El diario de los susurros

Capítulo 8: No dudes de mi

—En serio, solo quiero ir a dormir —le dijo Marcos a su guardián, quien estaba empecinado en interrogarlo. En un inicio había sido paciente, pero ahora solo quería recostarse.

—Lo siento Marcos —dijo Gabriel—, pero no se podrá. Necesito que me hables sobre todo lo que recuerdes después de la pelea con Asmodeo —le pidió con tranquilidad mientras anotaba todo lo que le decía. 

Estaban esperando que la náyade llegara de una vez, no querían hablar por llamada, la paranoia general era bastante fuerte, pero no querían tomar ningún riesgo innecesario.

—Te lo dije, lo último que recuerdo es salir de la casa en llamas, nada más —dijo notablemente irritado—. Luego fue como si que hubiera soñado, cuando trató de volver a pensar en esos recuerdos siento como si que algo más fuerte que yo me dice que estuve dormido, solo eso. —Estaba muy frustrado, pero cualquiera lo estaría en su situación.

Había estado en peligro hace unos momentos y de repente se despertaba, tenía heridas muy dolorosas, sus abuelos estaban en coma, su tío perdió la movilidad en sus piernas, estaba por comenzar una guerra en la que estaban metidos en medio, creyeron que estaba muerto, alguien lo secuestró y lo encerró en un manicomio hecho un loco. Y lo peor, su querida mascota había muerto. ¿Cómo no iba a estar frustrado? 

—Sé que son muchas cosas de golpe, pero es necesario para saber que traman nuestros enemigos.

El ángel se había ofrecido para interrogarlo, era una figura amistosa la cual Marcos le tenía mucho cariño y era reciproco. Las técnicas que Nina quería usar en el podían hacerle daño, así que mintió con que de seguro lo lograría hacer recordar, por esa razón estaba tan desesperado por conseguir algo de información, aunque sea lo más mínima.

—Un parche —murmuró Marcos con la vista perdida en su habitación—. Recuerdo un parche, olor a humedad mezclado con sal, frío... 

El alvino se quedó en silencio, sus ojos se rodearon de un brillo azul, al igual que los de Marcos. Susurró lentamente el hechizo de conexión, tratando de sentir lo que sentía su hijo. El lazo entre guardián y protegido voluntarios eran de los más estrechos que existían. El tener la responsabilidad para cuidar la vida de alguien y el reconocer que necesitas ayuda para poder sobrevivir, depositando ciegamente tu confianza en otro... Era algo tan sublime, tan especial y fuerte que la mayor parte de los hechizos surtían efecto sobre el otro.

Pudo sentir lo que el colorado sentía, miedo, confusión, dolor... Podía sentir la sensación de estar limpiando unas heridas ajenas. Marcos le compartía su alma, sus recuerdos confusos y sus sentimientos desbordados.

Cerró sus ojos con fuerza, al abrirlos podía sentir agua muy caliente recorrer toda su espalda, dolía como el maldito infierno, podía sentir su piel pelándose.

— ¿Dónde está la escritora? —le preguntó, el levantó la mirada, podía vera un hombre con el rostro cubierto, no entendía nada, pero tampoco hacía mucho esfuerzo.

—Q-que te den —susurró con el poco aliento que le quedaba. 

Tenía que admitirlo, era valiente, aún estando en esa situación insultaba a alguien que se la podía poner aún peor.

Cerró sus ojos, al abrirlos se encontró durmiendo abrazado a Candy, ambos temblaban por el frío. Hizo un enorme esfuerzo por ver un poco más del lugar. Vio la pared, estaba hecha de piedra, trató de mirar más allá, estaba demasiado oscuro. A contra luz, pudo ver una figura que conocía bastante bien y tenía muchas ganas de molerlo a golpes por lastimar a los gemelos.

—Lo siento mucho —susurró Mr. Death, no estaba seguro de si lo decía con tristeza o petulancia—, pero ustedes saben lo importante que es el amor de la familia... Mi hermana es lo único que tengo. Realmente quiero sacarlos de aquí, pero Jaz ha estado negociando con Haniel y si hago algo se desatará un desastre que no podré remediar —comentó con un poco de tristeza—. Sé que nunca me acerqué a ustedes, pero veo esa relación que tuvimos con mis cuatro hermanos. Realmente se ven agradables y prefiero que ustedes nos derroten antes que cualquier otra persona. No puedo hacer mucho, pero... —la oscuridad invadió su cuerpo, el cansancio y el malestar que sentía fueron desapareciendo progresivamente—. Espero que los rescaten pronto, son unos estúpidos rebeldes... Quizás algún día yo sea así de rebelde y huya de aquí...

Sus ojo pesaban demasiado. 

Se despertó sobresaltado, perdió el equilibrio y se cayó de la silla, se había quedado dormido al igual que su protegido. Tuvo deseos de despertarlo nuevamente, pero necesitaba descansar.

Salió a buscar al resto, quizás no tenía mucha información pero algo era algo.

~Y~

Candy se movía como un zombie, no había dormido en lo absoluto y había notado que su hermano se había quedado completamente dormido, puesto que llevaba 10 minutos de retraso.

Flotó con mucho sigilo para no hacer ruido con sus pasos, sabía que había una reunión en el primer piso, necesitaba aprovechar la distracción para poder salir de allí e ingresar en la habitación de su estúpido y dormilón gemelo.  

La puerta se abrió con suavidad, pudo divisar el cuerpo dormido de su hermano. Se acerco a él y lo despertó con mucha suavidad. El chico la miró con su rostro cansado, en ese momento se alarmó por la presencia de la gemela.

—Tenemos que irnos —le avisó con suavidad pero decidida.

—M-me siento abrumado —dijo él incorporándose—. No quiero seguir aquí, ya no tengo fuerzas...

—Lo sé, pero es nuestro último esfuerzo, de ahora en más estaremos mejor... —susurró mientras destapaba a su hermano.

— ¿Lo prometes? —le preguntó. La chica asintió con una sonrisa de lado.

Marcos sonrió sabía que su gemela era una persona de palabra, si decía que lo harían era porque así sería. 

Ambos se cambiaron y se pusieron protecciones en los brazos y las rodillas, tomaron prestadas las armas de los demás. Candy agarró con fuerza a su hermano y salieron volando por la ventana.




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