Emma Myers
Mi corazón latía sin control y el miedo invadía cada parte de mi cuerpo. Mientras más cerca estábamos de la ciudad, más me costaba respirar.
—Emma respira, todo va a salir bien —Thomas colocó su mano en mi pierna para dar un ligero apretón, pero esta vez no logró su cometido, no me tranquilicé.
Desde que recibí la llamada no había podido decir una frase completa, ni dejar de temblar, lo único que había conseguido salir de mi boca eran unos simples, sí o no.
—Emma, ¿dónde estás? —fue lo primero que preguntó Derek cuando contesté su llamada.
Estaba todavía medio dormida, pero sí sentí el pánico expandiéndose por todo mi cuerpo al pensar que me habían descubierto.
—¿Por qué? —pregunté, no quería mentirle. Aunque sabía que Thomas y Sophie se habían encargado de cubrirme para todo el fin de semana, mentirle a mi hermano no era algo que me gustara.
—¿Dónde estás? —repitió, por su tono de voz sabía que estaba preocupado.
—Con Thomas.
—¿Tiene coche?
—Sí —contesté confundida por la pregunta. Volteé a ver a Thomas y él todavía seguía medio dormido.
—Necesito que vengas al hospital.
—¿Al hospital? —Thomas al escuchar esas palabras saliendo de mi boca se enderezó y se acercó más a mí—. ¿Por qué? ¿Qué pasa?
—Es… Emma es mamá.
Eso fue lo último que escuché, después de eso quedé totalmente paralizada. Thomas debió notar eso porque me quitó el celular y empezó a hablar con Derek.
—¿En qué hospital? —escuché que le preguntó—. Está bien, vamos para allá.
Thomas se colocó de nuevo su playera, se movió al asiento frente al volante y arrancó el coche.
Esa había sido la llamada que me había dejado totalmente paraliza y por la que Thomas conducía rápido hacia el hospital. No sabía nada, ni siquiera sabía que le había ocurrido a mi madre, pero la simple imagen de mi mamá en el hospital me aterraba.
En cuanto llegamos, salí prácticamente de un brinco de la camioneta y me adentré en él.
Había pasado tanto tiempo en ese hospital que conocía cada espacio de él, cuando era pequeña los recorrí todos y cada uno. La mayoría del hospital me conocía y me vieron crecer. Mamá era una persona cálida y querida en su trabajo.
—Me dijo que estarían por acá —Thomas me guío hacia una de las salas de espera.
A lo lejos pude ver a mi hermano y a Dorian. Mi papá estaba como siempre, vestido con un traje elegante azul marino y sentado cerca de la recepción viendo algo en su celular, Derek, por otra parte, traía un conjunto deportivo negro, el cabello desordenado y no dejaba de caminar por toda la sala.
—Emma —exclamó Derek en cuanto me vio.
Corrí rápido hacia él y lo abracé lo más fuerte que pude.
—¿Qué paso? —pregunté con un hilo de voz—. ¿Qué le paso a mamá?
Derek iba a explicarme, pero el doctor Daugherty salió de la puerta que daba a urgencias y se acercó a nosotros. Lo conocía, era amigo de mi mamá.
—¿Cómo está ella? —preguntó Dorian al doctor.
—Está bien. Fue una convulsión.
—¿Es un síntoma normal? —inquirió Derek, preocupado.
—En su caso, sí.
¿Síntoma normal? ¿En su caso sí? ¿De qué demonios hablan?
—¿Alguien me puede explicar de qué demonios hablan? ¿Cómo que una convulsión es un síntoma normal? —el doctor Daugherty volteó a ver a Derek con confusión, Derek negó con la cabeza y luego su mirada regresó a mí. Fue una mirada de lástima total.
—Pasen por aquí —pidió el doctor algo incómodo—. En mi consultorio les explicaré todo.
No dije nada, solo los seguí hasta un pequeño consultorio de color blanco. Thomas me ofreció una de las sillas que quedaban frente al escritorio del doctor. Dorian se sentó en la otra.
—¿Ya me van a explicar qué demonios pasa?
—Emma… —mi padre trató de tocar mi brazo, pero en cuanto sentí su tacto retiré mi brazo.
—No me toques —le advertí—. ¿Doctor? —Daugherty miró a Dorian y este asintió dándole la aprobación de que me explicara.
Él respiró como si hablar le costara trabajo, hasta que soltó las palabras que me destruyeron:
—Emily tiene un tumor cerebral, Emma.
Todo mi mundo se cayó en pedazos, respirar se volvió un trabajo difícil y mi corazón se estrujó.
Un tumor cerebral.
—¿Benigno o maligno? —pregunté, aunque por sus expresiones ya sabía la respuesta.
—Maligno —soltó despacio—. Es un tumor cerebral secundario, lo que significa que el cáncer empezó en otra parte del cuerpo y se fue diseminando hasta el cerebro generando los tumores. Cuando Emily se empezó a sentir mal, se hizo unos estudios y fue cuando los descubrimos. El cáncer inició en los pulmones.