Mis sentimientos por Xavier, mi verdadera naturaleza y los anhelos de mi padre nublan mi mente, divagando de tema en tema he caminado sin rumbo alguno hasta los jardines del antiguo palacio, los rotos faroles iluminan aún el lugar que tanto empeño y amor le he dado durante años, el recuerdo de Yves es una pesadilla que atormenta mi mente cada vez que veo las rosas de este jardín.
Soy la reencarnación cuya historia es escondida por mis propios familiares, la respuesta siempre estuvo frente a mis narices más fue difícil llegar hasta ella, mi camino se desviaba conforme mi alrededor intentaba convencerme de las mentiras creadas por Colette, todos hemos caído ante esas mentiras.
La persona que llevo en mi interior, entonces, es mi otro yo: el yo que Rosetta ató al ocultar mis recuerdos para evitar así que esa niña cruel y vacía se transformara en alguien igual que su madre o incluso en una criatura despiadada, alguien sin alma.
Si llegase a despertar como una vampira pura, esa mujer se uniría a mí, ¿Amalia seguiría existiendo entonces? ¿Mis sentimientos por Xavier estarían ahí o me convertiría en una mujer diferente? Algunos piensan que es necesario mi despertar, incluso yo lo siento: de esta forma me siento inútil, no puedo hacer nada, mientras otros luchan en la guerra por mi nuevo mundo, yo estoy aquí disfrutando de una vida llena de lujos y mentiras. Sin embargo, el despertar me da dudas, me asusta, tal vez cambie completamente pero no será un buen cambio, sino uno cruel.
Mi pecho ya no ha de sentirse vació, la carga sobre mis hombros se ha ido casi por completo, al fin se quién soy, tengo una respuesta clara de la cual me aferrare para seguir mi día a día, pero esto recién comienza, claro está. Necesito saber sobre Lilith, necesito saber acerca de mis vidas anteriores, del por qué han asesinado a otras reencarnaciones y algo me dice que la corte vampírica tiene muchas cosas por cantar.
Xavier desciende de la familia de Felipe, el antiguo amor de Angelique, reencarnación de Lilith y la persona que lo ha maldecido. ¿Acaso yo podré romper con esa maldición que arrasa con la familia Wolf? ¿Acaso fue el horrible destino el que nos cruzó en esta vida? Xavier tiene la sangre del hombre que amó y traicionó a mi antecesora, sin embargo, eso no quiere decir que el me traicionará, ¿O sí?
¿Por qué el destino ha querido que yo amara a un Wolf como Angelique? Es doloroso intuir que, cuando se entere de la verdad, pueda hacer algo para dañarme cegado por el resentimiento de su maldición, ¡Aunque yo también he sufrido por esa maldita maldición y sigo sufriendo! Yves... yo en otra vida he sido la culpable de que tú murieras...
¡¿Cómo podré vivir con esto?! La culpa me consumirá, me excuso diciendo que no sabía sobre mi verdadera identidad hasta ahora... pero tengo parte de culpa sobre su muerte.
Tu sonrisa me tortura Yves... lo lamento, perdóname por los pecados cometidos por mi antecesora... si tan solo supiera una forma de romper esa estúpida maldición, si tan solo pudiera llevarle paz a los Wolfs y pagar por cada uno de los pecados cometidos por Angelique.
La leve brisa invernal acaricia mis mejillas, el vestido susurra al llegar frente al rosal, me dejo caer en el suelo sin más sosteniendo el dije carmesí que alguna vez fue un bello zafiro entre mis manos. He tomado una decisión, una que podría cambiar todo, pero aún no estoy lista para decirla, podría dañar a mis seres queridos, en especial a él.
¿Por qué me preocupo tanto por él? Xavier ha escogido, Celeste es su novia y, aunque deseara que las cosas no fueran así, no podría estar con el pelirrojo. Por momentos suelo olvidar que soy una princesa y como tal no puedo escoger con quien estaré, mi padre debe de hacerlo, es lo único que se ha mantenido en la monarquía durante años, el linaje de la sangre pura de los Némésie es lo primordial y no debe perderse. Las mujeres somos importantes, valiosas en la familia y por ende el rey escoge sabiamente quien será su futuro marido, teniendo en cuenta la historia, cualidades y dones de cada hombre noble.
No tengo voz ni voto ante las decisiones que tomará mi padre aprovechando mi mayoría de edad vampírica.
— ¿Te encuentras bien?
La voz de Daniel me sobresalta, me levanto con cuidado del suelo y volteo, su cabello negro está levemente despeinado, algunos mechones rebeldes se posan sobre su frente, sus oscuros y profundos ojos se posan sobre los míos llenos de pesar, aquella oscuridad siempre me ha intrigado y atrapado.
Daniel se siente solo, debo admitir que por momentos también llego a sentirme de esa forma. Está vacío, incompleto, algo le falta y el pesar lo consume lentamente. Pero, a pesar de esa oscuridad dolorosa, sus ojos son capaces de reflejarme, apoya su mano en su pecho y logra hacer una reverencia ante mí.
— ¿Qué haces aquí?
Mi susurro es dulce, me sorprende incluso. El pelinegro, en cuanto se reincorpora, se encoge de hombros restándole importancia a ese detalle, su semblante sigue igual, lo único que ha cambiado es el reflejo de sus ojos, me gustaría saber el motivo por el cual sufre tanto... a veces deduzco que la única culpable de tanto dolor es Celeste... pero es difícil de saber que está pensando.
— Mentiría si te dijera que Celeste me ha enviado a cuidarte. No me gustan las fiestas, mucho menos en las cuales te denigran por no ser sangre pura, Amalia. —una leve y forzada sonrisa aparece entonces en su rostro, me extiende una mano con delicadeza— ¿Deseas bailar? Quería pedírtelo en el salón, pero... el baile que ha tenido con Xavier parecía no tener final.
El color sube a mis mejillas, la mirada de Daniel es sincera y atrapante. Sí, el intenso baile que Xavier y yo hemos tenido fue hermoso pero al mismo tiempo vergonzoso, deje en evidencia muchos sentimientos y cuan tonta me tenía aquel vampiro, hipnotizada por su mirada, enamorada de ella... apuesto que más de uno habrá notado aquello.