No voy a aburrirte relatándote nuestro viaje. Te lo voy a resumir, para aprovechar el tiempo y no desperdiciar tantas palabras en este diario.
Mamá y Carlos se adentraron en la ciudad en busca de comida y otros objetos. No nos cruzamos con demasiados híbridos en el camino, la suerte estaba de nuestra parte, y todo iba mejor de lo esperado. Nuestro humor volvía a mejorar, nos sentíamos con más optimismo otra vez, más esperanza.
Después de un mes andando por ahí, viviendo en los vehículos (lo que era muy incómodo después de más de un año de comodidades en una quinta), encontramos a más personas con vida.
Como no sabíamos de ningún lugar seguro al que poder irnos, habíamos decidido quedarnos en la ciudad mientras buscábamos un lugar mejor.
Así fue como un día, mientras estábamos almorzando, vimos a dos personas siendo acorraladas por tres híbridos.
Mamá y Carlos no querían arriesgarse, ni siquiera disparar desde lejos. Los silenciadores habían quedado olvidados en la quinta, y las balas escaseaban. Eduardo no reaccionaba, seguía sumido en una profunda depresión desde la muerte de Damián. La abuela (forma en la que todos llamábamos a Josefina), aunque no dijera nada era fácil deducir que quería ayudar a esas personas. Lima estaba de su lado.
Y yo hice algo que probablemente haya sido una estupidez, pero que gracias a eso me gané, entre otras cosas menos importantes para mi mente de enamorado, que Lima me dijera Héroe.