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Capítulo I
El ruido de palos entrechocando resonaba en la estancia, acompañado de los jadeos cansados de quien se entrenaba.
—Ponte recto —ordenó Griege, atacándole por su izquierda —. Si te inclinas hacia delante, tu contrincante aprovechará para desequilibrarte.
Álex asintió obediente con la cabeza, tomó aire e intentó golpearla, haciendo una complicada serie de pasos que Griege esquivó con facilidad.
—No pierdas el tiempo en florituras —aconsejó Griege, con un leve toque de reproche —. Estás jugándote la vida, no el primer premio en un campeonato de gimnasia.
De pronto, Griege pasó con rapidez el palo por detrás de Álex, haciéndole un sencillo barrido.
El muchacho cayó de espaldas, y se quedó en el suelo respirando entrecortadamente, con la punta del palo que portaba Griege en su pecho, justo encima de su corazón.
Griege lo miró seriamente.
—A veces, el golpe más sencillo es el más eficaz.
Griege ayudó a Álex a levantarse, y se oyeron unas palmadas. Ambos se volvieron para ver quien estaba en la sala.
—Fantástico —dijo Kilian, sonriendo.
Griege le devolvió la sonrisa, mientras dejaba el palo en su sitio y se colocaba la funda de sus sables en la espalda. Nunca se sabía lo que iba a pasar, y era mejor ir armada por si acaso.
—Ya te puedes ir Álex, buen trabajo —le felicitó Griege, y observó pacientemente como el chico salía de la sala de entrenamiento, saludando a Kilian antes.
—Es un entrenamiento duro —comentó Kilian, acercándose a Griege.
Esta se encogió de hombros.
—Puede soportarlo. Es bueno, muy bueno. Solo tiene que aprender a coordinar sus movimientos con su mente. Piensa una cosa, pero en el último momento le parece mal y cambia de idea —Griege suspiró —. Eso algún día podría costarle la vida. De todas formas, solo tiene 13 años.
—Cuando nosotros teníamos 13 años ya manejábamos tanto armas de fuego como armas blancas —indicó Kilian, arqueando una ceja —. Menos tú; que además de las armas ya eras todo un as en... todo. Griege esbozó una sonrisa, rememorando sus días de entrenamiento; cuando no era más que una niña y ya tenía que saber cómo estrangular a un hombre.
—También estaban Derek y Taylor —agregó Griege, intentando quitarle hierro al asunto.
No le gustaba pensar que era mejor que los demás, aunque era algo obvio. Nadie podía seguir un rastro mejor que Griege, ni manejar el sable como ella.
—Ellos aún no habían empezado con el espionaje —rebatió Kilian, divertido —. Tú llevas toda la vida escuchando conversaciones a escondidas. Y según me contabas, las del Gobernador eran las más picantes.
Griege soltó una carcajada, recordando la vez que había espiado al Gobernador en su habitación. Este se encontraba llamando por teléfono a la casa de Wern, que todo el mundo conocía ya que era el lugar donde... los hombres se pasaban las noches libres. El caso era que el Gobernador estaba solicitando a la mejor chica que tuviera la casa, describiendo detalladamente lo que quería que hiciera esta.
A Griege poco le había faltado para ahogarse de la risa, cosa que hizo en cuanto se lo contó a Kilian.
—Eso... eso fue una coincidencia —mintió Griege con una sonrisa en los labios.
El sonido de una alarma le impidió a Kilian responder y ambos se miraron con preocupación.
—Mierda —masculló Kilian, sacando dos pistolas.
—¡Han entrado! —gritó Griege, intentando hacerse oír entre los disparos que habían comenzado, y la alarma que sonaba insistente.
Kilian salió corriendo por la puerta, seguido de Griege, que de camino cogió un par de pistolas del montón que había en una estantería del pasillo, y sacó un sable.
Pasaron corriendo junto con varios miembros veteranos del gremio, que también habían acudido con rapidez para defender el lugar.
Griege identificó a Row, Jean, Cristine, Taylor y Derek pero Sam no estaba.
—¿Dónde está Sam? —les gritó sin detenerse.
—¡Se quedó con los niños! —respondió Taylor antes de disparar a un hombre que se abría paso entre el humo.
Griege gruñó al notar la embestida de un hombre y se limitó a hacerle dos cortes y continuar su camino.
Corrió en dirección a la sala correspondiente para los niños, sabiendo que Sam necesitaría ayuda.
Cuando Griege entró en donde se encontraban los niños más pequeños que aún no estaban preparados para defenderse correctamente y Sam, que estaba con ellos para protegerlos como una loba protegía a sus cachorros; vio que como ella pensaba, Sam tenía problemas.
Estaba enfrentándose a dos hombres, mientras una mujer trataba de aproximarse a los niños. Griege, sin dudarlo un sólo segundo, sacó rápidamente una pistola y disparó a la mujer, dándole en un costado. Aprovechó su sorpresa para saltarle encima y aunque hizo falta un poco de esfuerzo para acabar con ella. Finalmente, Griege consiguió clavarle un puñal en el pecho. Dejó caer a la mujer, y fue a asegurarse de que los niños estaban bien.
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Editado: 06.05.2018