Xavier me guio hasta los dormitorios de las mujeres, se suponía que era el trabajo de Emma, sin embargo, le había entregado la llave de repuesto a Xavier pidiéndole el favor de llevarme en cuanto me recupere. Según el reglamento está prohibida la entrada de hombres a los dormitorios femeninos, no obstante, en esta ocasión Xavier había logrado hacer que la encargada del consejo de los dormitorios femeninos le otorgara el permiso correspondiente entendiendo mi situación. Al parecer la encargada era una estudiante de ultimo año, alta y esbelta, llevaba el traje de equitación con el hermoso emblema del internado, su nombre era Ximena, me dio unas cálidas bienvenidas y su número de teléfono y piso por si la necesitaba para algo de ella, estaba preocupada por mi salud. Había corrido rápido el rumor de mi desmayo por la escuela, algunas estudiantes me miraban con pena, murmuraban a mis espaldas sobre mi condición, a pesar de sus celos, agradecían que estuviera tan bien acompañada por Xavier.
Oí incluso pequeñas anécdotas mías y del pelirrojo, al parecer en nuestra adolescencia nos gustaba hacer travesuras en el internado, vagamente el recuerdo de nuestra huida de clases para tocar el violín regresó a mí, sonreí de lado en lo que apreciaba ese pequeño momento, no obstante, parecía lejano y... extraño, sentía que no era mío del todo. No logro reconocer mis propios recuerdos, ni siquiera mi verdadero rostro a la hora de mirarme al espejo. Las estudiantes del internado acotaban lo mismo que Emma: solía ser bastante ruda y distante, no obstante, con Xavier mi actitud cambiaba radicalmente. Xavier y yo tenemos una historia intrigante, una historia que debo adivinar.
El dormitorio que compartiré con Emma es igual a un mini departamento, tenemos nuestra propia cocina para los findes de semana, además, me comentó que la cafetería podemos comprar comida para hacer. La sala de estar posee una mesa enorme, libreros, un sofá y una televisión, noté en el sofá una portátil, asumí que era de Emma. Las habitaciones estaban separadas por el baño, por suerte no tendríamos que compartirla.
Xavier me dejó nuevamente sola en cuanto entré al dormitorio, me avisó que Catalina estaría aquí antes de las clases nocturnas, antes de irse -con dudas, claro- murmuro que podía llamarlo si algo me sucedía. Aún sigue preocupado, más parecía no querer ser invasivo conmigo.
Entré al que parecía ser mi habitación, puesto a que la otra puerta tenía un poster de algunos cantantes extranjeros. La habitación está casi vacía, Xavier había buscado mis pequeñas cosas de la habitación de Alexander, divise una mesa de luz en un costado junto a algunos estantes, deposite mis cosas allí, no eran mucho, mi ropa, los uniformes y los libros que Alexander me había prestado -los cuales tendría que cuidar de Emma-, la cama era del tamaño perfecto, ni muy grande ni muy pequeña, se encontraba junto a la pared, a su lado una pequeña mesita de noche y la ventana.
Sonrió de lado y camino al armario, predispuesta a comenzar a organizarme, después de todo estaría un tiempo aquí, más no para siempre. Tomo las camisas que Lisa me ha comprado cuando estuvimos en la mansión Wolf y las apilo cuidadosamente en los estantes, mi mente, distraída vaga por una neblina confusa, no quiero pensar, tampoco recordar lo sucedido momentos atrás, no obstante, la imagen de mi madre apareció sin previo aviso, mi cuerpo se entumeció y mi corazón dio un vuelco al recordarla. Esa mujer es aterradora, trago saliva y observo la camisa que tengo en mis manos, su simple presencia en la televisión ocasiono un ataque de pánico en mí, ¿Qué me ha hecho para reaccionar de esa forma? Por lo poco que sé, ella atentó contra mi vida la fatídica noche, me odia, desea usar mi sangre para despertar a... ¿Lilith? Recordando la conversación con los sabios de la corte acotaron que esa despiadada mujer ocasionó una rebelión donde los vampiros se levantarían contra los humanos. Entiendo su punto de vista sin embargo no es la forma de hacerlo, ¿Esclavizar a los humanos? ¿Con que motivo?
Suspiro, y vuelvo a ver la maleta, allí, escondida entre la ropa, encuentro una foto con Alexander, antiguamente y a causa de la droga que me mantenía adormecida, creía que mi apariencia era la de una humana normal, aún no logro acostumbrarme a esta nueva apariencia, no obstante, ver esa foto me confirmo lo obvio. Siempre he sido igual salvo que mi mente estaba afectada tanto por el bloqueo de memoria como por las drogas. Tomo con delicadeza la fotografía y con cuidado, la acaricio: Alexander sonríe a la cámara, el cansancio está presente en su mirada, no obstante, intenta divertirse conmigo, nos encontramos en una feria artesanal de Capital Federal y ambos llevamos sombreros para protegernos del sol. Recuerdo vagamente ese día, estábamos aburridos y queríamos salir a respirar un poco de aire libre, nos cruzamos con una feria y terminamos pasando el día allí oyendo a distintos cantantes, bailando con las demás personas y disfrutando de la hermosa tarde de primavera.
Tiempos que, por desgracia, ya no volverán.
Mi serena y aparentemente feliz vida humana fue abruptamente interrumpida por un vampiro el cual tuvo el descaro de reclamarme como su princesa, atraparme entre sus garras, seducirme y sumergirme en su sangrienta vida nocturna.
Me siento perdida, no sé qué camino tomar, simplemente sigo caminando y conforme avanzo, voy descubriendo cosas de mí misma que me aterran. Si, el cuadro de Amalia II Némésie me aterra, simplemente recordarlo me hace temblar, esa niña es total y completamente diferente a mí, no logro reconocerme en ella, su inocencia se ha perdido y su mirada simplemente se muestra vacía, ¿Cuáles fueron las circunstancias que la han hecho perder su inocencia? Nuevamente, suspiro, es lo único que ahora puedo hacer, suspirar, pensar y recordar la vida que jamás volveré a tener, deducir como he sido en mi infancia e intentar evitar pensar en esa mujer.