Al traspasar la barrera, sus ojos se abrieron de par en par al ver cómo el paisaje cambiaba de forma instantánea.
Lo que antes era un bosque invernal, cubierto de nieve y envuelto en el frío silencioso, ahora era un hermoso paraíso.
—Wow, esto es… es… hermoso —dijo Ylva extasiada.
Los árboles estaban cubiertos de hojas verdes y flores de colores que parecían susurrar entre sí. Un cálido sol iluminaba todo el lugar, haciendo que pequeños rayos de luz bailaran sobre el suelo alfombrado de hierba fresca y flores silvestres. El aire era dulce, cargado con el aroma de flores y tierra húmeda, completamente opuesto al fresco y helado aire que había quedado atrás.
Había un suave sonido de agua corriendo, probablemente de un riachuelo cercano, y el canto de aves llenaba el aire. Era como si hubiera entrado en otro mundo, un lugar donde la primavera nunca terminaba, un refugio eterno para la vida.
—Esto… esto es increíble —murmuró Ylva, incapaz de apartar la mirada del escenario.
—Bienvenida al hogar de las Hermanas del Bosque Encantado —dijo con calma, como si este milagro fuera algo completamente natural.
Ylva sintió cómo una brisa cálida acariciaba su rostro, mientras un nuevo sentido de asombro crecía dentro de ella.
—Quisiera vivir en un lugar así para siempre.
—Podemos hacer algo así.
—¿De verdad? —Los ojos de Ylva brillaban de emoción.
Mientras caminaban por el impresionante paisaje de primavera detrás de la barrera, Ethan empezó a explicar.
—La barrera es la protección que Elowen y sus hermanas tienen. En el pasado, algunos humanos quisieron cazarlas, y desde entonces crearon este refugio invisible. Solo los que ellas eligen pueden cruzarlo.
Ylva asintió lentamente, asimilando lo que él decía mientras sus ojos recorrían el mágico entorno.
—Entiendo, eso quiere decir que muchos se pierden de esta belleza. Pero, ¿cómo saber cuál es el lugar exactamente donde está la barrera?
Antes de que pudiera responder, Ethan, una figura apareció entre las sombras de los árboles. Era una joven de extraordinaria belleza, con piel blanca como el mármol, cabello negro azabache que caía en suaves ondas y una corona de delicadas rosas azules adornando su cabeza. A simple vista, no parecía diferente de una humana, ni alas ni señales que delataran su naturaleza.
Con una sonrisa juguetona y una mirada directa, la joven habló con voz melodiosa:
—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? —dijo, mientras sus ojos verdes brillaban con curiosidad—. Una hermosa licántropa.
Ylva se quedó paralizada, observando a la joven con asombro. No podía creer que esta figura impresionante fuera un hada. Todo en ella, desde su estatura hasta sus movimientos, parecía humano.
Ethan sonrió al verla y se adelantó para saludarla.
—Hola, Liora —dijo con calidez—. ¡Qué gusto verte!
Luego, giró hacia Ylva.
—Liora, te presento a Ylva. Ella es mi compañera.
Liora esbozó una sonrisa encantadora al escuchar esas palabras. Con un suave movimiento, unas hermosas alas translúcidas, de tonos azules y negro, aparecieron en su espalda, irradiando un brillo cálido bajo la luz del sol.
Extendiendo una mano hacia Ylva, Liora se presentó con elegancia.
—Un placer conocerte, Ylva. Soy Liora, una de las hermanas del Bosque Encantado —dijo, mientras sus ojos verdes parecían observar no solo a Ylva, sino también su esencia.
Ylva, todavía impresionada, estrechó su mano con algo de timidez pero con una creciente admiración.
—El placer es mío… —Logró decir, sintiendo que acababa de conocer a alguien realmente único y mágico.
Liora, con una elegancia natural, giró sobre sus talones y dijo con una sonrisa juguetona:
—Síganme, los llevaré con mis hermanas. Ellas estarán encantadas de conocerte Ylva.
Mientras comenzaba a caminar entre las flores y los árboles llenos de vida, Liora hizo una pausa y centró su mirada en Ethan. Su sonrisa se volvió un poco más traviesa.
—Me alegra que al fin hayas encontrado a la dueña de tu corazón, Ethan. Así que no tendré que robártelo —dijo, dejando escapar una suave risa, claramente disfrutando de su propio comentario.
Ylva parpadeó, procesando las palabras de Liora, y en un movimiento instintivo, se acercó más a Ethan, rodeando su brazo con ambas manos mientras lo miraba de reojo.
—Ya tiene dueña —murmuró con un tono que mezclaba celos y un leve gruñido.
Ethan, tratando de no reír, miró a Liora con una expresión divertida mientras acariciaba suavemente la mano de Ylva en señal de tranquilidad.
—Bueno, Liora, ya está bastante claro que mi corazón está en muy buenas manos —respondió con una sonrisa que mezclaba orgullo y ternura.
Liora, divertida por la reacción de Ylva, alzó las manos en gesto de rendición mientras seguía caminando.
—Está bien, está bien. No te preocupes, querida licántropa. Me portaré bien… por ahora —añadió con un guiño, disfrutando de su pequeño juego.
Ylva, aunque todavía tenía una expresión medio gruñona, no pudo evitar sentirse más tranquila. Aunque, claro, no bajaría completamente la guardia… por si acaso.
Finalmente, llegaron frente a una casa magnífica que parecía haber brotado directamente de la tierra. La estructura tenía la forma de una flor en plena floración, con pétalos brillantes que reflejaban los colores de la luz del sol, y sus paredes parecían hechas de una textura viva, como si el lugar respirara junto al bosque.
Aria estaba sentada cómodamente, tomando té, con una sonrisa despreocupada. Junto a ella había dos hadas más. Una de ellas se parecía mucho a Liora, aunque su presencia era imponente: sus alas eran más grandes, con un brillo azul electrizante que resaltaba detalles intrincados y líneas luminosas que destellaban con elegancia al moverse. La otra hada tenía un aire etéreo, con un cabello blanco como la nieve que caía en cascadas, y sus grandes alas translúcidas brillaban con luces centelleantes que parecían pequeñas estrellas. En su cabeza llevaba una corona floral que le añadía un toque de majestuosidad.
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Editado: 29.04.2025