Mayra respiró aliviada cuando el hermano de Esthela, Maurin, vino en su auxilio al terminar la pieza y la invitó a bailar, lo cual aceptó de inmediato. Sin embargo, no pudo evitar notar la intensa mirada que Nereius le dedicó mientras se alejaba rumbo a la puerta.
—Sí que es misterioso tu compañero de baile, Mayra —comentó Maurin con curiosidad—. Por cierto, felicidades por tu papel. De seguro serás espectacular como siempre.
—Gracias, Maurin —sonrió Mayra, bajando la mirada ante el apuesto joven. Sabía que él siempre la observaba desde lejos, y su intuición femenina le decía que ella le interesaba. Sin embargo, algo en su interior le impedía abrir su corazón completamente.
La noche transcurría mientras todos se divertían. Cuando llegó la hora de regresar a casa, Mayra se detuvo en la entrada del club, esperando a que sus hermanos terminaran de pagar la cuenta. De repente, sintió esa familiar sensación de ser observada, una percepción que experimentaba a menudo pero que nunca había podido confirmar visualmente.
Intrigada y un poco inquieta, Mayra escudriñó la oscuridad de la calle, buscando algún indicio de la presencia que sentía. Las luces de neón del club proyectaban sombras extrañas en los rincones, y por un momento creyó ver una silueta que se desvanecía en la penumbra. ¿Sería Nereius? ¿O quizás su imaginación le estaba jugando una mala pasada?
La joven se estremeció, no solo por el frío de la noche, sino también por la mezcla de emoción y temor que le provocaba este misterio. Mientras esperaba, no pudo evitar reflexionar sobre los eventos de la noche: el baile con el enigmático Nereius, la amabilidad de Maurin, y ahora esta sensación de ser vigilada.
¿Qué secretos ocultaba el país del que provenía Nereius? ¿Y por qué sentía que, de alguna manera, ella estaba conectada a ese desconocido? Mayra sacudió la cabeza, intentando alejar estos pensamientos. Por ahora, se contentaría con regresar a la seguridad de su hogar, dejando que el misterio se desenvolviera a su propio ritmo.
Después de la salida al club, Mayra se sumergió de lleno en los ensayos para el próximo estreno de la obra. Aunque interpretaba un personaje secundario, su papel era de gran importancia. Su solo la hacía resplandecer con una gracia sobrenatural, despertando la envidia de la bailarina principal, Serena. A pesar de ser una excelente bailarina humana, Serena no podía competir con la innata elegancia de Mayra, princesa del reino de los dragones rosados, conocidos por su dominio de las artes.
Durante uno de los ensayos, Mayra se dejó llevar por la música, ejecutando una serie de piruetas que parecían desafiar la gravedad. Sus movimientos fluidos evocaban imágenes de pétalos de rosa danzando en el viento.
—¡Mayra, no puedes dar tantas piruetas! ¡Yo soy la bailarina principal! —gritó Serena, su voz teñida de frustración y celos.
—No entiendo por qué te molestas si yo soy un personaje secundario —respondió Mayra con calma, alejándose hacia los camerinos mientras los reclamos de Serena resonaban a sus espaldas.
La noche anterior, Mayra había vuelto a tener el sueño recurrente que la perseguía desde siempre. Esta vez, sin embargo, había visto el rostro de un apuesto joven de ojos azules como zafiros, que aplaudía al verla bailar. La tristeza en su mirada cuando ella desaparecía había dejado una profunda impresión en Mayra.
Mientras se cambiaba, absorta en sus pensamientos sobre el misterioso joven de sus sueños, no se percató de la llegada de Serena y sus amigas, quienes le arrojaron un cubo de agua helada.
—¡¿Qué hacen?! —exclamó Mayra, sobresaltada. El agua fría la hizo saltar asustada y furiosa. ¿Y ahora que iba a hacer? No podía salir así, era invierno y hacía mucho frío enfermaría y no podría bailar.
Frustrada, Mayra intentó llamar a su hermano, pero su teléfono estaba sin batería. Consideró ponerse de nuevo su traje de ballet, que al menos estaba seco. Primero salió al salón a ver si quedaba alguien que le prestara un teléfono, pero se habían marchado todos.
Suspiró con decepción e iba a girar para cambiar su ropa cuando un fuerte aire la hizo girar. Para su asombro, se encontró frente al príncipe Nereius, y en un parpadeo con una ráfaga de viento que le lanzó, toda el agua de su ropa había desaparecido.
—¿Cómo hiciste eso? —preguntó Mayra, maravillada—. ¿Eres mago?
Nereius sonrió enigmáticamente, sus ojos brillando con un destello que recordaba a Mayra las profundidades del océano.
—Hay muchas cosas en este mundo que aún no comprendes, Mayra —respondió él, su voz suave como la brisa marina—. Pero pronto, muy pronto, recordarás quién eres realmente.
