El Diablo Armado

3. Asesinato nº3

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Capítulo III

Steven gruñó cuando la bala le alcanzó en un extremo del brazo. Nada de importancia -pues la bala solo había pasado rozando, y Steven se había movido rápidamente, aunque no lo suficiente-, pero nuevamente se odió por haber dejado que le alcanzara.
Ignorando la herida, Steven hizo girar el puñal como última vez y lo lanzó del revés, de manera que el mango de plata golpeó la mano de Griege que sujetaba el sable, tirándoselo a suelo.
Dos segundos después, Griege tenía la hoja afilada de uno de los puñales de Steven rozando la garganta, y Steven la inmovilizaba desde atrás.

—¡FUERA! —rugió Steven cuando varias sombras se colaron en el despacho, entre ellas Shade. Con la misma rapidez con la que habían llegado, desaparecieron ante su orden.

Stven mantuvo el puñal en la garganta de Griege, y la empujó un poco, obligándola a avanzar.

—Si es así como tratas a tus invitados, no me extraña que no hubiera nadie en la sala de espera —el tono de Griege era claramente furia, y vergüenza por el hecho de haber sido sometida tan rápidamente. Miró de reojo la herida que le había ocasionado con la pistola, y se encontró mejor.

—Trato así a los invitados que se atreven a rebelarse contra mí —respondió Steven, y la obligó a sentarse en la silla, de alguna manera manteniendo su puñal en el cuello —. Me parece que Kilian no os educa muy bien, debería enseñaros a dar la patita, y sentarse cuando se pide.

Griege intentó darle un codazo.

—Ojalá mueras desangrado —masculló Griege fastidiada.

—No tendrás tanta suerte —dijo Steven —. Si te suelto, ¿prometes portarte bien?

—No —respondió Griege sinceramente.

Steven intentó no alterarse más de lo que estaba. Esa mujer le sacaba de las casillas, y a cada palabra que decía, le entraban ganas de hacérselas tragar.

—Genial, ya verás —la sonrisa despiadada de Steven no prometía nada bueno —. Puedes irte.

La soltó, y le dio un empujoncito en dirección a la puerta.
Griege le miró recelosa, pero no se movió.

—¿Tampoco te enseñó a caminar? —dijo Steven, de repente mahumorado.

Griege le sacó el dedo corazón, y salió del despacho, casi comiéndose a un Shade que la mirada con interrogación.

—A tu jefe de mierda le metí un balazo —se limitó a decirle, y salió del edificio, sin intención de volver nunca más.

***

Griege recorrió con la mirada la estantería de libros, antes de volver a fijarla en la pantalla del portátil.
Hacía ya dos días, los gremios restantes se habían reunido para pactar una tregua entre ellos hasta que la amenaza principal fuese eliminada. Griege acudió junto con otros compañeros. Se discutieron varias cuestiones, y finalmente se acordó que cada gremio aportaría un mínimo de dos personas para que se encargarán de la localización y detención exclusiva de Paul; mientras que los demás combatirían contra los ataques, cubriendo a los que se hacían cargo de la investigación.

Griege suspiró, estresada. Llevaba un buen rato mirando las noticias más recientes que le llamaran la atención por su violencia. Por lo que tenía entendido, Paul había estado asesinando a ciertas personas, únicamente para anunciar por lo alto su llegada.

Su móvil sonó, y Griege se desplazó perezosamente para cogerlo. Número desconocido. Esperó unos segundos antes de decidirse a cogerlo, pues la última vez que le había llamado y no tenía ese número registrado, las cosas no habían salido muy allá.

—¿Diga? —preguntó Griege, frunciendo el ceño.

—Nuevo asesinato en la calle St. Nicholas, 3 —la voz era profunda y muy masculina —. Te necesitamos en cinco minutos.

—Ah, claro. Ahora resulta que me necesitas —se mofó Griege, reconociendo la voz, y resopló de indignación. Aún no podía creerse que la hubieran colocado con Steven en la investigación.

—Tienes tres mintuos para meterte en el coche que te está esperando, si no quieres que vaya yo mismo a arrastrarse hasta aquí —se limitó a contestar Steven, con un tono indiferente, y colgó.

¿Coche? Griege miró por la ventana, y efectivamente, vio un flamante deportivo negro, aparcado delante de su portal. La chica soltó una palabrota y se levantó para terminar de armarse, asegurándose de llevar el doble de armas.
Cuando bajó, Shade estaba esperándola.

—Date prisa, princesa —dijo Shade, provocándola con una sonrisa maliciosa.

—Cállate —le espetó Griege, entrando en el coche.

—Huy, alguien está de muy mal humor hoy —se burló Shade, mirándola por el retrovisor, sin perder la sonrisa.

—Corres el riesgo de hacer que te corte la lengua —le amenazó Griege, fulminándolo con la mirada.
Desde la reunión que tuvo con Steven, ya había coincidido varias veces con Shade, que parecía su sombra, y un grandísimo grano en el culo.




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