El diario de Ethan (híbridos 0.1)

Día 61

Marc se fue pocos días después de finalizada la guerra.

Costó convencerlo, pero terminó aceptando.

Le dije que volviera con los híbridos, y que cuando pudiéramos lo seguiríamos. Que no era seguro para él quedarse en ese momento. Si hubiesen descubierto que era un híbrido lo habrían matado sin pensarlo dos veces. O quizás algo peor. Nosotros nos quedaríamos por Alicia, con el embarazo en el estado en el que estaba no era seguro irnos.

Tras mucha insistencia aceptó. Lo ayudamos a escaparse por el bosque, una noche sin luna. Nadie nos vio.

Nunca más volví a saber de él.

De su destino solo puedo sacar conjeturas. Y prefiero pensar que llegó a salvo, y que está bien. Que no haya tratado de buscarnos de nuevo, o a mí en particular.

El 27 de abril, apenas unas semanas después de la finalización de la guerra, Alicia dio a luz a una niña.

Alrededor del mediodía empezó a sentir incomodidad, aunque no dijo nada hasta más tarde. Dijo que reconocía los síntomas ya que había tenido un hijo antes (que dejó el mundo antes de que todo se sumiera en caos), así que se lo tomó con mucha calma.

—Yo sé cuándo voy a estar lista, y todavía falta. —Dijo a Carlos a eso de las cinco de la tarde, tratando de calmar al padre primerizo.

A las ocho de la noche avisó que se acercaba el momento, aún con tranquilidad. La llevamos al mini hospital que United World había instalado en una gran carpa cerca del edificio 2.

Recuerdo todo tan vívidamente. El olor a hospital que habían logrado darle a esa carpa, los nervios que nos tenían inquietos a todos. La boca seca, el estómago vacío. Una sensación de calor que subía y bajaba súbitamente por mi cuerpo. Los ojos brillosos de Lima.

Creo que le habría gustado tener hijos. No sé si los tuvo. Tampoco sé si eso es bueno o malo.

Alicia fue atendida por un médico de W.U.U.C, ya que el que había seguido su embarazo falleció durante la guerra. Carlos presenció el parto, la acompañó en todo momento, y escuchó sus últimas palabras.

Alicia murió tras dar a luz, por unos problemas de salud que acarreaba hacía años y nunca había dicho a nadie.

Lo último que le dijo a Carlos fue:

—Quiero que se llame Esperanza.

Carlos quedó devastado, enfurecido. Ni siquiera tengo a nadie a quién culpar, decía. Habría sido más fácil así.

Lo ayudamos entre todos a cuidar de Esperanza, que era idéntica a su madre, aunque con los ojos verdes de su padre. Quizás no teníamos las mejores cosas, o no teníamos la libertad de antes, pero le dimos todo el amor que pudimos darle.




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