5 años después.
Declan Ford
Estaba nervioso, demasiado la verdad, por lo cual no pude evitar el mover un poco mi pierna, en repetidas ocasiones.
Estar frente a muchas personas y ser uno de los focos de atención fue algo que tiempo atrás me dejo de molestar, sobre todo por línea de trabajo que escogí, pero en esa ocasión sí que me fue imposible no sentirme intimidado.
La iglesia era uno de los factores que me hacía sentirme así, esta era realmente grande, era de esas iglesias viejas que llamaban la atención por tener enormes ventanales de colores y que además todo su contenido parecía ser muy costoso.
La movilización de personas bien vestidas era impresionante, todos buscaban su lugar para poder presenciar la boda, la cual, no tardaba en comenzar, lo que ocasionó que por tercera vez desde que me paré en el altar, revisara que todo estuviera en orden.
Pasé mi mano por mi traje negro, luego por el moño que acompañaba la camisa blanca y terminé bajando la mirada hacía los zapatos negros que combinaban a la perfección. Todo parecía estar listo para cuando ella caminara al altar.
La boda se planeó meticulosamente. Ciertamente, Abigail no me dejó otra opción. Era una chica tierna la mayoría del tiempo, pero con el ajetreo de la boda y la presión por los preparativos, conocí a una Abigail muy diferente.
Una mandona e imponente, que en tan solo unos meses se convirtió en un pequeño gremlin, dispuesta a devorarme si arruinaba algo.
—¿Estás nervioso? —preguntó Greg mientras acomodaba su corbata.
Se encontraba detrás de mí, vistiendo un traje muy parecido al mío. Fue raro verlo tan arreglado. Durante el tiempo que estuve estudiando en Alemania, Greg optó por una estilo desalineado y cómodo que le ayudó a recorrer muchos países. Su estilo era algo simple que para ser sincero no le quedaba mal.
—Muy nervioso —confesé y volví a pasar mis manos por el traje tratando de acomodarlo.
—Aún no me creo que esto esté pasando —expresó, colocándose en la posición exacta en la que Abigail le indicó—. Una boda. Mierda. Es un gran compromiso.
—En definitiva, lo es.
Giré mi cabeza para ver sobre el montón de gente que había en la iglesia hasta que logré distinguir a mi familia sentada del lado del novio.
Mamá llevaba un vestido floreado, este estaba lleno de vida, justo como ella, mientras que el estirado Ford llevaba un traje que coincidía perfectamente con uno de los colores en el vestido de mamá. Sonreí al darme cuenta de que mamá se veía muy feliz e impacienté para que todo empezara, mientras que papá tenía su ceño fruncido y miraba a todos de manera despectiva.
El estirado nunca iba a cambiar.
A su lado se encontraba mi hermana. Nadia. Luciendo un vestido azul, que se notaba que la hacía sentir incómoda. Ella era más de pantalones, pero supe que mamá la obligó a usar vestido porque era un evento importante, lo cual no la hizo feliz.
En cierta manera la comprendía, a mis 14 años a mí también me hacía enfadar cualquier cosa, sobre todo la falta de libertad para tomar mis decisiones.
Atrás de ellos estaba mi hermano, con su esposa y el pequeño Josh. Bueno, ya no era tan pequeño. Ya tenía 10 años y según él, era todo un hombre.
Volví a girar cuando sentí que alguien palmeaba mi espalda y me encontré con Ian. Su traje se encontraba en perfectas condiciones y lucía una sonrisa enorme en su rostro.
—Ya estoy aquí —me anunció y se colocó a mi lado.
A pesar de que él parecía el menos nervioso de los tres, lo vi moverse de la misma manera en que Greg y yo lo hicimos solo unos segundos atrás.
—¿Nervios?
—¿Estás bromeando? —inquirió enarcando una ceja—. Los nervios se quedan cortos. Estoy que me cago del miedo.
—Bueno amigo, todavía estamos a tiempo de correr —le anunció Greg—. Declan y yo nos encargamos de hacer un plan para salir de la ciudad, por si te arrepentías. Tú solo da la señal y saldremos corriendo.
—O del país —comenté—. Conociendo Abigail sería capaz de buscarnos por cada rincón de la maldita ciudad.
—Mejor del continente —sugirió Ian riendo—. No conocen a su padre y a sus hermanos. ¿Sabías que la primera vez que los conocí su padre me apunto con un arma?
—Diablos, tal vez el continente no sea suficiente —exclamó Greg, con una mueca de miedo, que no tardo en verse sustituida por su usual gesto de seducción en cuanto sus ojos coincidieron con los de una de las damas de honor.
Ian, quien también captó ese cambio en su rostro, se colocó frente a él para cubrir su vista y negó con la cabeza.
—¿Quieres morir? —Greg frunció el ceño ante la pregunta—. Creí haber escuchado a Abigail decirte que sus amigas estaban prohibidas.
—Amigo, tu prometida le quita todo lo divertido a las bodas —bufó Greg—. ¿Cierto Declan?
—Claro amigo —contesté con sarcasmo—. Pero le creo a Ian cuando dice que Abigail me cortaría las bolas si me acerco a una de sus amigas.