El deseo que nunca esperé

El Amor

-¿Te gusta?-preguntó Mathew divertido desde la cocina. 

-Nunca pensé que viviría en un sitio así-dije avanzando maravillada hasta un sofá y dejándome caer. 

Mathew se rió mientras avanzaba hacia el sofá de la derecha y yo miraba entusiasmada alrededor admirando todos los lujos que había allí. 

La sala tenía una alfombra rojo vino, y en el comedor al lado había una mesa de aluminio y cristal que estaba en el centro, una pequeña planta de bambú crecía en un florero con agua y piedritas en forma cilíndrica. La cocina estaba a la derecha de la puerta y era roja y negra, con una placa de vitrocerámica, y una campana extractora. La sala también era descubierta, y tenía una mesa de madera oscura como los sofás que rodeaban la mesita frente a la que estaba sentada. 

Mathew me dio un tour por la habitación de tonos beige y dorado, me indicó que había una habitación más pequeña. La habitación grande tenía un baño con hidromasaje, una cabina de baño e incluso un jacuzzi... 

-Debes ser muy buen doctor-dije suspirando por la riqueza que nunca tendría. 

-Soy muy solicitado-dijo después de una carcajada. 

Miró su reloj, y se pasó una mano por el cabello. 

-Tengo que irme para coger el tren, te dejo conociendo todo esto sola, no te pierdas -dijo estrechando mi mano-. Cuídate y cuida a ese bebé -me dio un abrazo. 

-¿Te puedo dar un consejo?-pregunté dudosa en su hombro. 

-Claro. 

-Coge una semana de vacaciones y dile a Laura lo que sientes. 

-¿Qué?-dijo separándose. 

-Todo o nada, lucha por lo que quieres, y si no se da, pues sabrás que lo habrás intentado con todo. 

No era la mejor para dar consejos de amor, pero sí sabía luchar por mis sueños. 

-Gracias-dijo sonriendo. 

-Gracias a ti por esto -di una vuelta estirando mis brazos.

-¡Oh! No me las des a mí... 

Se calló cuando se dio cuenta de su metedura de pata. 

-¿Qué...? Dime quién es -exigí enojada. 

-No puedo... 

-Si no me dices quién es, me vuelvo a mi ático -respondí. 

Se quedó callado mientras me veía y pensaba nervioso. 

-Tengo que llamar a alguien-dijo yéndose a la habitación y cerrando la puerta. 

Me quedé enfurruñada mirando a todo el lujo de mi alrededor. Todo este dinero, todo este despilfarro, el poder de llevar a alguien desde Roma... Alguien que conocía que estaba embarazada y tenía tanto dinero como para vivir en un castillo... 

Mathew me asustó saliendo como un rayo para abrir la puerta justo al oír el ascensor timbrar en este piso... 

Arnoldo entró furioso en el departamento. 

-¡Déjate ayudar! -me dijo elevando la voz frustrado. 

-Hola, buenas tardes -dije burlándome de él y el estado de ánimo que tenía. 

-Creo que tengo que coger un tren-dijo Mathew nervioso. 

-Vete de una vez -dijo Arnoldo molesto-, ya es suficiente lo que has hecho. 

-De nada -dijo Mathew enojado también. 

-Lo lamento -Arnoldo dejó de mirarme para volverse hacia su amigo-, gracias por todo lo que has hecho. Eres el mejor, hermano. 

Abrazó a su amigo y borró su sonrisa conforme giraba hacia mí. 

-¿Qué te ocurre? -preguntó sacudiendo sus brazos cuando escuchó las puertas del ascensor cerrándose-¿Por qué no quieres dejarte ayudar? 

-No necesito ayuda, y menos si es tuya-dije cruzándome de brazos. 

-Te estabas dejando ayudar cuando pensaste que era Mathew el que te ayudaba-fue a un mueble y sacó un vaso, luego cruzó la sala y abrió un armario lleno de botellas y se sirvió algo que olía a alcohol bien fuerte con unas piedras de hielo del tamaño de bolas de golf. 

Se bebió la mitad de un sorbo y se sentó soltándose los botones de su traje elegante y sujetando su tabique. 

-Siéntate por favor-dijo antes de tomar otro sorbo de alcohol. 

No tenía muchas opciones dado que todas mis cosas estaban en su casa, así que me senté y me crucé de brazos y piernas. 

No me habló y me empecé a sentir incómoda. 

-¿Puedo irme? -pregunté incómoda sin saber cómo iba a llevarme todo. 

-¿Tanto me detestas? -dijo levantándose hacia la nevera. 

-¿La verdad? -pregunté viendo cómo abría el refrigerador. 

-¿Quieres zumo de naranja? Es lo único que hay sin alcohol... ¡Ah no! Está caducado-dijo botando en la basura un tetrabrik-. Lo siento, hace bastante no vengo a esta casa. Como medio año, el último partido que vi... 

Le vi mirar los armarios, y lanzar bufidos enojados cuando estaban vacíos. 

-Sólo hay agua-dijo poniendo una botella delante de mí en la mesa de cristal-. Parece que no hay otra cosa que alcohol aquí dentro, lo siento.  

-No importa- respondí cogiendo la botella y abriéndola. 




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