El diario de los susurros

Capítulo 4: Uno menos

 

Todo estaba completamente oscuro, cuando vio la luz que irradiaba su hermano se cegó por unos segundos, pero luego de eso volvió va ver bien. El lugar se parecía a esa vez cuando lucharon contra ese primer demonio, se veía igual de mal, pero su hermano peor. Lo que en su momento había sido un elegante traje estaba completamente rasgado, su mirada era cansina y dolorosa, como si que cargara una gran pena, estaba con una gran herida en su zona abdominal.

— ¿Crees que hayan recibido el mensaje? —preguntó preocupado.

—A-asumo que si —sintió como el líquido carmesí subía por su garganta con su característico gusto metálico, tosió un poco y recuperó la compostura. 

No tenía cura y seguía muriendo, pero no estaba tan mal como en un principio. El remedio había mitigado el dolor y un poco la enfermedad, ergo, tardaría más en morir y sufriría menos.

— ¿Cómo lo llevas? —preguntó sentándose a su lado.

Claro que no estaba sentado al lado de ella, realmente habían perdido la cabeza, su cuerpo y su consciencia no se encontraban muy bien. A veces incluso su consciencia se volvía loca, más que su propio cuepo. Ese era uno de los momentos en el que más conscientes se encontraban. 

—Extraño al resto —comentó afligida.

—Sabes bien que no me refería a eso... —respondió el gemelo.

—Entonces no sé a qué te refieres —murmuró mirando la nada.

—Morirás —habló fríamente.

—No necesito sobre llevarlo, ustedes necesitan hacerlo, la familia, los amigos. Yo me iré y la vida continuará, para mi es una certeza, pero no me deprime. Soy feliz por tenerlos a ustedes de mi lado, es lo que más valoro en estos momentos. No me han abandonado, en cambio vos morirás aunque no tengas nada que ver en mi error, Marcos...

Se quedaron callados, la oscuridad cubría todo, después de unos minutos Candy habló.

— ¿No recuerdas quien te secuestró? —preguntó y una voz se hizo presente.

Los dos se callaron de inmediato, buscaron quién era el dueño de esa voz, pero no lo encontraban por ningún lado.

—Hola chicos —una figura sonriente apareció, cabello rubio, un ojo morado y el otro cubierto por un parche. Llevaba una larga capa, un pantalón grande color verde claro y una remera color negro, los miraba con una sonrisa tranquila y un tanto burlona.

— ¡Nos tienen que torturar hasta cuando nos han vuelto locos! Por favor, un respiro... —pidió Marcos entre asustado y frustrado.

—Soy un amigo, no enemigo... vine para decirles una noticia que los tranquilizará un poco.

 — ¿Cuál?– dijo Candy con algo de intriga.

Su hermano se puso entre el extraño y ella. 

— ¿Estás loca? —preguntó entre dientes.

—Sólo escuchemoslo, oírlo no significa que confiemos en él —susurró—. Te oímos.

El desconocido sonrió.

—Yo sé cómo conseguir las armas de sus padres y tengo los diarios.

~Y~

Apenas aterrizaron Lilim y Gabriel fueron obligados a vestirse como seres humanos normales, arreglaron su pelo para que solo se vean como una pareja típica y añadieron unos accesorios. El resto los estaba esperando en un auto a un kilómetro.

Lilim llevaba unos jeans blancos y algo desgastados, una musculosa con una campera de encaje del mismo color y unas zapatillas deportivas blancas. Gabriel llevaba una campera que le llegaba hasta las rodillas, tenía parches en los codos y era de un color marrón claro, tenía una remera negra y unos pantalones deportivos negros con unas zapatillas del mismo color y unos lentes de marco fino.

Entraron al hospital intentando verse como una pareja común y corriente, Lilim tomaba del brazo a Gabriel siendo la típica esposa cariñosa. Gabriel intentaba mantener la calma y tener una posición relajada, estaba tenso pero no quería que se den cuenta, además de que tener a Lilim tan cerca lo estaba haciendo sonrojar, quizás esa pequeña actuación le permita obtener el valor para hablar más tarde sobre sus sentimientos.

—Buenos días —le dijo a la recepcionista con una cara tonta al verlos, Lilim no sabía bien a quien de los dos miraba.

—Quisiera visitar a nuestro hijo —dijo Lilim.

—Sí, dígame el nombre —le sonrió la mujer, debía de tener unos 25 años. Se veía "idiotizada" con su presencia.

—Marcos Gómez y Candy Gómez—respondió Gabriel con aparente tranquilidad.

—También queríamos saber si se encontraba el doctor que lo atendía —añadió la demonio.

—Oh, si. Marcos se encuentra en el segundo piso habitación 24, su doctor debe de estar yendo a revisarlo ahora... pero, Candy no se encuentra aquí. ¿Están seguros de la información que me dicen? —cuestionó.

—Ay, cierto corazón —dijo Lilim mirando a Gabriel—. Olvidé decirte que Candy había sido internada en otro lado porque necesitaba otros cuidados. Lo siento.




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