Capítulo 7.
Jacarandas.
Jesús.
Siempre que veo estos árboles me hacen viajar hasta el día en el que por primera vez confesé mis sentimientos a una chica, los árboles floreando, los pétalos adornando las ramas que en su tiempo estuvieron vacíos y ahora lucen sus preciosas flores.
El lila de sus pétalos adornando el suelo que forman la alfombra que iba pisando, era un paisaje inolvidable, uno que otro pétalo caía lentamente al son del viento, colándose en la vista que tenía de la calle, inevitablemente pensé en esa chica que robo mi corazón y que hasta el día de hoy mantiene recluso.
¿Dónde estará? Desde que regresé a México llevaba pensando en ella, aunque no es diferente que en Argentina todo el tiempo estaba en mis pensamientos, abrumando mis memorias, alborotando mis sentidos.
Y este paisaje frente a mí, no ayuda en nada, es precisamente la misma estación en la que le dije que me gustaba, cuando salí huyendo como un cobarde antes de escuchar su rechazo o siquiera una palabra de sus magníficas cuerdas vocales.
Jamás debí irme, debí revelarme frente a mi madre, frente al abuelo, no es mi culpa que el linaje de su familia sea tan prestigioso y yo pagar por sus raíces, desde pequeño fui educado con sus principios y sus estrictas reglas acerca del estudio y la cultura.
En Argentina nunca tuve el sentimiento de pertenencia que sentí aquí en mi país, nunca tuve amigos de verdad a pesar de hablar y convivir bien con mis compañeros, siempre sentí que Argentina no era para mí, algo me atraía a México, tal vez el hecho de saber que Alexandra estaba aquí.
La escuela de verdad era extraña, tuve que hacer una cantidad insultante de exámenes, yo solo solicite un cambio de escuela de Argentina a México, mande mis calificaciones que efectivamente eran las mejores del instituto al que asistía, sin embargo, a pesar de los buenos comentarios respecto a mi desempeño por parte de mis profesores y mi excelente carta de recomendación, me hicieron contestar todos esos exámenes, y me duele decirlo pero eran bastante complicados, titubee en muchas respuestas y regreso ese sentimiento de remordimiento al no saber qué es lo que pasaría contigo y con tu calificación.
Me sentí normal por días, los viejos nervios del no aprobar un examen, el regaño de mis padres por no pasarlo, hasta que me llamaron para comunicar su respuesta, fui aceptado.
- Hola, buen día, soy el alumno de nuevo ingreso. – Le muestro mi carta de aceptación al oficial de la entrada. Él me sonríe con amabilidad. Una mujer de aspecto joven, se asomó por detrás del oficial, su cabello le rozaba los hombros, su piel era morena y en su mirada se notaba una mezcla de gentileza, astucia y una desagradable falsedad.
- Hola, tu eres Jesús ¿cierto? – Asiento con la cabeza. – Perfecto, sígueme te guiare a tu salón. – Ella comienza a caminar sin despedirse ni dar las gracias al oficial, dejo mi clase de modales para después, doy las gracias al oficial y le deseo un buen día antes de seguir a la señora.
- Yo seré tu orientadora, puedes consultarme cualquier duda que tengas respecto a las instalaciones, tu clase me parece que está tomando Biología, si te surge alguna duda del seguimiento de las clases, los profesores y formas de trabajo, puedes preguntárselo a Alexandra, ella es el orgullo de la institución. – Mi mundo se detuvo al escuchar su nombre, por un momento pienso que ya alucino su nombre y me imagino a mi abuelo encerrándome en un manicomio. Mi pecho se infló con un sentimiento de esperanza, sin embargo, lo desecho de inmediato, es imposible que sea ella.
- ¿Cómo es la señorita Alexandra? – No puedo evitar que la pregunta deje mis labios, esa mísera cantidad de esperanza hace que mis impulsos me controlen. La orientadora sonríe ¿Por qué sonríe? No dije algo gracioso o ¿sí? Yo no soy gracioso.
- Pues digamos que es lo contrario a lo que sus notas nos dicen, ya lo veras tú con tus propios ojos. – Sin comprender las palabras de la orientadora la sigo. La escuela es enorme, hay una gran cantidad de salones cerrados, los pasillos parecen laberintos interminables, que bueno que tengo buena memoria.
La Orientadora se detiene frente a una puerta que no duda en abrir. – Espera aquí. – Asiento con la cabeza, mientras ella entra al salón, fuera del salón hay una ventana que permite ver al interior del salón, disimuladamente husmeo entre mis nuevos campaneros todos parecen ensimismados en sus cosas, algunos charlando, armando cubos rubik, un grupo de personas jugando ajedrez.
¿Qué no se supone que están en clase de Biología? Deberían estar inspeccionando el cuerpo de un indefenso animal o algo por el estilo. La risa de una chica al interior del salón llama mi atención está junto con un chico y a su alrededor hay varios chicos y chicas charlando entre sí, algunos viéndolos con diversión, otros ignorando el mundo que están creando alrededor de ellos.