Maxine se preguntaba si había cometido un error al confesar su pequeño talento para crear hechizos. Temía que le quitaran puntos de la casa o, peor aún, que la expulsaran. Aunque ansiaba convertirse en prefecta para llevar a cabo travesuras nocturnas, se cuestionaba si un prefecto realmente podría permitirse tales actos.
—Deberá limpiar el salón de clases. ¡Sin magia! —decía Dumbledore, tomando asiento. Aunque la luz se filtraba cálidamente por las ventanas, la tensión en el aire era evidente.
Maxine, con la imagen de Dumbledore como un director que no protegió lo suficiente a Harry y que era de la clase de héroes que matarían a alguien por el bien de la mayoría, en su mente, empezaba a cuestionar sus percepciones. Aunque no le agradaba personalmente, el lado permisivo de Dumbledore la hacía sentir que tal vez podía caerle bien. Sonrió por dentro, agradecida de que no le quitaran puntos a su casa, pero sintiéndose molesta por la perspectiva de tener que limpiar. No era algo que le gustara.
—¡Sí, Director! —respondió Maxine, con las manos hacia atrás, y se dirigió al profesor Flitwick—. Profesor, disculpe. No era mi intención en verdad. Solo quería recordar un viejo hechizo y me olvidé de las consecuencias exactas. —Hizo una pequeña reverencia sin mirarlo demasiado.
—Oh, solo no vuelva a hacerlo —decía Flitwick, enojado, pero observando cómo su enojo se disipaba al considerar que el incidente del dragón había sido algo divertido. Se limpiaba el traje mientras dejaba escapar una risa.
Maxine salió alegre de la dirección, agradeciendo también que su Jefe de Casa aún no se hubiera enterado del incidente. Aunque sabía que lo descubriría tarde o temprano. Suspiró y, con un cubo alegre y llevando un delantal, se dirigió a limpiar el salón. Ya no había nadie allí, así que puso su música favorita, "Tom Felton - If You Could Be Anywhere". Con el trapeador, se movía de un lado a otro, eliminando el polvo rosa del suelo. Mientras limpiaba, vio a Moon Hyeong Jun parado en la puerta, con los brazos cruzados. La música llenaba el aire, creando una atmósfera peculiar en el salón casi vacío.
—Moon, ¿vienes a ayudar a tu querida amiga? —le dijo Maxine, bromeando mientras limpiaba el salón con música de fondo.
—¿Qué hiciste, Maxine? —preguntó Moon, riendo alegre—. Ummm, no, solo vine a ver cuál fue tu castigo...
—Ahhh, ¿por qué no quieres ayudarme? Es divertido limpiar, Tom —respondió Maxine, moviendo el trapeador de un lado a otro.
—Tom?
—Moon, dije Moon —se sonrojó Maxine al darse cuenta de que se había confundido de nombre, pero simplemente actuó como si no importara.
—¿Quién es Tom? —Moon parecía totalmente ofendido y enojado por no ser llamado por su nombre. Se fue visiblemente molesto al ver que Maxine solo le decía que se había confundido.
Maxine pensaba que no era tan malo confundirse de nombre; incluso su madre solía hacerlo con sus ayudantes. Sin embargo, al mirar el suelo, consideró que esa era una excusa bastante tonta. Suspiró y se preguntó por qué había llamado a Moon "Tom". La figura de Tom Riddle había ocupado un poco sus pensamientos mientras limpiaba, y podría deberse a eso. Aunque sabía que debía disculparse apropiadamente con Moon, también entendía que primero debía terminar de limpiar. A pesar de su confusión momentánea, Moon era su mejor amigo, y Maxine admitía que confundirse de nombre era algo muy cruel y nada educado por su parte.
Maxine tenía un plan en mente mientras limpiaba. Debía ir a Hangleton, visitar la tumba de Tom Riddle y tal vez investigar si Ominis Gaunt estaba enterrado por allí. Aunque sabía que era una excusa para ver la tumba de Tom o la mansión de los Riddle, negaba con la cabeza cualquier gusto por el Gusarajo de Voldemort. Tal vez solo le atraía la figura atractiva del joven Tom. O quizás era por el extraño sueño en el que él le decía que la extrañaba. Aunque sabía que debía ser una niña tonta al pensar que ese sueño o visión era real, mientras pasaba el trapo por los escritorios manchados, no podía dejar de darle vueltas al asunto.
Maxine reflexionaba sobre la distancia de Sebastian y la falta de compañía para su plan. Podría contar con Nurglet, pero sabía que los alumnos de Hogwarts solo podían ir a Hogsmeade los fines de semana, y dudaba que le permitieran salir, especialmente después de la reciente muerte de un muggle en ese pueblo. Mientras limpiaba, la idea de visitar Hangleton se volvía más tentadora, pero también más complicada.
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Recordando su tarea pendiente, decidió dirigirse al baño de Myrtle con su balde. Terminó de limpiar el salón, consciente de que el tiempo para el almuerzo se agotaba, pero quería aprovechar para visitar el huevo de basilisco. Con el balde en mano, se encaminó al baño, pensando que nadie sospecharía nada si llevaba agua consigo.
Al llegar al baño, se encontró con Myrtle La llorona, cuya voz desagradable resonaba en el espacio. Maxine tiró el balde de agua en uno de los inodoros, tratando de actuar con naturalidad.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Myrtle, acercándose con expresión curiosa.
—Hola, Myrtle. Solo estaba... tirando agua —respondió Maxine, acercándose a la entrada de la cámara de los secretos con su delantal aún puesto. No quería que Myrtle se volviera chismosa y revelara sus planes.
Maxine, decidida a cumplir con su tarea en la cámara de los secretos, ignoró las reacciones de Myrtle y procedió a abrir la entrada. Mientras lo hacía, Warren, el fantasma, se acercó sorprendido.
—No deberías decir nada, Warren...
Myrtle, un tanto sorprendida por el uso de su apellido, se mostró desinteresada. —No sé de qué hablas...
Maxine suspiró, impaciente por continuar. —Ah, eres como él —comentó Myrtle con una sonrisa maliciosa al acercarse.
—Shhh, sé que te gusta Harry… Myrtle, si guardas el secreto, podría traerlo aquí... y...
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Editado: 18.02.2024