El Día

VIII

Ya el sábado 24 de octubre, me desperté muy temprano estaba tan rendida     que no me acordaba lo que acontecería ese día, llegué a mi trabajo como acostumbraba. A eso de las 10 am sentí mi celular vibrar una y otra vez, pero estaba tan apurada que para que no me perturbase lo dejé en silencio total. Trabajé mucho hasta la una de la tarde. Cuando iba en el transporte sentada por casualidad sentía que los párpados se me cerraban del cansancio, una hora más tarde arribé a casa, no había nadie, fui a la cocina a buscar que comer, pero el almuerzo no estaba hecho, así que me preparé un sándwich junto a un jugo de naranja, procedí a finalizar mis tareas y estudié durante dos horas, repetí el alimento para posteriormente a las siete y media me tendí en mi cama quedándome dormida como un tronco.

El cansancio había hecho que me olvidara por completo de la llegada de mi tía; por eso no había nadie, porque andaban en el aeropuerto recibiéndola.  Esa noche no supe a qué hora llegó mi familia, hasta el día siguiente que era domingo, tenía que ir a la universidad así que tenía que dejar a un lado el cansancio. Cuando abrí los ojos observé el reloj, este marcaba las 4:30 am me estiré en la cama para desperezarme, aun me sentía cansada y la estaba pensando para levantarme. Después de cinco minutos me senté en la cama, al voltear un poco la cabeza vi mi reflejo en un pequeño espejo que tenía, que con sinceridad me sacó una sonrisa de burla por mí misma, ya que lo que vi fue mi imagen con los cabellos alborotados junto a una cara demacrada y la ropa de dormir me quedaba guanga; por lo que eso me hizo imaginar que parecía una loca de las que salen en las películas.

Con esfuerzo me puse de pie y me dirigí a la ducha, como era de costumbre para esas fechas el clima se ponía fresco y por ende el agua del grifo salía helada, la cual al caer encima de mi cuerpo me despertó por completo y sin querer mis dientes empezaron a castañearme, media hora después salí de la ducha. A pesar del susto del agua sentía pereza, así que me puse lo primero que encontré, unos pantalones caqui con una blusa blanca y unos zapatos del mismo color, me anudé el pelo en un chonguito (lo que realmente es un moño medio hecho), tomé el bolso con mis cuadernos, pasé por la cocina tomándome un vaso de jugo. Nadie estaba despierto a pesar de ser las 6:00 am. Salí cerrando la puerta con llave; llegando a la parada arribó el autobús el cual abordé, me bajé y me volví a subir a otro, llegué cinco minutos antes al centro de estudio, ahí encontré a mis amigas.

— Buenos días —saludé.

— Buenos días —respondieron a coro.

— ¿Listas para la exposición? —pregunté con buen ánimo.

— Sí, estudié en el transcurso de la semana —respondió Ximena.

— Yo más o menos, la verdad que el trabajo hace que se me dificulte —dijo Camila.

— Bueno, espero que salgamos bien.

Nos introdujimos al recinto. Las clases transcurrieron con normalidad, al concluir me despedí de mis amigas abordando el transporte. Cuando llegué a la puerta de mi casa pude percibir un cierto bullicio, sin embargo, no sabía el motivo que lo ocasionaba; al abrir la puerta escuché la risa de mi madre junto al de mis tías, pero entre ellas escuché otra la cual no estaba mi oído acostumbrado, la mente se me llenó de curiosidad, cuando crucé el umbral de la puerta trasera de la casa la cual estaba abierta, descubrí una mujer de talle ancho sentada en una silla, la que me quedó viendo de arriba hacia abajo con sus ojos oscuros y una gran sonrisa que descubría casi todos los dientes. Esa mujer era mi tía del extranjero (su nombre era Clara), al determinar bien corrí como una chiquilla con los brazos abiertos hacia ella, nos dimos un fuerte abrazo, no podía creer que se me había olvidado su llegada.

— ¿Cómo estás hija? —preguntó con emoción.

— Bien… y… y ¿Usted qué tal?

— De maravilla.

— Me alegro… —dije con contento— ¿Cuánto tiempo piensa quedarse?

— Un par de semanas.

Esa tarde platiqué mucho con ella, pero no fue una plática de trascendencia, es decir, solo fue de palabras limpias llenas de bromas para reír sin parar. Al día siguiente tampoco quería ponerme de pie. Llegué al trabajo aun somnolienta, pero mi jefe me puso enérgica, estábamos ahogados de trabajo, el cierre de mes estaba encima y había cierto trabajo atrasado el cual debía ponerse al corriente cuanto antes. A la hora del almuerzo estaba exhausta.

— Te ves terrible —dijo Lisa.

— Así me siento —afirmé— ella te retuerce hasta sacarte hasta lo último y te sigue exprimiendo.

Lisa se echó a reír con mi comentario, la hora de almuerzo voló; así como también todo el día, llegué a casa mi madre estaba en la puerta y me sugirió ir donde mi tía Mily que allí pernoctaría mi tía Clara, pero yo negué, me dirigí a mi cuarto y ni siquiera toqué los cuadernos de tareas me tiré a la cama durmiéndome como un tronco.

Ն•

Así pasé toda la semana hasta que agradecí el fin de semana ese domingo lo tendría libre ya que los maestros tendrían reunión, por lo que disfrutaría de un día libre.

Recuerdo que me tendí en una hamaca, me encontraba con un aburrimiento, mi carácter permanecía de pereine (continuo) amargado y ese día no era la excepción.  Yo era la única que me encontraba en el patio delantero, las demás estaban en el de atrás de la casa conversando con mi tía.



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En el texto hay: felicidad, libro, amor y llanto

Editado: 15.10.2021

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