Roxy acorraló a Ofelia, mirándole fijo a los ojos animales que destellaban con furia y dolor. Arañó la tierra bajo sus patas y exhibió los colmillos, pero comprendía que la mujer sumisa estaría bajo el potente instinto protector alimentado por la muerte de su pareja y padre del cachorro no nacido, pero Ofelia ya no tenía motivos para plantarle cara, Richard estaba muerto y el clan era libre, ella volvía a ser solo una simple mujer cambiante de naturaleza sumisa.
No más pareja alfa. No más reina.
Detrás de Ofelia seguían llegando más pumas de lo que alguna vez había visto, detrás de Roxy una barrera de leopardos de las nieves rodeaba a los tigres en una vigilia silenciosa. El olor de la sangre estaba por todas partes, como un susurro tentador para sus animales.
Sintiéndose fuerte, volvió a amenazarla, a insistir en que retrocediera en su afán de defender algo que no tenía caso, y por fin ella lo comprendió, mirando alrededor, al cuerpo sin vida de su pareja y padre del cachorro no nacido que llevaba en su vientre, Ofelia emitió un lamento agudo, como un llanto animal y luego corrió al interior de la cabaña.
Roxy sintió una pizca de pena por la mujer que una vez fue su amiga, Ofelia de verdad quiso a Richard pero el afecto y el poder se le subieron a la cabeza, cegándole por completo. La pena se convirtió en lástima, y de nuevo, en resentimiento al recordar que ella tuvo la posibilidad de ayudarlos y nunca lo hizo.
Ignorándola, Roxy observó el entorno, las manchas de sangre y pelaje sobre la tierra, el sol apareciendo para iluminar todo de una manera espectacular y... Todo se sentía como un sueño, ese sueño inalcanzable que deseó por cinco largos años y ahora... Era realidad, Evan lo había hecho real.
Si estuviera en forma humana se habría arrojado a llorar al suelo. Lo haría, después de limpiar todo este desastre.
La pantera se movió alerta, desde las sombras proyectadas por el bosque que los rodeaban, aparecieron tres extraños, Roxy arañó la tierra observando a cada uno de ellos que dieron las órdenes de montar guardia y atender a los heridos. Uno de ellos era un hombre de baja estatura, cabello negro y ojos oscuros, el otro era un poco más alto de piel blanquecina, con un raro cabello mezcla de tonos marrón y negro, y un par de ojos verdes, que vibraban con poder. En el medio y custodiada por ambos, estaba una mujer que al verla ella le reconoció de inmediato, porque era un calco exacto de Evan, debía de ser Aria Ashburn.
Los tres hablaron entre ellos antes de separarse en diferentes direcciones. No alcanzó a escuchar nada, tan solo los observó mientras daban órdenes a los leopardos y pumas alrededor.
De entre los tantos cambiantes, avistó a Evan revisando a sus compañeros de clan, la mayoría que aún seguía transformada tenía rasguños y algunos desgarros en el pelaje, pero no presentaban gravedad alguna. Roxy se acercó un poco más, los tigres regresaron a la forma humana y estaban custodiados por cuatro hombres uniformados. Había muchos desconocidos alrededor.
De reojo percibió una pesada figura moverse, Joe, todavía bajo la piel de su león, cojeaba mientras se dirigía lejos, a las sombras del bosque. Siempre tuvo razón, pensó mientras regresaba la atención a Evan, de los tres hermanos, Joe Larkin era el único que tenía algo de decencia.
— ¡Roxy! —Evan le llamó desde el círculo que armaron los leopardos.
Ágil como si no hubiera estado al borde de ser asesinado, Evan corrió a ella y cayó de rodillas para rodearle el cuello con los brazos. Roxy sintió el agitado latido del corazón, el fresco aroma mezclado con el olor de la sangre, y se permitió asimilar todo lo que había ocurrido.
Eran libres, por fin. Ya no más castigos, ni reclusión, ni miedo, eran libres. Sarah tuvo razón, Evan era el indicado.
—Ganamos, cariño —susurró—. Todo será mejor a partir de ahora.
Roxy emitió un quejido agudo, y cerró los ojos a pesar de que estaban en el centro de todas las miradas, rodeados por extraños y tan cerca el uno del otro que nadie negaría que entre ellos no existiera una relación formal.
—Evan —llamó una mujer, su voz sonó algo profunda pero con un trasfondo distante—. Veo que ella es tu compañera.
Separándose, Evan se puso de pie, quedando junto a ella. Roxy fue el objetivo de otro par de gélidos ojos azules, Aria Ashburn tenía el inicio de una sonrisa que jamás se completó del todo, el dominio en la mirada fue absoluto, haciendo que su pantera se sintiera nerviosa. Los dos hombres que vio junto a ella se acercaron también.
—Sí, así es —Evan respondió con orgullo—. Ella es Roxanne Mclaire. —Bajó su mano para acariciarle el pelaje del cuello—. Roxy, ella es Aria Ashburn.
Incómoda, inclinó la cabeza.
—El tipo pequeño es Sean Wells, alfa del clan White Claws.
Un gruñido bajó retumbó en el pecho del hombre de baja estatura quien se quedó muy cerca de Aria, de una forma que insinuaba que ellos..., inhaló, sí ellos dos estaban emparejados.
—Y él es Liam Gallagher —Evan apuntó al alto de ojos verdes—. Alfa del clan Ice Daggers.
Roxy saludó, Sean parecía más amable que Liam, este último aparentaba un estado entre indiferencia y amenaza, sin duda no era un hombre de muchos amigos. Para salir de la tensión, Roxy acarició la pierna de Evan con la mejilla y al girarse volvió a sentir la iracunda mirada de Ofelia sobre ellos.
La mujer, ahora vestida, derramaba lágrima tras lágrima, y avanzó hacia Evan sosteniendo su abultado vientre, casi a término. Roxy debía admitir que esto no era bueno para ella, ni para el cachorro.
—Tú no eres el alfa de este clan —murmuró entre dientes—. Lo único que eres es un asesino.
A pesar de la evidente amenaza, Evan se mostró relajado y amable, quiso acercarse a Ofelia con la intención de calmarla pero Roxy conocía las mañas de la mujer y lo traicionera que podía ser, así que se interpuso entre ambos, protegiéndolo.
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Editado: 12.06.2019