—¿Por qué dices eso? Yo sé quién soy —replicó Mayra, un toque de irritación en su voz. Se alejó sin agradecer al príncipe, pero antes de desaparecer, escuchó sus palabras susurradas:
—Pronto lo sabrás, muy pronto...
Sus palabras fueron interrumpidas por la llegada apresurada de Andrés Ariam, el hermano de Mayra. Saludó a Nereius con un gesto rápido antes de seguir a su hermana, mientras el príncipe se despedía:
—Adiós, princesa. Éxitos en tu actuación.
Mayra sintió un escalofrío recorrer su espalda, no por el frío, sino por la sensación de que estaba a punto de descubrir algo trascendental. En ese momento, una escama rosa brilló tenuemente bajo la piel de su muñeca, desapareciendo tan rápido como había aparecido, sin que ella lo notara.
—¿Qué quería ese? —preguntó Andrés, con un tono protector—. ¿Ha vuelto a la escuela?
—No que yo sepa —contestó Mayra, recogiendo sus cosas y enganchándose del brazo de su querido hermano—. ¿Y eso que viniste tú a buscarme? ¿Dónde está papá?
—¿No te gusta que sea yo? —esquivó la pregunta Andrés, con una sonrisa cálida—. Tenía ganas de verte antes del gran día. Vamos a casa, debes descansar mucho.
Mientras se montaban en el auto, Mayra no podía dejar de pensar en Nereius y luego, inevitablemente, su mente divagaba hacia esos ojos azules de sus sueños. Cada vez que lo hacía, su corazón latía desbocadamente, como si quisiera recordarle algo importante. ¿Por qué? Se preguntaba, sin escuchar cómo su hermano le contaba su día.
El camino a casa serpenteaba por las afueras de la ciudad, donde los edificios daban paso a un paisaje más agreste. A lo lejos, Mayra creyó ver el reflejo de algo brillando en el cielo. Parpadeó, y la visión desapareció.
—¿Viste eso? —preguntó a su hermano, señalando el cielo ahora vacío.
Andrés Ariam miró brevemente hacia el cielo donde su hermana señalaba antes de volver su atención a la carretera.
—No veo nada, hermanita. Quizás estés cansada por el ensayo —dijo mientras le acariciaba la cabeza con cariño—. Tienes que descansar para poder brillar, "princesa". Ja, ja, ja, no sabía que te llamaba así. ¿Seguro que no hay nada entre ustedes?
—¡No! Ya te dije que por ahora no quiero saber de novios, solo estoy enfocada en mis estudios y mi carrera —respondió Mayra, visiblemente molesta.
—De acuerdo, no te enfades. Solo necesitas descansar, se te nota el agotamiento. Ya casi llegamos, un baño y a la cama a dormir —le aconsejó Andrés, acelerando para llegar pronto.
Mayra asintió distraídamente, pero no pudo sacudirse la sensación de que algo la acechaba. Las palabras de Nereius resonaban en su mente: "Pronto recordarás quién eres realmente". ¿Qué significaba eso? ¿Y por qué sentía que su tranquilo mundo estaba a punto de transformarse por completo?
Al llegar a casa, se sorprendieron al ver a todas sus amigas y algunos amigos en la piscina. Mayra evitó especialmente a Maurin, que últimamente aparecía en todas partes. Aunque le caía bien, no quería complicaciones en su vida.
A sugerencia de todos, se puso su traje de baño. A pesar de ser invierno, la piscina estaba bajo techo y caliente. De un salto se hundió en el agua, nadando hasta el fondo. Por un breve momento, le pareció ver al joven de los ojos azules con el que soñaba, abriéndole los brazos. Incluso creyó escuchar: "Vas a triunfar, May".
Algo no estaba bien con ella, pensó, y salió a la superficie donde la esperaban todos. ¿Sería el estrés de la presentación del otro día?, se preguntó mientras nadaba hasta el borde.
—Vaya Mayra, qué lindo tu cabello. Me gusta —dijeron las chicas, y fue entonces cuando el reflejo del agua le devolvió la imagen de su cabello, mitad azul y mitad rosa. ¿Qué significaba eso?
No dijo nada ni lo analizó, pues también le parecía que sus amigos en ocasiones cambiaban el color de sus cabellos y su piel parecía convertirse en grandes escamas coloridas. Sí, seguro que alucinaba por el cansancio, se dijo.
Sin embargo, una parte le decía que algo más estaba sucediendo. El agua de la piscina parecía susurrarle secretos olvidados, y por un instante, creyó ver reflejado en su superficie no el techo de la casa, sino un cielo lleno de dragones de todos los colores imaginables.
Mayra sacudió la cabeza, intentando aclarar sus pensamientos. Pero la sensación persistía: le parecía que el mundo estaba cambiando, y ella estaba en el centro de esa transformación. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué le sucedía esto justo ahora?
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Editado: 11.12.2024