Capítulo 5.
Represión.
Alexandra.
La presencia de Jesús justo en ese momento era lo único que faltaba para arruinar mi día. Yo estaba feliz hoy ¿Qué ya ni siquiera puedo tener una pizca de felicidad en mis días?
- ¿Qué? – La sequedad de mis palabras, lo sorprendió, estaba enojada y nunca he sido buena controlando mis emociones. Tenía que empezar a conocerme como soy. Le di la espalda y seguí caminando, ignorando si decidía seguirme o no.
- Yo… quería saber que le dijiste a ese tal José. – Me detuve de golpe, el hecho de que me haya preguntado me molesto, a él que le importaba, ahora bien, el tono con el que expreso sus palabras me enojo de sobremanera.
- ¿Para qué quieres saberlo? – Le pregunto, enarco una ceja, fija sus ojos en el suelo indeciso. Sus manos se movían formando puños, alzo la vista, un brillo de decisión adornó sus ojos.
- Porque no me gusta la idea de que hables con él. – Sonreí, no había ningún tipo de gracia en mi sonrisa, me lamí los labios, lo vi fijamente, sentí remordimiento, que pena que él no estuvo para darse cuenta cuales fueron las maneras en las que cambié.
- Me importa una mierda si te gusta o no que hable con las personas. – Su boca se abre dejando entrar aire, sus ojos se abren ligeramente. – ¿Sabes qué? El hecho de que tú me conozcas del pasado no te da ningún beneficio, no pienses que me conoces como hace tiempo, y solo para que te enteres a José le dije que no tenía por qué importarle con quien socializo, es mi vida y yo decido a quien hablarle, no sigas pensando que queda un poco de la Alexandra que conociste porque esa niña quedó en el pasado y debería quedarse ahí. – No deje que hable, simplemente giré y seguí con mi camino, era hora de que él conociera esta parte de mí. Sí, que bien nos reencontramos, que bueno. Pero esto no es una novela en la que los niños que se gustaban de pequeños se encuentran, pasan por situaciones difíciles y al final terminan felices con un futuro por delante.
No, esta no es una de esas novelas, yo ni siquiera tengo un futuro al cual llegar. Solo intento sobrevivir y aparentar ser alguien normal.
¿Por qué los hombres no pueden ser como Adrián?
El respeta mi espacio, agradezco enormemente que no me siguiera, quiero estar sola y pensar.
A punto de dar la vuelta por el edificio que lleva a la seccione de áreas verdes. Escucho mi nombre y el de ella.
- Lucero acabo de enterarme que Alexandra humillo y rechazo a José. – Esa maldita voz chillona, la reconocería en casi cualquier lugar, la amiga de Lucero, la encargada de mantener a toda la escuela al tanto de lo que pasa en las sombras de esta institución. Cómo demonios se entera de ese tipo de cosas. Nadie lo sabe. Ni lo sabrá.
Lucero, ella es mi némesis, la razón por la que estamos aquí, ella es la clave para que todo termine. Me odia, nos odia, a mí, a mis amigos, tal vez a todos, desde que llegue a esta escuela ella genero un odio inexplicable hacia mi persona.
Siempre ha buscado ser mejor que yo en todo, pero no lo ha logrado es la quinta posición en la escala de conocimientos y eso la frustra, busca la perfección, he leído que las personas que son perfeccionistas son las personas que se sienten más vulnerables y que por ello generan esta necesidad por ser mejores que los demás, para ser aceptados, porque les falta seguridad en sí mismos, se me hace muy triste que una personas como lo es Lucero pase por esto, ella es inteligente, bonita y tiene muchísimas habilidades, es triste que se deje poseer por todos esos malos sentimientos que él implanta en ella.
- Esa maldita. – El desagrado presente en su voz. No sé qué mierda le ven, solo hay que verla es horrible, no sé porque todos lucen maravillados con la perfectita Alexandra. – Sus palabras me duelen, hago una mueca con mi boca, ella tiene razón ¿Qué me ven? En algo si está equivocada, yo no soy perfecta y dudo que alguien lo sea, ella no puede leer a las personas con la facilidad que yo lo hago, si viera a través de mí, se daría cuenta de lo fragmentada que tengo el alma, de lo dañada que me encuentro. Así como yo puedo ver el dolor que guarda, el dolor que convierte en odio y le lanza a los demás.
Me alejo de ahí hecha un mar de emociones, estoy enojada y triste, ambas emociones pueden traer desventajas a nuestro plan, mientras nadie me vea o una persona esté cerca de mí y yo tenga estas emociones en gran magnitud, todo estará bien.
Camino sobre el pasto, el apetito se fue por completo, paso entre los arbustos, dirigiéndome a mi árbol favorito, un salix babylonica, o coloquialmente llamado como “sauce llorón” sus hojas cayendo en cascada le dan un toque mágico y precioso, los arbustos que tiene delante de él me ayudan a esconderme de la gente, siempre he pensado que ese árbol y yo compartimos algo más que ese lugar, es como si fuera mi cómplice, mi protector.