El día en que te encuentre

Capítulo 43. Bien conmigo misma

Emma Myers

—¿Trastornos del control de impulsos?

—Sí, Emma —contestó la doctora Francis—. Son varios, pero en tu caso padeces del trastorno explosivo intermitente. Desde la primera sesión fue mi diagnóstico, solo que quería conocerte un poco más y hablar con tus familiares antes de confirmarlo.

Papá me consiguió una psicóloga para que me ayudara con mis problemas. Él prometió estar conmigo durante todo el proceso y lo estaba cumpliendo. Desde que iniciaron mis terapias él me acompañó a todas las sesiones y se encargó de hablar constantemente con la doctora sobre mi estado.

La doctora era amable y me tenía paciencia, lo cual le agradecía. No es fácil abrirte y contarle todos tus problemas a alguien que no conoces. Sobre todo, si te la pasabas todo el tiempo ocultándolos.

Derek también me estaba apoyando, solo que él también tenía un compromiso con su novia, el trabajo y la escuela, por lo cual no podía estar todo el tiempo.

Nora tenía siete meses de embarazo y llevaba tiempo viviendo con nosotros. Su familia se enojó mucho ante la noticia de su embarazo y no le proporcionaron su apoyo. Al principio fue difícil para ellos adaptarse, pero en ese momento, con seguridad, podía decir que realmente estaban emocionados por conocer a su niña.

Saber que era una niña, fue una de las cosas que nos ayudó a salir adelante. La pequeña aún no nacía y ya nos había ayudado. Nos había proporcionado ilusión y esperanza a todos. Nos había dado una razón para estar feliz en medio de toda la porquería. Aunque sí me entristecía que mi mamá no tuviera la oportunidad de conocerla.

—El hecho de que puedas llegar a ser muy impulsiva y poco reflexiva, que te cueste trabajo controlar tus emociones, que se te dificulte concentrarte y la culpa después de seguir tus impulsos son síntomas de este tipo de trastornos, al igual que explotes con agresión verbal o física.

Tragué saliva de manera nerviosa. Imaginaba que era una cosa de ese tipo, pero que me lo confirmaran no lo hacía más fácil. Era mucho que digerir.

—Tranquila Emma —dijo la doctora, al ver mi cara—. Con ayuda puedes aprender a controlarte. De hecho, me sorprende la manera en que has manejado tu trastorno, por lo que me has contado, normalmente logras controlarte y eso es difícil. Más para alguien tan joven como tú.

—Traté siempre de controlarme porque no quería darle problemas a mi madre, pero es algo que se está volviendo muy difícil y más ahora que ya no está.

—Sí, es difícil, pero con ayuda sé que puedes controlarlo —aseguró—. Ella tenía gran influencia en ti. Tu madre.

—La tenía.

La doctora me preguntó otras cosas acerca mi mamá y mi vida, luego le dio un vistazo a su libreta y terminó preguntándome lo que me había negado a hablar con ella:

—¿Por qué nunca hablas de tu novio? —inclinó su cabeza y me examinó detenidamente—. En la primera sesión me comentaste que tienes un novio y me has hablado de todos a tu alrededor, pero no de él. ¿Por qué?

Hice una mueca, un poco incómoda por el tema y bajé la cabeza.

—Si no quieres hablar de él no hay problema —añadió, rápido—. No estás obligada.

Sonreí porque me gustaba que no me presionara y me agradaba su manera de escuchar, era de mucha ayuda. No sabía realmente cuanto necesitaba hablar con alguien, hasta que la conocí.

—No es eso. Solo que estoy segura de que no me va a gustar lo que va a opinar.

La doctora asintió al escuchar mi respuesta y esbozó una sonrisa ladeada.

—Eres una chica inteligente, si piensan que no te va a gustar lo que voy a decir quiere decir que no es buena la relación.

Lo pensé unos segundos con la intención de replicar, pero no pude, tenía cierto grado de verdad. No quería decirle, porque quería mantenerme en mi burbuja, en la que todo estaba bien, pero si quería mejorar tenía que confiar en ella. Confiar en que lo que me dijera seria por mi bien.

—Se llama Thomas…

Le conté todo, cada detalle de mis sentimientos y pensamientos sobre Thomas, de cómo me hacía sentir el estar cerca de él y toda la situación que estábamos pasando con Sara. La doctora no me interrumpió en ningún momento, solo se dedicó a escuchar atentamente.

Cuando terminé definitivamente no me gustó lo que me dijo:

—Por tus palabras sé que entiendes que cosas están mal en tu relación, Emma. Por esa razón solo voy a agregar algo, que espero que tomes en consideración; en algunas ocasiones, las personas que queremos no son sanas para nosotros. En algunas ocasiones nos perjudica más tenerlos en nuestra vida que lo que puede doler dejarlos ir y tomar distancia. A veces lo mejor es soltar.

—¿Te comento la doctora de la clínica? —preguntó papá mientras conducía.

—Lo hizo.

Papá me miró de reojo antes de volverle a prestar atención al camino.

—¿Qué opinas? ¿Te gustaría ir?

Lo pensé un poco e hice un mohín, la clínica de la que estaba hablando papá estaba en Chicago, lo que quería decir que, si quería ir, tendríamos que mudarnos.




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