Mientras hacía esto, el prefecto Sallow de Slytherin entró en el aula. —Maxine, ¿has visto al Profesor Moody? —preguntó con seriedad y sorpresa al encontrarla ahi, con las manos detrás de la espalda. —¡Oh! Sí, está en su oficina—respondió.
El prefecto le preguntó por qué estaba allí, y ella le explicó que era la ayudante del profesor. Su atención se desvió hacia el Erkling en la jaula y se acercó con curiosidad. La luz de la tarde se filtraba por las ventanas mientras Maxine y el prefecto Sallow observaban al Erkling en silencio un momento.
—¿Eso es un Erkling alemán?—, dijo él asombrado. Maxine confirmó que sí lo era, un tanto agotada, y le advirtió que era peligroso y que no se acercara demasiado. Él respondió con soberbia que ya lo sabía, pero luego volvió a mirar a la criatura, expresando que nunca había visto uno antes. Ella le aseguró que ya le había dado agua al Erkling y que no se preocupara, aunque él no parecía realmente inquieto.
—Ahh, sí, el profesor Moody está en su oficina, pero no sé si quiere ser molestado—, se rió Maxine, sintiendo el cansancio de la tarde que avanzaba hacia las 18 horas. —Suerte, Matteo—, le deseó mientras se despedía. Él se quedó allí, quizás debatiendo internamente si debería molestar a Moody o no.
Maxine se dirigía a su sala común cuando de repente se le cruzó la idea o el recuerdo de que Moon le iba a enseñar cómo enviar cartas por buhos, así que decidió buscarlo. Mientras caminaba por las escaleras cambiantes, los cuadros hablaban entre sí, y ella los ignoraba. "Es una Borage. ¿Quién? Es descendiente de Libatius Borage, un genio de las pociones, galardonado con varios premios, etc.", continuaban hablando, y Maxine se reía por dentro.
Los cuadros también empezaron a mencionar chismes sobre ella, pero otro cuadro afirmaba que lo que importaba era, que era una Borage y que un Borage jamás sería como los rumores decían. Maxine escuchaba atenta por si había algo nuevo que no sabía, y ¿por qué era tan importante ser un Borage?.. estaba segura que su abuelo asistió solo a Castelobruxo como su padre, ¿pero y si sus antepasados hubieran asistido a Hogwarts?. En general, decían que salía con muchos chicos, pero un profesor en una pared juró que era insolencia decir eso de una joven y que nunca la había visto con ningún muchacho. Una niña en otro cuadro también afirmaba lo mismo, mencionando que una chica de Gryffindor se encargaba de hablar mal de Maxine a propósito. Los cuadros sabían más de ella que ella misma y eso le molestaba un poco.
Después de un rato de rondar, Maxine se detuvo en las escaleras y se sentó a descansar, jugando con su varita y luego revisando su celular, tal vez recordando que más tarde podría llamar a Sebastian Tizius. Mientras revisaba sus contactos bajando por las escaleras, se cruzó con Cedric Diggory.
Maxine rodó los ojos, pensando que estar con él solo traería más rumores y problemas. Aun así, lo saludó educadamente, suponiendo que él no tenía la culpa de que sus fans estuvieran locas o algo así. —¿Qué haces, Maxine? —preguntó él en tono alegre, mirando hacia adelante. —Ahh, nada. Ah, sí... ¿No has visto a un Hufflepuff...? —comenzó a decir Maxine, pero se detuvo al recordar que él también era Hufflepuff y olvidó por completo su pregunta inicial—. Digo, ¿no has visto a mi amigo Moon Hyeong Jun, el de los anteojos? De la otra vez —añadió con curiosidad.
Apoyándose en los escalones de la escalera, Cedric parecía pensar un momento. —No... no lo he visto —dijo mirando a Maxine, pensando que ella lo necesitaba urgentemente. Ella suspiró y pasó por su mente la idea de comentarle sobre su ignorancia en el tema de correos y buhos para que le explicara, pero la vergüenza la detuvo, y además, no tenía tanta confianza con él. Decidió ponerse de pie y seguir con su búsqueda. Cedric se sorprendió un poco y se levantó también, despidiéndose con un hasta luego.
Bajó las escaleras y sus pasos la llevaron casi hasta el salón de Historia de la Magia. Maxine sintió curiosidad por explorar la sección dedicada a Egipto en ese lugar, preguntándose cómo habrían sido los magos de esa época. Mientras miraba los jeroglíficos en la pared, como si una parte del Museo Británico estuviera allí, notó a una compañera también curiosa. Se trataba de Susan Bones, de Hufflepuff y del mismo año que ella.
—¿A ti también te interesa la historia? —preguntó Susan mientras se levantaba con su libro y se acercaba a la pared con jeroglíficos. Maxine, sorprendida, respondió: —Oh, sí, creo que es muy interesante. Me pregunto cómo construyeron las pirámides... ¿habrán usado el hechizo levioso para que sea más fácil cargarlas? —ambas chicas compartieron su fascinación por la historia mientras exploraban esa parte del museo escolar.
Ella captó eso como una broma y se rió —Yo creo que puede ser, aunque eran matemáticos y tenían esclavos... supongo que eligieron una forma fácil y eficiente de hacer las pirámides—.
Maxine se presentó y ambas estrecharon las manos. Susan parecía amable y expresó su pasión por la historia. Maxine dudaba sobre preguntarle a Susan acerca de su ignorancia en el tema de las cartas y cómo funcionaban, pero la amabilidad de Susan le hizo pensar que probablemente entendería su situación.
—Susan, no te rías, pero ¿podrías hacerme un favor? —decía Maxine mirándola con una sonrisa avergonzada. —Podrías explicarme cómo funciona la correspondencia de buhos? En verdad, no sé nada, y quería enviarle una carta a mi abuelo... En Castelobruxo, en mis grupos de amigos, no utilizábamos mucho ese método; siempre nos comunicábamos por celular, ya que era más fácil y rápido. También quería saber cómo son los que son correos a distancia, ya que quería enviar unas cartas a América y... — Maxine hablaba rápido y daba vueltas alrededor.
Susan la detuvo y le dijo que no habría problema, riéndose un poco mientras ataba su cabello pelirrojo. —Mira, es fácil, tú escribes una carta normalmente, ¿no? — Maxine asentía mientras Susan seguía explicando.
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Editado: 18.02.2024