El Devorador de Lágrimas

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     El patio de juegos en los interiores de un colegio es espacio suficiente para satisfacer y empoderar la creatividad de cualquier niño en desarrollo continuo, pero sobre todo, es un estupendo y merecido descanso para aquellos que deben aguantar berrinches, mocos y babas durante las clases. Es normal que los profesores solo observen o se mantengan al margen de cualquier contacto con los estudiantes durante el receso en una escuela elemental, lo extraño es que algún niño imite ese comportamiento.  

     Derick Peck se había convertido en una pequeña personita huraña pero silenciosa. Nunca echaba rabietas ni mucho menos pleitos con sus demás compañeros, y no porque supiese cómo llevarse con ellos, sino porque no tenía oportunidad alguna para ese tipo de interacciones sociales. 

     Al pequeño le encantaba estar rodeado de naturaleza, embarrarse con ella y ocultar sus más oscuros deseos muy dentro de sus entrañas. Killian, su padre, ya había recibido un par de charlas sobre el extraño comportamiento del niño, sobre su extraña obsesión al coleccionar insectos sin vida, o aquella vez que lo buscaron por su demora al término del receso, y lo encontraron detrás del edificio principal de la escuela diseccionando a una rata de veinte centímetros de largo, usando una navaja de afeitar oxidada. 

     Obviamente, por consideración a todo lo que el pobre crío había pasado, al vivir únicamente con su padre luego de que su madre fuese encontrada sin vida en el baño de su dormitorio con ambas muñecas al rojo vivo, aquellas anotaciones solo eran comentarios amistosos y citas con el psicólogo de la escuela, mas no amonestaciones o quejas como regularmente se procede en ese tipo de casos.  

     —Muy bien Derick, hoy haremos algo distinto. —El psicólogo de la escuela era tan solo un muchacho sin mucha experiencia, al cual recomendaron por calificaciones más que por efectividad. Aquella primera experiencia era para él su campo de juegos y pruebas—. Me gustaría que hablemos sobre el vínculo que has creado con tus demás compañeros. ¿Ya has podido hacer amigos?

     Peck le miraba fijamente, y recordaba todas aquellas oportunidades que tuvo para interactuar con otro ser vivo pensante con un tamaño conforme al suyo, como la vez que presenció a Raphael Baruchel caerse del columpio y rasparse ambas rodillas. En aquella ocasión Derick tenía unas ansias tremendas por decirle a Rapha que si seguía echándole tierra y saliva a la abertura, esta se podría infectar, pero por otro lado, Derick jamás había visto una infección de cerca, así que esperó que el otro niño terminara con su travesura y así observar la veracidad en el hecho de que la herida adquiera un color verdusco luego de unos minutos, cosa que no pasó ya que la enfermera intervino a tiempo. 

     O aquella vez en la que Miranda Kebbel se cortó el índice derecho mientras pintaba un horrendo paisaje campestre a la hora de dibujo. Peck se moría por ensanchar aquella grieta en la carne de la pequeña, solo por el mero interés de comprobar la blancura del hueso, pero aquello tampoco ocurrió, ya que como es usual los adultos siempre meten las narices donde no les importa, como lo hizo la maestra. "¡¿Qué le importa si Miranda se desangra?! Al fin y al cabo no es su hija."  

     Tantas veces en las que pudo hablar con alguien, pero prefirió no hacerlo y dejar que el paso del tiempo, aunque sea un breve periodo del mismo, le diera lo que estaba esperando. Pero no, las cosas no pasan como quieres cuando tienes doce.  

     —¿Entonces, Derick? ¿Has hecho nuevos amigos? —repitió el muchacho, al notar que el niño llevaba la mirada ida, mas no fija en él.

     —No —susurró Peck, acompañado a su vocecita con un lento movimiento de al cabeza.

     —Ok, no hay problema. Me tienes a mí como amigo, y siempre me tendrás como amigo. Y como amigos, te voy a ayudar a que puedas llevarte bien con todos tus compañeros. Tus maestros me han comentado que te gusta seguir reglas, que tienes tus propias reglas. ¿Es eso verdad?

     Nunca había hablado de ello con nadie, pero al notar que todo el mundo infantil se comporta de una manera estúpida, Derick sabía que él resaltaba por no seguir esa corriente, y no entendía la importancia de encajar, al menos no por ahora. 

     Derick Peck no tenía reglas, tenía procedimientos. Él entendía que las reglas se pueden romper, y se rompen todo el tiempo, sobre todo aquellas que no son penadas por la ley, como cuando encontró a su maestra de lengua teniendo relaciones con el director de la escuela en el aula de dibujo, mientras la reunión de padres se llevaba a cabo en un piso superior siendo la señorita Powell —esposa del director y profesora de historia— la anfitriona y ponente en ese lapso de tiempo. 

     Por otro lado los procedimientos no deberían romperse, y la gente siempre trata de llevarlos a cabo al pie de la letra. Si un cirujano cierra la abertura sin antes sacar todo lo que le metió al paciente, las cosas no van a ir muy bien cuando este despierte, o aún más simple, si intentas enseñarle a un niño a multiplicar sin que este sepa antes sumar, le quemarás el entusiasmo por aprender el lenguaje universal; los números. 

     Derick Peck a sus cortos doce había llegado a esa conclusión, y a pesar que quería corregir a aquel novicio psicólogo, también quería descubrir qué tan equivocado estaba al creer que conocía al niño.  

     —Sí —Peck sonrió un instante, guardándose la lengua para otra ocasión.

     —Entonces déjame darte algunos consejos, o reglas, para poder conseguir amigos con facilidad. ¿Está bien? ¿Empezamos?

     —Sí.

     —Genial. Veamos Derick, lo primero que quiero que entiendas, es que cada persona a tu alrededor es un mundo distinto, y no eres el único con problemas para tratar de averiguar de qué tratan esos mundos. Todos nosotros, todas las personas tienen inconvenientes para entender a las otras, pero no por ello significa que no valga la pena intentarlo. Dime Derick ¿Alguno de tus compañeros comparte algún gusto contigo? Como el gusto por los animales y la naturaleza, o algún programa de televisión favorito. Tal vez un libro o alguna banda de música. ¿Conoces a alguien que comparta esos gustos contigo?




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