El Diario

Capítulo único

Era una noche fría y oscura. La luna no se había atrevido a hacer acto de aparición en el negruzco firmamento que era el cielo y ni siquiera se podía ver una sola estrella. Afuera no se escuchaba más ruido que el de las gotas de lluvia que caían golpeando violentamente el pavimento; o la de los pocos autos que se atrevían a cruzar las solitarias calles durante la madrugada.

Miguel preparó una taza de chocolate caliente, y sentándose frente al televisor envuelto entre su frazada favorita, hacía zapping tratando de encontrar alguna cosa interesante que ver, aunque después de media hora en aquellos menesteres estaba a punto de perder la esperanza.

Tiró el control remoto a un lado del sillón en el cual estaba sentado y dejó el televisor encendido en un canal que ni se molestó en ver, para luego recostarse casi por completo y cerrar los ojos. Todas las noches durante más de quince días habían sido iguales. Miguel trataba de conciliar el sueño, bebiendo chocolate caliente como decía su madre y como último recurso miraba la tele. Necesitaba irse de aquel sitio, lo sabía muy bien, sin embargo nada podía hacer si su amigo y corredor de bienes raíces personal, no le conseguía un departamento nuevo.

A decir verdad Miguel no comprendía lo que estaba pasando. Siempre tuvo un buen dormir, incluso tenía que programar sus alarmas cada diez minutos con tal de poder despertarse a tiempo para ir a trabajar. Pero las cosas cambiaron de repente. Sin saber por qué motivo, simplemente una noche llegó del trabajo agotado y se tumbó en la cama con la idea de irse a dormir temprano.

Al instante cayó como un tronco, sin embargo pronto se despertó, exaltado y sudoroso, con el corazón latiendo desbocado en el pecho y sus pulmones ardiendo como si estuvieran envueltos en fuego, por la falta de aire.

La situación se repitió la noche siguiente, y la que le seguía; hasta que se decidió a mudarse, convencido de que era algo en el ambiente de su apartamento o de la ciudad, lo que le producía aquel extraño insomnio; y mientras conseguía un lugar, probaba todos los trucos que conocía para poder conciliar el sueño o permanecer despierto hasta el día siguiente, con la esperanza de que pronto la situación se solucionara.

Realmente creyó que así sucedería cuando su amigo Fabián le llamó con excelentes noticias.

—Tengo la casa perfecta para ti, Miguel, es justo lo que andabas buscando.

—Con que sea lejos de la ciudad me doy por satisfecho.

—Es perfecta para ti. Queda a minutos de la estación de trenes y estarás en tu trabajo en menos de una hora. Es de dos plantas, con cuatro habitaciones de tamaño mediano y una habitación principal enorme, con un gran baño privado y closet envidiables. En el segundo piso hay otro baño y en la planta baja un servicio sanitario, además de una gran zona verde. Ya me imagino haciendo asados con los chicos y bebiendo cerveza.

—Espera un poco, ¿no te parece que es demasiado para mí?

—No seas egoísta, Miguel. Piensa en mí y en los chicos… Tendremos dónde dormir luego de la borrachera.

Miguel rio: —El detalle, mi querido Fabián, es que quien la pagará soy yo.

—Esa es la mejor parte de todo. El precio se ajusta a tu presupuesto. ¡Verdaderamente es una ganga!

— ¿Sucede algo con ella?

—Vaya que eres desconfiado, amigo. Nada pasa con la casa; ya he ido a verla y está muy bien de estructuras, aunque hay que hacerle unas reparaciones mínimas. Es la oportunidad de tu vida, Miguel. ¿No me habías dicho que necesitabas un cambio?

El hombre lo pensó un poco. Su cuerpo no soportaría otro tortuoso mes sin dormir y por otro lado, tenía el dinero que le dejaron sus padres sin darle un uso adecuado. Hubiera preferido algo menos ostentoso, pero ya era hora de que sentara cabeza y qué mejor manera que invirtiendo en tener un sitio al cual llamar su hogar.

—Está bien, Fabián, me has convencido.

—Excelente decisión, Miguel. Ya verás que no te has equivocado.

.

Una semana después Miguel desempacaba en su nueva casa. Contrató una empresa de mudanzas que le ayudara a trasladar sus cosas y ordenarlas, aunque ahora se daba cuenta que sus muebles encajaban perfecto en una apartamento pequeño como el que tenía; pero en aquella casa quedaban chicos.

—Tendré que comprar nuevos.

.

La primera noche que Miguel pasó en su nueva casa fue como estar en el paraíso. Había dormido como un crío y al despertar al día siguiente estuvo tan lleno de energía que decidió terminar de ordenar lo poco que dejó pendiente cuando el cansancio lo había vencido. Por suerte en su trabajo le dieron algunos días libres para que pudiera acomodarse, así que podría con los arreglos más pequeños y dejaría los otros para cuando tuviera más tiempo.



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En el texto hay: suicidio, apariciones

Editado: 29.03.2018

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