El Despertar

CAPÍTULO 2

CAPÍTULO 2

       

Todo el fin de semana fue un caos. El mismo sueño repitiéndose una y otra vez, solo tengo que cerrar los ojos para verlo de nuevo; empiezo a cuestionarme, si en realidad fue un sueño. Pero, porqué si fue un sueño despierto con la nariz sangrando, tal cual como pasaba en el sueño o cosas que en el sueño se mueven y al despertar ya no están en su lugar, sino justo donde las había soñado. Todo esto me tiene mal, ya no sé en qué creer, me hace dudar de todo lo que veo. Por no mencionar la situación con mi madre, que me tiene sin saber que pensar y que sentir, es como si mis emociones se pusieran en piloto automático, pero si soy sincera, prefiero no sentir nada a tener que pasar por esa avalancha de emociones que no harán más que arrastrarme con ellas y asfixiarme.

Este fin de semana, de alguna manera se pasó tan rápido que ya es lunes y mi tortura diaria está por empezar, porque al parecer a la vida no le bastó con darme una familia disfuncional que, además, tengo que soportar a una banda de adolescentes que les encanta soltar su frustración, su enojo y falta de atención, en mí, como si no tuviera suficiente ya. Si los deseos existieran o si alguien, me diera poderes. Solo quiero ser invisible, si no es mucho pedir, solo un día en el que pueda estar en paz sin que me molesten, quiero escapar e ir a un bosque en el que pueda estar sola y leer un libro que me haga escapar de esta realidad, solo quiero escapar de mis compañeros, de mi familia e incluso de mí misma.

Mi madre, me lleva al Instituto en un silencio de lo más incómodo, pero lo prefiero así; llegamos a la entrada del Instituto donde me espera, Abi. Salgo del coche y me acerco a ella, en espera de su reprimenda por abandonarla.

—Ambar, ¿por qué te has ido sin decirme nada? Sabes lo preocupada que estaba— se cruza de brazos, levanta una ceja y achina los ojos.

—Si supieras por el infierno que he pasado este fin de semana. Sabes que eres la única persona en quien confío y por eso, te cuento mis problemas, pero espero esto. Ni siquiera, lo digas en tus pensamientos— me ve, sin entender nada de lo que digo, pero si interesada y me hace una seña para que lo diga.

—Todo se fue al carajo desde el momento uno, en el que nuestra muy “linda” tía, Freya estaba en casa de visita— pone cara de asco —Lo sé; bueno digamos que, de una manera muy disimulada y delicada, como solo ella, puede ser. Soltó que mi padre no es Matthew, cosa que ya sabía por una conversación que escuché por accidente, solo esperaba que mi madre me lo dijera, pero no lo hizo, así que le deje ver lo que sentía, y luego me fui a mi habitación— inhalo y exhalo, tratando de calmar la ansiedad que se instala en mi pecho. Abi, está con los ojos abiertos y una ceja levantada.

—Vale, dame dos— respira profundo y suelta todo el aire de golpe. —¡Qué hija de su sandía! ¡Cómo te va a decir eso! Lo siento, pero no puedo reaccionar de otra manera. No sé qué decirte. Es muy fuerte todo esto, ¡Pero que hija de su papaya! También, tu madre: ¡cómo te oculta algo así! ¡Pero más hijo de su mandarina es el donador de esperma que te tocó! ¿Cómo va a abandonar a una niña, así de linda y amorosa, como tú? — Me abraza y me aprieta los cachetes; me río a carcajadas por que, Abi: no dice groserías, solo su típico (hijo + cualquier fruta que se le venga a la cabeza) —No te sientas mal por ellos, no te merecen. Solo, céntrate en ti misma y en los que te queremos de verdad, como: Ani, el abuelo y esta hermosa persona que tienes delante, que te va a llenar de mucho amor y gomitas por el resto de tu vida.

Nos reímos de sus payasadas y al sonar la campana, entramos al salón de clases y nos sentamos juntas; como buen lunes por la mañana, las clases empiezan con historia y luchar contra el sueño, nunca fue tan difícil. Y por no hablar del ritual de cada mañana en el que mi mesa se llena de papelitos; uno de los pasatiempos favoritos de mis compañeros para no aburrirse en clases es lanzarme papeles. Como si no supieran de la importancia de cuidar el medio ambiente o de la tala masiva que se hace para tener un trozo de papel en nuestras manos, pero eso no les importa, por que su único objetivo es hacerme saber lo que piensan de mí: como que soy rara, un monstruo, que estoy loca y que soy una enferma que debería estar encerrada en un psiquiátrico o simplemente suicidarme; entre muchas más cosas lindas que salen de lo profundo de su negro corazón y que prefiero ignorar.

Mi día, termina como siempre: con golpes que tendré que cubrir al día siguiente, un uniforme nuevo por comprar, chicles que sacar de mi cabello. “Lo sé, son unos niños en los cuerpos de adolescentes de dieciséis años”.  Abi, siempre me dice que debería hablar con mi madre, pero simplemente no puedo, cada vez que trato de hablarlo, ella siempre está muy ocupada, como si mis problemas no le importaran.

Como quisiera tener a alguien que me cuide, que me defienda. Siempre me ha gustado imaginar, como seria mi vida si tuviera un hermano mayor o un padre que se preocupara por mí, que me quisiera y le importe, que no me trate como a una enferma o que diga que todo lo que hago está mal. 

Muchas personas no se creen que la ansiedad puede bloquear recuerdos y hacerte olvidarlos, como si nunca hubieran pasado, o como es mi caso, los traumas bloquean muchos recuerdos o incluso, años enteros, como mecanismos de defensa. Pero de la nada, aparece un recuerdo que te hace pensar y cuestionarte si en realidad es un recuerdo o solo una alucinación de tu cerebro.




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