El Despertar

CAPÍTULO 1

CAPÍTULO 1

       

       

Todas las personas piensan que, si buscas lo que en verdad te gusta, y te apasiona le encontrarás sentido a tu vida, los religiosos te dicen que Dios tiene un propósito para ti, solo tienes que buscarlo. Pero ¿qué pasa si sientes que no puedes tan siquiera encontrarte a ti misma? ¿qué pasa si sientes que no existe nada que te ate a seguir viva?

Me gusta pensar en lo fácil que sería acabar con mis problemas mentales y descansar de todas esas personas que solo me lastiman.

¿Qué haces cuando sientes que todo lo que ves, y lo que escuchas no es real, que hay algo más y no sabes cómo describirlo?

Me he hecho mil preguntas, de las cuáles aun no encuentro una respuesta. ¿Quién es la persona que veo siempre en las sombras o en mis pesadillas? ¿Qué significa ese sueño que se repite constantemente? ¿A quién pertenecen las voces en mi cabeza? ¿Por qué siento la necesidad de buscar a alguien de quién no se su nombre o siquiera su rostro? ¿Estaré volviéndome loca? Preguntas que no dejan de aturdirme y agobiarme.

—Ambar, Ambar— escucho una voz muy a lo lejos y siento unas palmadas en mi hombro, que me sacan del trance en el que estaba.

—¿Qué pasa? — volteo a ver al profesor, y me doy cuenta de que me he quedado sola en el autobús.

—¿Estás bien? ¿Has tomado ya, tu medicamento? — asiento y le sonrió, aguantándome las ganas de responderle, “odio que me traten como a una enferma”.

 

Salgo del autobús y el sol me da de lleno en la cara, entrecierro los ojos para poder ver mejor, me apoyo en el autobús y estiro mis brazos, escuchando ese crack distintivo, que hacen mis huesos al estirarme, giro mi cabeza de un lado a otro para hacerme traquear el cuello; al terminar me coloco mejor la mochila. 

Ya es muy tarde para arrepentirse y querer volver a casa; no sé en qué momento me deje convencer por mi madre para venir a una excursión con todos mis compañeros; “es el sueño de mi vida, nótese el sarcasmo”, dejo salir un suspiro de resignación, no podría culpar a mi madre, cuando ella ni siquiera sabe lo que tengo que pasar a manos de mis compañeros.

Pero bueno, no es nada nuevo, lo he soportado durante estos dieciséis años, cada golpe, cada insulto, el hacerme sentir como una basura y que mi simple existencia no vale nada; tener que esconderme en los baños del Instituto para tener un poco de paz; “lo he llamado, mi lugar seguro”.

Cada día, siento que estoy cayendo a lo más profundo de esta oscuridad que me rodea y me acecha, deseando consumirme y apoderándose de mi alma.

Pero luego todo se vuelve una contradicción en mi interior. Por qué por un lado son los problemas mentales, el abuso y acoso de mis compañeros, los problemas para dormir, las pesadillas que desde que tengo memoria, nunca me han dejado tener un buen sueño. Pero también está este sentimiento tan fuerte, de amor irracional por mi hermanita y esa extraña sensación que me dice que no puedo morir sin antes descubrir qué es lo que pasa conmigo.

—Ambar— tocan mi hombro, logrando que me despabile y salga de ese bucle mental que me hace sobre pensarlo todo, frente a mí, se encuentra: Abi, mi prima. —¿Te fuiste otra vez? — me rio por su forma de nombrar, al hecho que me disoció de repente.

 Entramos a la recepción del hotel y el profesor llama a cada grupo, para entregarles las llaves de las habitaciones.

Celebro internamente, cuando el profesor me une al grupo de Abi. Subimos a dejar nuestras pertenencias, escojo la cama cercana a la de Abi; salimos rápidamente al escuchar al profesor llamarnos, llegamos a recepción donde está todo nuestro grupo y el profesor nos dice que quiere que demos un paseo por el lugar antes de que anochezca.

Damos un paseo a lo largo de la orilla del muelle. Hemos caminado tanto que me duelen los pies, todos entran emocionados a la tienda de recuerdos, pero yo he decidido quedarme sentada en una banca frente al mar, ver la tranquilidad del agua, es tan relajante, que me hace sentir como si desconectara de este plano.

Pero en esos momentos de paz absoluta, es cuando su silueta aparece y todo se vuelve caótico. De un momento a otro, siento como el suelo empieza a temblar, me aferro a la banca, pero caigo al suelo por el gran estruendo que hace el concreto al partirse en dos.

Quedo flotando en un pequeño trozo de concreto, que cada vez se aleja más de la orilla y mi visión se nubla, abrazo mis piernas y tengo mucho miedo. “Solo deseo que mi padre estuviera aquí”; los lamentos de siempre vuelven para atormentarme, provocando que mi cabeza me arda y duela tanto que no pueda contener las lágrimas.

—Ayuda— mi voz apenas se escucha.

No puedo respirar, me duele el pecho y mi cuerpo no para de temblar, siento que me desmayaré; pero en ese momento siento un aire muy frío cubrir mi cuerpo y llenar mis pulmones.

—Ambar, ¿estás bien? — escucho la voz de Abi, muy a lo lejos.

—Ssssí— le respondo sin saber que está pasando, pero todo apunta a que acabo de imaginar todo lo que pasó. Intento actuar con la mayor normalidad posible.

—¿Estás segura, de que estás bien? Te veo muy pálida— asiento —¿Entramos?, quiero comprarle algo a mi madre— asiento. Abi, me ayuda a ponerme en pie. 




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