al techo.

Yo tomé sal, limón y tequila... Y tenía razón, no se sentía el tequila.

-Tu forma de tomar tequila es como para mujeres. Eres una nena-dije mientras me levantaba lentamente.

-No, no, no, no, no-sentía que estaba más ebrio de lo que aparentaba mientras atrapaba mi mano-. Mi forma es mejor.

-¿Entonces es un empate?-pregunté caminando hacia un sofá.

-Supongo que sí-dijo enojado como un niño regañado. Parecía que no le gustaba perder.

-¡Vamos a bailar!-cogió mi mano y me hizo girar bruscamente antes de llegar al sofá.

Estaba mareada y me tropecé contra Arnoldo. No podía negar que era realmente guapo cuando alcé la vista y me encontré con sus hermosos ojos color hielo, además que su torso era increíblemente fuerte.

Empezamos a bailar, y como me imaginaba, era un europeo súper tieso. Yo con un par de copas encima me movía mejor.

Fabi apareció a mi lado y nos dio un vaso de cerveza a cada uno. Y se fue tan rápido como llegó.

Me daba vergüenza mirarle a la cara y empecé a observar a los invitados que se amontonaban por todos lados. Al otro lado de la pista de baile, unos chicos jugaban con unos vasos y unas pelotas de pin pon.

-Quiero jugar-le dije casi gritando a Arnoldo poniéndome de puntillas mientras el se agachaba para escucharme mejor.

Giró para buscar lo que le señalaba y asintió guiándome de la mano.

Cuando llegamos, les dijo algo al grupo que estaba allí jugando. Ellos sonrieron y llenaron los vasos de diversas botellas de licor. Ellos preguntaron algo y nos señalaron a ambos. Arnoldo les respondió que sí.

-¿Qué pasó?-pregunté confundida.

-Ok, va bene, vamos a jugar en parejas. Tenemos estos 15 vasos. Delante están los licores suaves, como cerveza o destilado de miel, en cambio, en la parte de atrás hay grappa, aguardiente y cosas fuertes. Si logras lanzar la pelota y con un rebote la metes en algún vaso, ellos se lo tienen que beber... ¿Qué tan buena puntería tienes, Meli?-me preguntó dudoso.

Me gustaba cómo sonaba ese Meli en su boca. Definitivamente, ya estaba ebria.

Cogí la primera pelota y la lancé hacia el centro de la mesa. La esfera plástica cayó en el tercer vaso de la última fila.

Aplaudieron y vitorearon mi encestada, y uno de los dos chicos, el más corpulento se tomó el contenido.

Arnoldo puso otra pelota en mi mano, y me dijo que continuara hasta fallar. Esta vez, la esfera cayó en el primer vaso de la segunda fila, y se lo tomó el otro chico, el castaño. La tercera bola, no encestó porque quería volver a llegar a la última fila, pero terminó mucho más atrás.

El moreno corpulento, se desquito haciéndome beber el primer vaso de la última fila (aguardiente, definitivamente) luego el primer vaso a Arnoldo (me dijo licor de durazno), a continuación el del medio de la tercera fila a mí (cerveza), el cuarto falló.

-Tengo mis esperanzas de no terminar tan ebria en ti. No me falles, Arny-ya no sentía mis mejillas y seguramente mi maquillaje estaba derritiéndose.

Me apoyé en sus hombros... Y acertó en el primer vaso para el gordo... y luego falló.

El delgado encestó en los dos primeros vasos que quedaban. Luego en los dos de la tercera fila, siguió con la cuarta y yo ya no podía más.

-Tengo ganas de devolver-dije cogiendo el brazo de Arnoldo-. Ese tipo es un profesional.




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