Se había confiado, ese fue un error que no debería haber cometido, pero claro, seis noches seguidas le subieron el ánimo, aumentando su confianza, Evan creyó que realmente bastaba con su sigilo para evadir a los guardias, sin embargo la realidad era distinta y ningún cambiante era silencioso al cien por ciento, pues había otros factores que delataban su presencia, el cambio en la dirección del viento era uno muy peligroso, y era por eso que estaban al borde de ser capturados, y no podía permitirlo, no solo porque le harían daño a Roxy, sino porque nadie debía enterarse que Evan quebrantaba las reglas, él debía mantener su fachada desinteresada, perfil bajo, solo así ya no sería catalogado como amenaza para el alfa.
Roxy aumentó la velocidad de sus pisadas, Evan trató de mantener el paso, el terreno comenzaba a inclinarse a medida que corrían con desesperación para alejarse de quien sea que fuera el guardia que los perseguía. Aunque por el rastro débil que logró captar antes de echarse a correr, Evan dedujo que debía ser Joe Larkin, el mayor de los tres hermanos leones, lo había visto un par de veces custodiar las plantaciones, a simple vista y de lejos, se mostraba como un tipo duro y serio, pero Evan notó de inmediato un trasfondo amable en su mirada.
Pero eso solo eran impresiones, porque de ser amable Joe no debería estar persiguiendo a Roxy como una presa, ella estaba en su territorio, todo esto, desde el bosque, a los arroyos, los claros y las plantaciones, le pertenecía, era suyo, y de los demás miembros de su clan. Ninguno debía sentirse así, como presas aterradas, atrapadas, temerosas, la sensación era horrible, humillante para cualquier depredador acostumbrado a ser quien estaba de cazador.
Roxy giró un poco su cabeza, solo para asegurarse que Evan siguiera detrás, había miedo en sus ojos amarillos y eso le dio más fuerza, alimentando la rabia del leopardo que quería girar y plantarle cara al león que iba detrás, alejado, pero siguiéndole. Eso era una pésima idea, Evan no era tonto, en una pelea mano a mano y transformados, ya advertía el resultado, terminaría muerto.
¿Qué sucedería con ella y los demás si Evan dejaba de respirar? No podía hacer que sucediera, porque le agradaban más de la cuenta.
Roxy resopló con cansancio, subió por la pendiente de la montaña que ascendía frente a sus ojos, Evan estaba perdiendo el agarre de las prendas que sostenía en sus mandíbulas, estaba al límite de su energía, no quería imaginarse cómo estaría ella. Girando a la derecha, rodearon la pendiente hasta meterse en una cueva no muy grande. Roxy se fue hasta el final y dejó su ropa en la tierra húmeda, gruñó bajo, le estaba llamando. Un poco inseguro, se adentró en la oscuridad, hasta que su calor le hizo detenerse, ella unió sus frentes en una suave caricia, que sirvió para centrar sus pensamientos, relajar al felino furioso que advertía la amenaza, el peligro acechando cerca.
Dejando la ropa por encima de la suya, Evan se recostó junto a ella, vigilando la salida, a la espera de que Joe los encontrara. Lucharía, estaba seguro de eso, decidido, pues nada le importaba más que la seguridad de la pantera, se enfrentaría al león, porque no tenía otra salida.
Exhaustos y débiles, ya no tenían a dónde ir.
Evan no debía bajar la guardia, no debía cerrar los ojos, ni dormir, él tenía que estar atento, alerta ante el peligro, pero su cuerpo ya no reaccionaba, el descanso era necesario aunque no lo quisiera, era inútil continuar resistiéndose. Se sentía débil cuando bajó su cabeza al nivel del suelo, pero esa sensación pasó rápido cuando Roxy dejó reposar su barbilla en su espalda.
Entre ellos ya no hubo frío, ni miedo, tampoco la amenaza de una violenta captura, ni la incertidumbre del terrible castigo injusto. La comodidad se instaló entre ambos, los cimientos de la confianza se estrecharon firmemente mientras se apoyaban el uno en el otro, como una verdadera pareja, por primera vez desde que la había conocido, se sintió seguro.
Cuando la luz tenue le llegó, Evan despertó desorientado, haciendo foco alrededor, se ubicó en tiempo y espacio, ambos seguían en la cueva pero el amanecer ya había llegado. Moviéndose despacio para evitar interrumpir el sueño de la pantera, Evan buscó entre su ropa el reloj del bolsillo que ocultó al desvestirse, acercándose con cautela a la entrada de la cueva, lo dejó en el suelo para poder ver la hora, casi las ocho y media, el toque de queda ya no regía, estaban a salvo.
Tuvo que salir al exterior para volver a su forma humana, porque el dolor agónico le hacía quejarse, y por más que se esforzaba en soportarlo hasta que su piel dejara de arder como el fuego, siempre se le escapaban quejidos de dolor, lo menos que deseaba en un momento como ese era perturbarla con algo sobre lo que no tenía control ni remedio alguno. Cuando obtuvo la noción de estar de vuelta en su cuerpo humano, Evan ingresó de nuevo por su ropa.
Una vez protegido del aire frío, se quedó en la entrada, vigilando por si alguno de los guardias andaba cerca. Roxy todavía dormía, era una maravillosa y bien acertada idea el haberse escondido en la cueva, pues ella podía pasar desapercibida en el fondo, tenía el camuflaje perfecto, mientras que Evan no lo tenía fácil, podría hacerse un ovillo detrás de ella.
Afuera el ambiente estaba en una fría calma, a pesar de que el sol no saldría dentro de una hora más, podía ver no sin un poco de dificultad pero distinguía el entorno, la ladera de la montaña estaba cubierta por densos arbustos, mientras que abajo crecía el bosque de altos árboles, con sus ramas desnudas, y a lo lejos, en el horizonte, se alcanzaban a ver los domos blanquecinos de los invernaderos. El territorio del clan era bonito, pero nada se le comparaba con la belleza del lago Saint Jerome, en donde solía correr junto a Aria por sus orillas.
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Editado: 12.06.2019