El despertar de un alma

Capítulo 3: Entre leyendas y artefactos.

Nicolás emergió de su sueño al sentir el suave roce de los primeros rayos de sol filtrándose a través de las cortinas. Con un bostezo, se estiró y se sentó frotándose los ojos para alejar el sueño que aún lo envolvía. Lila, por otro lado, estaba completamente despierta, saltando en la cama con la energía de siempre.

—¡Hola Nicolás! ¿Estás preparado para un día lleno de diversión y cosas nuevas por descubrir? —preguntó con emoción.

—¡Por supuesto! —exclamó Nicolás con entusiasmo.

Juntos se prepararon para la jornada que tenían por delante. Abrieron el armario y encontraron una amplia variedad de ropa cómoda, perfecta para sus andanzas. Había túnicas de telas suaves y resistentes, adornadas con bordados delicados que brillaban sutilmente a la luz. Los colores variaban desde tonos cálidos hasta vibrantes tonalidades que parecían reflejar la intensidad del sol y el resplandor de las estrellas.

—¡Guau mira esto! ¡Hay tantas opciones! —exclamó Lila, examinando con fascinación las diferentes prendas que colgaban del armario.

Nicolás asintió—. Sí, es increíble. Hay un conjunto para cualquier ocasión que se nos presente.

Después de unos momentos de deliberación, comenzaron a elegir sus atuendos, seleccionándolas cuidadosamente para el día que tenían por delante. Nicolás examinó las opciones con detenimiento, buscando una que fuera cómoda pero también apropiada para las posibles actividades. Se decantó por una túnica de tono azul claro, con mangas largas y un cuello alto que ofrecía protección contra el frescor matutino. Los bordados a lo largo de los bordes le daban un toque de elegancia sin ser demasiado llamativos. Para combinar, eligió unos pantalones anchos en un tono terroso.

Mientras tanto, Lila se dejó llevar por la emoción y se inclinó hacia las túnicas más coloridas y adornadas. Se probó varias opciones antes de decidirse por una de un vibrante color rosado, decorada con motivos de flores y mariposas en tonos dorados y plateados. Las mangas cortas y el tejido ligero le brindaban la libertad de movimiento que necesitaba para sus travesuras, mientras que unos pantalones cortos a juego completaban su conjunto dentro de su marcado y único estilo.

Una vez que estuvieron satisfechos con sus elecciones, se miraron el uno al otro con una mezcla de anticipación y emoción. Cruzaron el pasillo hacia la cocina, donde fueron recibidos por el delicioso aroma de un desayuno recién preparado. Al entrar, la mesa de madera estaba adornada con un mantel decorado con patrones vegetales. Sobre ella, se desplegaba un festín de colores y sabores, que hacía que el estómago de Nicolás y Lila gruñera.

Una cesta rebosante de frutas recién recolectadas ocupaba el centro, desbordante de manzanas jugosas, peras dulces y uvas maduras. Al lado, una bandeja de pan recién horneado emanaba un aroma tentador que llenaba la habitación con su fragancia reconfortante. Por otro lado un tarro de miel dorada como el sol ocupaba un lugar destacado, prometiendo un sabor que complementaría perfectamente el festín matutino. Se deleitaron con cada bocado en la mesa, disfrutando de la frescura de las frutas, la calidez del pan recién horneado y la dulzura de la miel que adornaba sus platos. Satisfechos y revitalizados, se pusieron de pie con energía, listos para comenzar su nuevo día.

Se encaminaron hacia la puerta principal, ansiosos por explorar el reino al que ahora llamaban hogar. Sin embargo, antes de que pudieran dar el primer paso fuera de su morada, una suave luz envolvió el ambiente con un brillo divino, deteniéndolos en seco. Intrigados, intercambiaron miradas. Pronto, emergiendo con una gracia que parecía desafiar la misma gravedad, una figura etérea se materializó ante ellos.

—¡Saludos viajeros! —exclamó el ser con tono melodioso—. He venido para acompañarlos a una importante conferencia sobre el funcionamiento de sus guías y el conocimiento fundamental que necesitarán para entender, y si lo desean, visitar las diferentes partes de este reino.

Los dos amigos, sin pronunciar palabra decidieron seguirlo. Mientras caminaban por las calles, observaban la belleza del paisaje que los rodeaba. Pudieron ver árboles centenarios y flores que desprendían un aroma embriagador. En su camino, se encontraron con otros viajeros, algunos de los cuales se dirigían hacia el mismo destino, cada uno acompañado por un guía propio. Otros, en cambio, seguían su rumbo en la vida cotidiana. Estos últimos llevaban mochilas repletas de provisiones y portaban artefactos en sus cinturones.

Los viajeros del reino también convivían con seres de todas las formas y tamaños: desde elfos hasta enanos robustos. Cada uno parecía llevar consigo una historia única y un propósito. El ser celestial los guió a través de un arco de piedra finamente tallado, cuyos detalles relucían bajo la luz del sol. Las piedras parecían estar impregnadas de una energía antigua que emanaba del propio edificio. Era una obra maestra arquitectónica que fusionaba la majestuosidad de la piedra con la calidez que bullía en su interior. Las ventanas altas y amplias derramaban una luz dorada sobre el suelo de mármol, creando un ambiente acogedor y luminoso. Las puertas de madera maciza, enmarcadas por intrincadas tallas, se abrían y cerraban con un suave susurro, como si el edificio mismo estuviera respirando vida.

Al cruzar el umbral, se encontraron inmersos en un amplio salón que parecía vibrar con la actividad y la emoción de sus ocupantes. El techo se alzaba alto sobre sus cabezas, sostenido por columnas esculpidas que se elevaban como gigantes protectores. La atmósfera estaba impregnada de un zumbido constante de conversaciones animadas y risas contagiosas. Ambos se sintieron cautivados por la diversidad de personas que se congregaban en aquella estancia.




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